Las salas del Museo de Matemáticas (II): Francisco José de Artiga

Por: Julio Bernués

Este artículo es el segundo de la serie de publicaciones donde contamos quiénes son los personajes que dan nombre a las salas del Museo de Matemáticas de Aragón. La segunda sala lleva el nombre de Francisco José de Artiga (1645-1711), sin duda una de las personalidades más singulares y atractivas de la historia oscense.


Pantano de Arguis en la actualidad. Imagen de Wikimedia Commons.

Artiga fue lo que llamaríamos «un sabio renacentista»; su conocimiento y habilidad abarcaban buen número de disciplinas: Matemático, poeta, escritor de los más variados temas, grabador, pintor, ingeniero y arquitecto. 

Las dos empresas que mayor fama le han procurado todavía perviven:

La construcción del nuevo edificio de la Universidad Sertoriana, que hoy aloja el Museo Provincial.

El diseño del pantano de Arguis, todavía en funcionamiento, y el más antiguo de Aragón.

Artiga comenzó como pintor y grabador de estampas para libros. Esa formación inicial como dibujante le sirvió en sus etapas posteriores. A los 25 años, por ejemplo, pintó los cuadros del retablo mayor del convento de Nuestra Señora del Carmen. Por otro lado, se conservan un buen número de sus grabados: 

Universidad de Huesca. Representa el proyecto de Artiga para el nuevo edificio de la Universidad. Museo de Huesca. 

Alegoría de la Ciudad de Huesca. Huesca aparece representada como la diosa guerrera Minerva, que porta el escudo de la ciudad. La plancha se conserva en el Ayuntamiento de Huesca. 

Nueva alegoría de Huesca. Quinto Sertorio aparece sobre un caballo alado, debajo están las Ciencias y al fondo la vista de una ciudad. Se encuentra en la Biblioteca Nacional.

Diez láminas grabadas para la obra Tratado de la moneda jaquesa, de Vincencio Juan de Lastanosa, Zaragoza, 1681. Biblioteca Nacional.  

Varios grabados religiosos para ediciones de libros, que se encuentran en la Biblioteca Nacional.

La Universidad Sertoriana fue su primera gran pasión. La construcción del edificio de la Universidad, proyectado y ejecutado por él, se inició en 1690 y se dio por finalizada en 1694. En 1845, el edificio se transformó en el Instituto de Enseñanza Media de Huesca, y avanzado el siglo XX, en el Museo Provincial.

Si lo visitáis hoy, veréis su disposición inusual en octógono: un lado ocupa la entrada al edificio, el opuesto comunica con la iglesia y el palacio real, y los otros 6 lados, 3 a cada lado, son las aulas. La entrada y salida a las aulas se hace desde el patio central. Un proyecto sencillo, tremendamente funcional y cargado de simbolismo.

Edificio de la Universidad Sertoriana, sede del actual Museo de Huesca.
Imagen de Wikimedia Commons.

El pantano de Arguis es su otra gran obra. Fue construido según traza de Francisco de Artiga entre 1687 y 1703. Se trata de una presa por gravedad. Un murallón muy robusto con la parte superior inclinada de forma que, si alguna vez se rebosara el pantano, el agua se deslizaría por encima.

En esta obra invirtió gran cantidad de tiempo, viajes y desvelos, incluso llegó a empeñar su propio dinero, como él a veces se quejaba.

El pantano reguló desde entonces todo el regadío de la Hoya de Huesca, y lo sigue haciendo. El que vemos hoy en día es de los años 1920-30, y el pantano de Artiga se encuentra en su interior. En esos años, la ciudad organizó una colecta para que Ramón Acín le hiciera una estatua conmemorativa. El boceto de Acín existe (Fundación Ramón Acín), aunque el homenaje a Artiga nunca se concretó.

Antigua presa de Arguis a principios del siglo XX.
Foto de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE). 

Artiga participó en varias obras de distribución de agua en la ciudad de Huesca, así como en la del nuevo monasterio de San Juan de la Peña: Para ello ideó, en 1686, un sistema de tuberías para recoger el agua de lluvia de los tejados y llevarla a aljibes situados en el centro de cada claustro. Todavía existen hoy en día, así como piezas de las conducciones.

