Asteroides y cometas visitados por sondas espaciales

Por Fernando Sa Ramón 

Para quienes nos apasionamos por el cosmos y los misterios que entraña el Universo, una parte muy fascinante de la industria espacial es el lanzamiento de sondas que visitan y nos traen imágenes y muestras de los rincones más remotos a los que la humanidad aún no llega.

Representación artística de la sonda espacial Stardust de NASA. Imagen de dominio público.

Además de los planetas y varios de sus satélites, nuestras sondas espaciales han visitado 31 cuerpos en misiones que constituyen solo una parte de la industria espacial: 14 asteroides, otros 3 de forma demasiado lejana como para obtener datos fiables (marcados con un *), 4 objetos transneptunianos (3 de ellos, con *), Ceres y el conjunto de Plutón-Caronte, que son planetas enanos, y 8 cometas.

Una de las cosas más impresionantes de estas misiones es que ¡casi todas ellas han visitado más de un cuerpo menor del Sistema Solar! Aparte de sus misiones concretas, también hay que recordar que reciben impulso por asistencia gravitatoria, con lo cual, además, algunas también aprovechan para fotografiar planetas y recopilar datos al aproximarse para obtener ese empujón gravitatorio y ganar velocidad mediante la citada maniobra. Aquí compartimos una lista, por cronología y por naves, de estas misiones:

1985: la nave de la NASA, un observador solar denominado I.C.E. en segundo nombre, ya que previamente fue I.S.E.E.-3, fue enviada a 7800 km del cometa 21P/Giacobini- Zinner, de aproximadamente 2 km, que también es un PHC, peligroso para la Tierra. Fue la primera vez que se logró algo así, y también se acercó, en 1986, al cometa 1P/Halley, junto con una flotilla de naves espaciales que se envió al paso del cometa y que se van a ir citando.

1986: las naves de la antigua URSS, Vega 1 y Vega 2, habían pasado primero por Venus y dejaron allí sus aterrizadores, y se acercaron a 8900 y 8000 km del famoso 1P/Halley, de 16 x 8 x 8 km. Las sondas japonesas Suisei y Sakigake pasaron a 151 000 y 7 000 000 km (*éxito parcial, por tanto). La Giotto de la ESA (Agencia Espacial Europea) se acercó a sólo 596 km y se tomaron fotos de un núcleo cometario por primera vez; y, como sobrevivió a tan peligroso encuentro, fue enviada al cometa 26 P/Grigg-Skejellerup, de 2,6 km, al que llegó en 1992 acercándose a 200 km; pero no pudo hacerle fotos porque la cámara se había dañado en la aproximación al Halley.

1991: la nave Galileo, de la NASA + Alemania, pasó a 1200 km del asteroide (951)Gaspra, de 18,2 x 10,5 x 8,9 km, del cinturón principal de asteroides, tipo S, siendo el primer asteroide visitado por una sonda espacial. En 1993, esta sonda se acercó a 2390 km del asteroide (243)Ida, 58,8 x 25,4 x 18,6 km, también del cinturón, coronis tipo S, y descubrió su satélite Dactylo, 1,6 x 1,4 x 1,2 km. Seguidamente, continuó su viaje hasta Júpiter, donde una pequeña sonda que incluía se sumergió para enviarnos datos durante unos minutos. Años después de su imponente misión y de recabar una ingente cantidad de información, la propia nave Galileo se hundió en Júpiter para evitar posibles contaminaciones en sus satélites, como hizo el 15-9-17 la Cassini en Saturno (cuando se comenzó a preparar este artículo, hace un tiempo, estos dos hechos aún no habían sucedido, y las visitas a los últimos asteroides, tampoco, lo cual ha obligado a cambiar los textos varias veces).


Composición comparativa, a la misma escala y con fotos reales, de algunos de los 31 asteroides y cometas visitados y fotografiados hasta hoy (Emily Lakdawalla, The Planetary Society).

