Cielo del mes de septiembre. Latitud 42º Astrosomontano, Agrupación Astronómica de Huesca

Descripción del cielo del mes de septiembre. Contelaciones, Lunas del mes, mitología y mucho más.


PRÓXIMA B, COMIENZA LA EXPLORACIÓN INTERESTELAR

Hasta ahora nuestro planeta es el único mundo conocido que alberga vida. Desde los lugares con climas más extremos hasta las profundidades del océano, la naturaleza siempre demuestra su gran poder de adaptación y propagación. Existen chimeneas volcánicas en los suelos oceánicos rodeadas de agua extremadamente fría, privados de luz y a una altísima presión, donde viven bacterias gracias al calor y los gases que emanan; animales como la almeja de Islandia, que puede llegar a superar los 400 años de vida; medusas (como la Turritopsis dohrnil) que no mueren de forma natural, o lo que es lo mismo, son inmortales. Los tardígrados por ejemplo son unos microorganismos invertebrados, también llamados osos de agua, que son capaces de sobrevivir en las condiciones más extremas. Soportan presiones de 6000 atmósferas, temperaturas desde -200º hasta 150 ºC, pueden estar 10 años privados de agua y son el único organismo vivo conocido capaz de sobrevivir en el vacío del espacio. En 2013 el microbiólogo británico Milton Wainwright, junto a un grupo de científicos de la universidad de Sheffield, descubrieron mediante un globo atmosférico, unos microorganismos a 27.000 metros de altura justo después del máximo de las Perseidas. La conclusión a la que llegaron es que, dado su tamaño, no podían proceder de nuestro planeta, por lo tanto, su origen debía de ser forzosamente extraterrestre.