También fue autor de al menos catorce manuscritos, todos ellos perdidos. El título y resumen de algunos de ellos nos ayudan a dibujar su modo de pensar:

Laberyntho intelectual, astronomico y elementar: Artiga intentaba nada menos que «explicar todas las causas y efectos, desde Dios hasta el Demonio, del Empíreo hasta el Infierno... y esto sin usar más ciencia que la Matemática haciendo demostraciones visibles de lo que ver no podemos».

Fortificación elementar: En la primera parte, Tierra, enseñaba a construir edificios y plazas fuertes, y a diseñar máquinas de construcción. La segunda, Agua, mostraba cómo sacar provecho de este elemento mediante fuentes, presas, molinos y puertos, y explicaba, incluso, el modo de sacar naves hundidas. Aire trataba de los instrumentos musicales. Y en la última, Fuego, se estudiaban las bombas, cañones, morteros, minas y contraminas, y los «artificiales incendios». La voluminosa obra estaba adornada con muchas láminas y dibujos.

 Los elementos y las figuras matemáticas, son símbolos de Dios y de las cosas del mundo. 

Modo de medir los planos horizontalmente sin saber matemáticas ni aritmética y sin instrumentos matemáticos.

Medallón en honor a Artiga, Universidad de Zaragoza (actual edificio Paraninfo). 
Foto de Julio Bernués.

Su obra más publicada fue el Epítome de la Eloquencia Española (Huesca, 1692). Consiste en una obra de retórica escrita en forma de diálogo en verso. El Epítome alcanzó un gran éxito en la España del siglo XVIII, pues se editó hasta en diez ocasiones (cinco en Madrid, tres en Barcelona y una en Pamplona).

Sus otras dos obras publicadas fueron las siguientes:

Espejo astronómico. Huesca, 1684.  Se considera perdida.

Discurso de la naturaleza propiedades causas y efectos de los cometas, y en particular del que apareció en Deziembre de 1680.

Durante el siglo XVII, se pudieron ver a simple vista no menos de 21 cometas. Con cada una de estas apariciones, se publicaban por toda Europa breves obras que recogían observaciones astronómicas de carácter más o menos científico sobre los nuevos astros y, por lo general, también especulaciones astrológicas acerca de las causas y los posibles efectos (muchas veces catastróficos) de la aparición del cometa. La obrita de Artiga sigue este patrón.

El año 1680 vivió durante largos meses la aparición de un extraordinario cometa, hoy llamado C/1680 V1, o también cometa de Newton al ser utilizado por éste para verificar las leyes de Kepler.

Grabado que representa el paso del 'cometa Newton' (C/1680 V1) sobre Nüremberg.
Imagen de Wikimedia Commons.

Sin salir de Huesca, Artiga estaría a duras penas al tanto de las novedades de los saberes astronómicos. A este respecto, sabemos de observaciones con los telescopios que poseía don Vicencio Juan de Lastanosa, o del noviciado en Huesca del jesuita José de Zaragoza, el más importante astrónomo español de su tiempo.         

Francisco de Artiga fue a un tiempo astrólogo y astrónomo. No podía ser de otro modo: en el siglo XVII la astrología y la astronomía no se encontraban mezcladas porque eran una misma cosa.

Servidor ejemplar de su comunidad, Artiga desempeñó a lo largo de su vida un buen número de cargos municipales: Consejero, Administrador de la nieve, de las pescas y carnicerías, Receptor de la Universidad o Asignado.

A su muerte, donó a la Universidad dinero suficiente para fundar una Catedra de Matemáticas, que nunca llegó a materializarse. 

La biografía de Francisco de Artiga fue publicada recientemente y titulada Francisco de Artiga: el final de un mundo, por Carlos Garcés, Julio Bernués y Natalia Juan. IEA 2021.

Portada del libro Francisco de Artiga: el final de un mundo.

NOTA: Lee el artículo anterior sobre María Andresa Casamayor de La Coma, quien le da el nombre a la primera sala del Museo de Matemáticas.



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