1997: la NEAR-Shoemaker de la NASA (recordemos, NEA = asteroides cercanos a la Tierra) llegó a 1200 km del (253)Mathilde, 66 x 48 x 44 km., del cinturón principal, tipo C. Y, entre 1998 y 2001 orbitó el (433)Eros, 33 x 13 x 11 km., clase Amor (más allá de la órbita terrestre), tipo S. Fue el primer asteroide en ser orbitado y, además, el primero en el que se aterrizó, aunque fue de manera más o menos imprevista y casual, debido a pequeños fallos no calculados.

1999: la Deep Space 1 de la NASA, estuvo a 21 km del asterd. (9969)Braille, 2,1 x 1 x 0,6 km, un cruzador de la órbita de Marte, tipo Q. Y a 2171 km del cometa 19P/Borelli, 8 x 4 x 4 km en 2001; después falló y se perdió.

2000: la nave Cassini- Huygens del grupo conjunto NASA + ESA + Italia, de camino a Saturno (donde se encontraba hasta hace poco deslumbrándonos con sus fotografías y datos, como se ha nombrado), fotografió al asterd. (2685)Masursky * a 1,6 millones de km, por lo que solo se tienen datos aproximados del mismo (unos 20 x 15 km); del cinturón y tipo S.

2002: la Stardust de la NASA visitó el asterd. del cinturón (5535)Annefrank, 6,6 x 5 x 3,4 km, a 3100 km, y en 2004, pasó a 240 km del cometa 81P/Wild 2, de 5,5 x 4 x 3 km, siendo la primera en recolectar y traer a la Tierra unas muestras de polvo de la cola de un cometa, dos años después.

2005: la Hayabusa, de Japón, llegó al asterd. (25143)Itokawa, un Apolo (que cruza la órbita terrestre), tipo S, de 0,5 x 0,3 x 0,2 km, el más pequeño visitado hasta el momento; en él aterrizó (aunque, quizá, es más acertado decir «se posó» o «se sujetó», debido a la poca gravedad), extrajo unas muestras de rocas y regresó a la Tierra con ellas cinco años después. Dicho así parece tan sencillo como ir al campo a recoger unas rocas, pero es algo infinitamente más complejo y una hazaña sin precedentes. También fue la primera nave que no era de la NASA en ir a un asteroide.

2005: la nave Deep Impact de la NASA estuvo a 80 km del cometa 9P/Tempel 1, de 7,6 x 4,9 km, y lanzó contra este un impactador para estudiar el efecto producido. Se amplió esta misión con el nombre de Deep Impact/EPOXI y, en el 2010, pasó a 700 km del cometa 103P/Hartley 2, de 2,2 x 0,5 km, el más pequeño visitado hasta ahora.

Representación artística de la sonda espacial Deep Impact. Imagen de dominio Público.

2008: la famosa nave Rosetta, de la ESA, pasó a 800 km del asterd. (2867)Steins, de 6,7 x 5,9 x 4 km, del cinturón, tipo E; luego, en 2010, a 3160 km del asterd. (21)Lutetia, 132 x 101 x 76 km (el mayor visitado hasta ese momento), del cinturón, tipo M. Y continuó su hibernado y silencioso viaje hasta llegar al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, 5 x 4 x 3 km, en 2014. Fue el primer cometa en ser orbitado, y el módulo Phillae, enviado desde Rosetta, aterrizó primero sobre él. Tras meses de estudios, la propia Rosetta también se envió a su superficie, y, ahora, cometa y sondas viajan unidos en la cambiante órbita de este cuerpo menor.

2010: la sonda Stardust/NExT de la NASA llegó a 58 km del cometa 9P/Tempel 1 (segunda visita) y fotografió el cráter dejado por su predecesora, Deep Impact, cinco años antes.

2012: la nave Chang’E 2, de China, pasó a sólo 3,2 km del asterd. (4179)Toutatis, un Apolo PHA (peligroso), tipo Sk, de 4,6 x 2,3 x 1,9 km. Lo hizo después de su misión orbitando la Luna, y es la primera epopeya China de estas características, aunque parece que no va a ser la última.