ESO/M. Kornmesser
            Tenemos una privilegiada posición en nuestro Sistema Solar, justo en la mitad de la zona habitable. La Tierra posee un campo magnético que la protege de las peligrosas radiaciones solares y cósmicas. Tenemos también la cantidad suficiente de agua líquida como para que se genere un complejo sistema climático y un ciclo del agua, sin el cual no sería posible tanta diversidad. Es además un planeta «vivo», en constante transformación y movimiento tectónico, y con historia suficiente como para haber desarrollado vida inteligente. Pero a pesar de poblar un planeta tan inmensamente rico como el que usted pisa mientras lee este artículo, desde tiempos inmemoriales estos animales tan curiosos llamados seres humanos han querido ir un paso más allá.
            A día de hoy nos encontramos especialmente interesados en la búsqueda de vida extraterrestre, pues tras diversos estudios se ha concluido que un astro no ha de estar necesariamente en la zona habitable para albergar vida. En nuestro sistema solar por ejemplo se está haciendo especial énfasis cuatro puntos concretos: el planeta Marte, las lunas Encelado y Titán de Saturno, y Europa, perteneciente a Júpiter. Cabe destacar que solo Marte está situado en la zona habitable de nuestro Sistema Solar, pero la intensa actividad interna de las lunas de los gigantes gaseosos hace pensar que puedan existir zonas de agua líquida bajo su superficie helada, permitiendo el desarrollo de ciertos organismos. Desde el descubrimiento del primer planeta exterior al Sistema Solar en 1995 y los posteriores estudios del telescopio espacial Kepler, que descubrieron literalmente miles de exoplanetas más, nuestros horizontes se han ampliado de una forma que no esperábamos. La conclusión es que la mayoría de estrellas, especialmente las enanas rojas, tienen planetas y muchos de ellos están en la zona habitable. Se calcula que el 73% de las estrellas de nuestra galaxia son enanas rojas, y la gran mayoría de ellas tienen planetas rocosos. Hablando en números, solo en nuestra galaxia podría haber 60.000 millones de mundos potencialmente habitables, y que podrían albergar vida. Una de esas pequeñas estrellas rojas es nuestra vecina más cercana, Próxima Centauri, tan tenue que no se ve a simple vista, y solo mediante telescopios de cierta potencia puede vislumbrarse un minúsculo punto rojo. Este pálido punto rojo se ha convertido recientemente en el centro de atención de todo el mundo. Próxima Centauri está orbitada por un planeta de tipo terrestre, en la zona habitable y de un tamaño ligeramente superior al nuestro, llamado Próxima b.
            Puede parecer algo sencillo, pues los medios de comunicación nos vomitan la información a medias. Incluso podría parecer que una «nave» haya ido a hacerle una foto, o que cualquiera con su telescopio casero podría ver dicho planeta. Nada más lejos de la realidad. La tecnología empleada para el descubrimiento de exoplanetas es la misma que hace 20 años, y ésta es la espectrografía.
            Mediante la espectrografía se pueden descubrir pequeñísimas variaciones en el brillo de una estrella, causados por el tirón gravitatorio que puede generarle un planeta. Debido al efecto Doppler la estrella sufre un corrimiento al rojo y al azul causado por el bamboleo. Gracias al extremadamente preciso espectrógrafo H.A.R.P.S. (High Accuracy Radial velocity Planet Searcher) del European Southern Observatory situado en Chile, se han podido observar estas variaciones periódicamente y descubrir, sin ningún tipo de duda, la existencia de este planeta, al que se ha bautizado como Próxima b.  
            Como hemos dicho antes, Próxima Centauri es una enana roja situada a 4,22 años luz de la Tierra, posiblemente pertenezca a un sistema estelar triple junto a Alfa Centauri A y B, aunque esto está por confirmar. Su masa es un octavo la del Sol y su radio un séptimo, lo que la hace mucho más pequeña (es algo más grande que el planeta Júpiter), pero su densidad es 40 veces mayor. Su radiación en todo el espectro electromagnético es extremadamente baja, un 0,17% la del Sol, y cae todavía más en lo referente a luz visible, un 0,0056%. Es además una estrella fulgurante, es decir, que sufre aumentos bruscos e impredecibles en su brillo y en su radiación en todo el espectro, lo que la hace peligrosa en sus proximidades.