2011: la Dawn de la NASA llegó, orbitó y estudió el asteroide mayor del cinturón principal, o protoplaneta, (4)Vesta, de 530 x 470 km, durante 14 meses. Después lo dejó y fue al planeta enano del cinturón (1)Ceres, 965,2 x 961,2 x 891,2 km, en el que se encuentra en la actualidad. Por tanto, fue la primera nave interplanetaria que orbitó dos cuerpos distintos en un solo viaje, y, de momento, la única. A principios de noviembre de 2018 se dio por perdida (pocos días después del adiós al telescopio espacial Kepler), ya que los científicos no se han podido volver a comunicar y se ha debido agotar su combustible. Presumiblemente, permanecerá unos cincuenta años en órbita antes de estrellarse sobre Ceres.

2014: como se ha visto, Rosetta en el Churyumov.

2015: en su viaje a las zonas más alejadas del Sistema Solar, la New Horizons primero fotografió al asterd. (132524)APL *, de unos 2,3 km, del cinturón, tipo S, desde 101 900 km (por tanto, tampoco se considera como visita auténtica) y continuó su camino. Es una de las naves más veloces que se encuentran en nuestro sistema Solar, y la más rápida sin contar con las que realizan órbitas en los grandes planetas y en el Sol (que alcanzan velocidades mucho mayores para contrarrestar la atracción gravitatoria), y en 2015 pasó a unos 12 500 km del planeta enano Plutón, o (134340)Pluto, maravillándonos a todos con las inesperadas imágenes del conjunto Plutón-Caronte y sus satélites. Fue el primer transneptuniano visitado, y, seguidamente, la nave se dirigió al siguiente objetivo, 2014MU69, en el cinturón de Kuiper; estudió el transneptuniano 1994JR1 *, de camino, y, así, se pudo descartar que fuera un cuasisatélite de Plutón, como se pensaba; y ha fotografiado a los objetos 2012HZ84 * y 2012HE85 * (las fotografías más lejanas de la historia hasta ese momento). Pero su viaje continúa.

Composición comparativa, a la misma escala y con fotos reales, de algunos cometas y asteroides con los recién visitados Ryugu, Bennu y el rojizo transneptuniano MU69 Arrokoth (NASA/The Planetary Society, con retoque de color del autor).

2018: la sonda japonesa Hayabusa-2 llegó, a finales de junio, al asteroide (162173)1999JU3 (Ryugu), de unos 900 m y forma aproximada de octaedro redondeado. En su superficie han estado 4 pequeños aparatos que portaba la nave principal (Minerva II 1A y 1B, MASCOT y Minerva II 2) que han realizado diversos estudios. Por último, en marzo y en abril de 2019 la nave se acercó hasta la superficie y recolectó material, superficial la primera vez y más interior la segunda (tras hacer un cráter artificial con un proyectil) para traer muestras a la Tierra como hizo su predecesora Hayabusa, del asteroide Itokawa.

2018: la nave y misión de la NASA llamada OSIRIS-REx llegó al asteroide (101955)Bennu el 3 de diciembre; permaneció en órbita alrededor de este cuerpo, de unos 490 m de diámetro (el más pequeño orbitado hasta ahora) y de forma parecida al Ryugu durante unos meses realizando varios estudios y, finalmente, recogió unas muestras «absorbidas» por un brazo especial para traerlas a la Tierra a finales de 2023. La muy baja gravedad y la rotación rápida de este asteroide hacen que algunas rocas escapen de su superficie; unas regresan, otras quedan en inestables órbitas y otras se escapan al espacio, algo inesperado que, unido al rocoso e irregular terreno, obligó a rediseñar el «aterrizaje» (más bien, solo posarse).

2019: la New Horizons pasó a unos 3500 km del transneptuniano 2014MU69 (llamado Arrokoth, nombre oficial de la I.A.U., antes Ultima Thule) el primer día del año, y esto supone otro hecho histórico, al ser el objeto más lejano visitado. Es un antiquísimo resto de los principios de la formación del Sistema Solar, y un curioso cuerpo doble con forma de cacahuete o de muñeco de nieve (binario de contacto), aunque más aplanado, de color marrón-anaranjado y un tamaño de unos 33,5 x 19,5 km.

2022: la nave DART de la NASA llegó al asteroide Dídimo, de casi 800 m, que tiene un pequeño satélite, Dimorfo, de unos 160 m. La misión se preparó para que la sonda chocara contra Dimorfo y estudiar los resultados en una prueba de «defensa planetaria» desviando un asteroide por primera e histórica vez, desde varios telescopios en la Tierra y en órbita, y desde allí, con un pequeño cubesat con cámaras que se desprendió de DART poco antes del choque. Esto fue el 26 de setiembre.

Hay más misiones proyectadas para el futuro cercano, como la HERA al asteroide Dimorfo para ver el cráter del impacto de DART, (16)Psyche con una nave del mismo nombre, Lucy, de la NASA, ¡a siete asteroides troyanos en una sola misión! China planea enviar dos naves al Cinturón de Kuiper, además de las que volverán a planetas y sus satélites. 

Cabe destacar que todo lo anterior no es más que un breve resumen de unos hechos asombrosos, y resumirlos en estas líneas es casi injusto; por eso, quien quiera, puede investigar por su cuenta estos hechos históricos y maravillarse de cómo se hace algo así, con los datos que hablan de sus éxitos y sus descubrimientos, y con las numerosas vicisitudes y contratiempos que se producen en estas y otras misiones, aun cuando salen bien. Y, quizá, sentir una «sana envidia» de las personas que pueden proyectar algo tan complejo, unos hitos portentosos en la historia de la humanidad, aunque no siempre se les da el debido reconocimiento. 

¿Se ha mencionado que se dan algunos fallos?

Por descontado que ha habido errores, pero no hacen sombra a los fascinantes éxitos. Veamos unos pocos ejemplos:

  • La nave japonesa Sakigake observó de lejos al cometa Halley, y tenía previsto dirigirse a los cometas 45P/Honda-Mrkos-Pajdusakova y 21P/Giacobini-Zinner, pero se perdió la comunicación; y la Suisei, que también casi visitó al Halley, debía dirigirse luego al Giacobini y al 55P/Tempel-Tuttle, pero, en este caso, no lo logró por falta de combustible.
  • La sonda Contour de la NASA tenía previstos 3 cometas, 2P/Encke, 73P/Schwassman-Wachmann y 6P/d’Arrest, pero perdió contacto al poco de despegar.
  • La Hayabusa japonesa realizó con éxito su misión, pero también portaba una pequeña sonda de 500 gramos llamada Minerva que se envió hacia el asterd. Itokawa, y falló, al parecer, por unos problemas de medición de las distancias, con lo que pasó de largo y se perdió en el espacio.
  • Rosetta no estaba determinada para el cometa Chury, pero los científicos se las arreglaron para que llegara a él tras fallar el lanzamiento que la hubiese llevado al 46P/Wirtanen (el cual, por cierto, cambió dos veces de órbita en poco tiempo al acercarse a Júpiter).
  • La pequeña Phillae no aterrizó bien en el Churyumov y rebotó hasta quedar atascada en unas rocas, pero, aun así, pudo realizar parte de su misión.

Otras naves han «visitado» varios objetos planetarios, pero ha sido de pasada mientras se dirigían a su objetivo final, como la New Horizons, que pasó muy cerca de Plutón mientras se dirigía a la zona del cinturón de Kuiper; o la Cassini que pasó por Júpiter, o bien para recibir un tirón gravitatorio con el fin de ganar velocidad e impulso ahorrando combustible. Estos métodos no son para entrar en órbita, aunque sí permiten realizar numerosos estudios y fotografías aprovechando la maniobra.

Somos afortunados

Nuestras generaciones han tenido la impresionante suerte de poder estudiar el pasado, de ver el desarrollo de la Astronomía moderna y de asistir a todos estos hechos y muchos más; es de suponer que las generaciones futuras contemplarán más todavía. Sólo es de esperar que no se diluya la inmensa importancia de todo ello por falta de divulgación o por la rutinaria sucesión de tan extraordinarios acontecimientos.  