            El descubrimiento de Próxima b orbitando esta estrella ha despertado la imaginación de todo el mundo. Se trata de un planeta 1,3 veces más masivo que La Tierra, está situado a 7,5 millones de km de la superficie de la estrella por lo tanto está en la zona habitable; se calcula que su temperatura media rondaría los 40 grados (aunque esto depende de muchos factores como la existencia o no de atmósfera y su composición), lo que permitiría la existencia de agua líquida; y que tarda en completar una órbita 11,2 días. No presenta inclinación de su eje respecto a la órbita. Dada su proximidad a la estrella, Próxima b recibe 30 veces más radiación ultravioleta que La Tierra y 250 veces más rayos X. De no tener una atmósfera adecuada y un campo magnético fuerte su superficie será un árido desierto infértil por la radiación. Según los cálculos realizados por resonancias gravitatorias puede presentar dos tipos de rotación: una mostrando siempre la misma cara a la estrella, lo cual supondría un hemisferio muy caliente y otro muy frío; y otra en relación 3:2 (3 rotaciones por cada 2 traslaciones), que suavizaría un poco más la temperatura media del planeta entero. Presentándose el primer tipo de rotación no existirían estaciones del año y harían falta como mínimo 0,6 veces la masa de agua terrestre para que ésta siempre estuviera líquida. Por debajo de dicho límite toda el agua estaría congelada en el hemisferio nocturno, creando unos muros de hielo en la zona de penumbra que recordarían a los de Juego de Tronos. Además, hay que considerar la posibilidad de que la alta actividad de su estrella en su etapa inicial haya evaporado la mayor parte del agua.
            Todo esto ha sido gracias a un gran equipo de científicos de todo el mundo liderados por el español Guillem Anglada-Escudé de 37 años de edad, profesor titular de la Universidad Queen Mary de Londres y astrofísico; y a la colaboración de diversos centros de todo el mundo: el European Southern Observatory de Chile, Las Cumbres Observatory Global Telescope Network en California, Space Observatory de San Pedro de Atacama o el BOOTES del Instituto Astrofísico de Andalucía; instituciones como la Universidad Queen Mary de Londres, el Instituto Astrofísico de Andalucía con el CSIC, la Universidad de Chile, Centro de Astrofísica de la Universidad do Porto, el Instituto de Astrofísica de la Universidad de Göttingen y la Universidad de Montpellier.
            El Dr. Guillem Anglada respondió muy amablemente a una cortísima entrevista sobre el descubrimiento: «La estrella comenzó a monitorizarse por otros grupos en 2000. Nosotros (yo y mi colega Mikko Tuomi), combinamos los datos adquiridos con dos surveys (HARPS y UVES) en 2012. Ahí es cuando la detección preliminar de la señal se detectó. Hemos estado trabajando en esto desde entonces». Respecto al arduo trabajo conjunto a nivel global Guillem tuvo la responsabilidad de liderar el equipo: «Organicé un poco de estructura con los líderes de cada observatorio. Yo manejé, coordiné y analicé los datos de HARPS, Cristina Rodriguez del IAA organizó el seguimiento con el telescopio ASH2, y Yiannis Tsappras (Heidelberg) organizó el seguimiento fotométrico con LCOGT». Cuando le preguntamos acerca de lo que supuso para el equipo la respuesta fue la siguiente: «Todos pusimos muchos esfuerzos. Esta no era una colaboración financiada explícitamente. La única recompensa era participar en el artículo si es que había algo a reportar. Todo el mundo puso muchas horas y trabajo rápido para tenerlo todo a punto para mandar a publicar en menos de un mes. Supongo que todos lo celebraron a su manera. ¡Nunca nos hemos reunido todos juntos en el mismo sitio!» Nuestra más sincera enhorabuena al Dr. Guillem Anglada y a todo el equipo que colaboró.
            Próxima Centauri ya era punto de mira desde principios del 2016 debido al proyecto Starshot, en el que participa Stephen Hawking y que pretende iniciar la era de los viajes interestelares. Consistiría en una flota de sondas minúsculas ancladas a unas gigantescas velas y que estarían impulsadas mediante láseres desde La Tierra. Esta suerte de ingenios parecidos a barcos veleros llegarían a un 20% de la velocidad de la luz, donde ya se notarían los efectos relativistas en lo referente al paso del tiempo. Para hacernos una idea de lo lejos que está hagamos una comparativa: con el proyecto Starshot se tardarían 20 años en llegar a Próxima Centauri, si usáramos la nave New Horizons que llegó a Plutón el tiempo empleado sería de casi 20.000 años y si viajásemos en el Apollo 11 que pisó la Luna por primera vez, nos costaría llegar nada menos que 202.000 años.
            Visto así ya no parece tan fácil... aún quedan muchísimas tecnologías por descubrir para poder llegar este nuevo mundo, sin embargo, es lógico pensar que se trate de nuestro primer destino en lo referente a viajes interestelares. Sea como sea ésta parece la primera misión que iniciará una generación, pero será la siguiente la que reciba los resultados. La búsqueda de vida extraterrestre sigue su curso y como decíamos al principio, la Tierra es por ahora el único mundo conocido. Si descubrimos vida en otros mundos resultará que ya no somos tan especiales y nuestro concepto de la misma cambiará radicalmente; nos daremos cuenta de que la vida podría ser la norma en el universo y que ésta aparece a la mínima oportunidad que tiene. Por otro lado, si realmente somos el único mundo con vida, o somos los primeros en aparecer en este aún joven universo, no puedo dejar de sentir una enorme responsabilidad. Tenemos la obligación de aprender a gestionar nuestra casa que llamamos Tierra, aprender a vivir todos unidos y en paz con un objetivo común, prosperar como especie inteligente que somos.



Rubén Blasco – Agrupación Astronómica de Huesca.

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