«En 5000 millones de años, la Tierra será absorbida por el Sol. Lejos de casa, inalteradas por tan remotos acontecimientos, las sondas Voyager, portadoras de la memoria de un mundo perdido, continuarán navegando por el espacio».

Carl Sagan, astrónomo y divulgador


El primer paseo espacial: Una aventura contada por el abuelo Alexei

 Por Luis Escaned

El 18 de marzo del 1965, hace 60 años, el astronauta soviético Alexei Leónov se convirtió en la primera persona del mundo en hacer un paseo espacial y flotar libremente en el espacio fuera de la cápsula durante la misión Voskhod 2.
Esta historia de ficción, en formato de cuento para dormir y con Leónov como protagonista, está inspirada en la novela La princesa prometida, donde el abuelo le cuenta una historia a su nieto que está en cama por un resfriado.

Cuadro de Alekséi Leónov. Recreación de la primera caminata espacial, protagonizada por el propio Leónov. Imagen de Soviet Russia en Flickr, con licencia de uso no comercial. 

El teléfono sonó cortando el silencio de la tarde como un cuchillo. Alexei contestó con esa voz grave que parecía cargar con el peso de la historia. Al otro lado, la voz de su hija Oksana resonaba con mezcla de urgencia y preocupación:

—Papá, Svetlana está resfriada. Necesito que alguien la cuide. ¿Podrías venir?

Alexei no lo dudó, su nieta era su alegría. La imagen de la niña con la nariz enrojecida y esa tos persistente que le sacudía el pecho lo conmovió. Se vistió con parsimonia, como si aún llevara el traje espacial que lo había mantenido con vida en el frío del cosmos, y se dirigió a casa de Oksana.

 Al llegar, encontró a Svetlana en la cama, rodeada de libros y muñecos de peluche. A pesar del resfriado, la niña sonrió al verlo.

—¡Abuelo! Cuéntame un cuento —pidió con esos ojitos que brillaban como estrellas. Alexei se sentó a su lado, tomó la pequeña mano y comenzó a narrar. No sería un cuento de hadas, sino la historia de su propia odisea, la que lo llevó más allá de la Tierra.

—Svetlana, ¿sabes lo que es el espacio? —comenzó, con esa voz que parecía salir de un lugar profundo—. Es un lugar inmenso, oscuro, lleno de estrellas que titilan como diamantes sobre un manto negro. Hace mucho tiempo, yo fui la primera persona en salir de una nave y flotar en ese vacío. Como un pez en un océano infinito. Fue… fue como un sueño.

La niña lo miró fascinada.

—Cuéntame más, abuelo.

—Bien —continuó Alexei mientras se ajustaba a la silla como si aún llevara el traje espacial—: Hace muchos años, me embarqué en la misión Vosjod 2. Cuando llegamos al espacio, me preparé para salir. Pero no era tan sencillo como abrir una puerta y salir a pasear. Tenía que ponerme un traje espacial. ¿Sabes cómo es un traje espacial? Es como una nave en miniatura. Pesado, incómodo. Te mueves como un pingüino. ¿Te imaginas a tu abuelo caminando como un pingüino? —Svetlana se rio, y Alexei continuó:

—Cada pieza, cada hebilla, cada tubo tenía que estar perfectamente ajustado. ¿Sabes por qué? Porque si no, perdería el aire. Y sin aire no hay respiración. Y sin respiración... bueno, no habría historia que contar.

Por una vez, creyó que no sería capaz de terminar la historia y que se le quebraría la voz al ver la mirada de orgullo de su nieta. A él, Alexei Leónov, astronauta, doctor en Ciencias y Filosofía, héroe de la Unión Soviética.... que estuvo a punto de morir en el espacio o carbonizado cuando el módulo de servicio no se separaba de la cápsula de reentrada, y el guiado automático no funcionaba, lo que hizo que cayeran en los bosques de los Urales y estuvieran a punto de morir de frío o devorados por lobos y osos, y aún así conteniendo siempre el muro de miedo que ahora una niña enferma amenazaba con derribar. Su nieta lo miró con seriedad:

—¿Tuviste miedo, abuelo?

Alexei hizo una pausa.

—Sí, Svetlana. Tuve miedo. Pero el miedo no es malo. Te mantiene alerta. Te hace sobrevivir. Aunque, en ese momento, no sabía si sobreviviría. Pero no sufras, terminó bien, estoy aquí. ¿Sabes? Te veo un poco nerviosa, mejor lo dejamos y continuo más tarde.

—¡Nooo! Continúa, por favor, estoy bien, de verdad.

Continuó relatando cómo, al intentar regresar a la nave, su traje se había hinchado como un globo, lo que imposibilitaba su entrada.

—Imagina a tu abuelo, atrapado en un traje de muñeco Michelin, intentando entrar en una nave que no daba para más. 

—¿Y luego? —preguntó Svetlana con los ojos como platos.

—Tuve que desinflar el traje, soltar el aire poco a poco, hasta que pude entrar. Pero con las prisas entré al revés, la puerta estaba a mis pies, y no podía cerrarla. Fue como tratar de girar en una caja de cerillas.

—Debió ser muy difícil —dijo Svetlana.

—Sí, nunca había sudado tanto, ¡perdí 6 kilos! —sonrió mientras le tocaba la frente para ver si aún tenía fiebre. La niña lo miró con admiración.

—Eres un héroe, abuelo.

Alexei se rio con un sonido grave y cálido.

—No, Svetlana. Solo un hombre que tuvo suerte. Y que orinó en la rueda del autobús que nos llevó al cohete. Eso, según la tradición, asegura que nada malo te pasará.

—¡Abuelo! Eso no está bien. ¿Lo sabe mamá? —preguntó la niña escandalizada. 

—Creo que sí. No es un secreto —respondió Alexei con una sonrisa.

—No lo creo abuelo, de todas formas, yo no se lo diré, no creo que le guste, pero me tienes que contar el resto de la historia.

—A sus órdenes —respondió el abuelo con un saludo militar.


Parche conmemorativo de OneWeb para el lanzamiento de su satélite,
dedicado a Alexei Leónov en el aniversario 55 de su caminata espacial.

Cuando Oksana regresó, encontró a su padre y a su hija profundamente unidos por la historia. Alexei Leónov, el cosmonauta que había conquistado el espacio, había conquistado también el corazón de su nieta. Su aventura espacial se había convertido en un cuento de hadas, real y mágico, contado por el hombre que lo vivió. Y Svetlana, con la fiebre bajando y una sonrisa en los labios, dormía tranquila, soñando con estrellas y pingüinos espaciales.

Leyendas, historias y relevancia de las misiones a la Luna

 Por Fernando Sa Ramón

Como hemos dicho en la primera entrada sobre la llegada a la Luna, la trascendencia de este acontecimiento lo ha llevado a ser objeto de teorías de conspiración, pero también de historias tan curiosas como excéntricas, y por sobre todo, más que nunca debemos reflexionar sobre su importancia para la humanidad.

La Luna sobre la Basílica del Pilar, Zaragoza. Fotografía de Íargo (AAHU). Julio de 2024.

Existen algunas historias curiosas poco claras acerca de objetos que se llevaron a la Luna y se volvieron a traer para conmemoraciones y otros actos, unos promovidos por la administración, otros no tanto.

Mucho después de esos años de misiones a la Luna, en 1998, se envió una urna funeraria con las cenizas del geólogo y astrónomo Eugene M. Shoemaker, que se hizo estrellar en el polo sur selenita. Ahora, cada día hay más funerarias que envían cenizas al espacio y que pronto lo harán a la Luna.

Otra historia que circula mucho en Estados Unidos, aunque muy poco conocida fuera del país, cuenta que Stuart Roosa llevó en el Apolo 14 un pequeño contenedor con unas 450 semillas de diversos árboles que le dio el Servicio Forestal para estudiar si se verían afectadas por la radiación o la ingravidez. Estas semillas regresaron y todas germinaron con normalidad, se plantaron en diversos lugares del país y en otros países donde fueron enviadas. Estas plantas se conocen como «árboles de la Luna», y hasta la actualidad, se pueden comprar brotes descendientes de ellos.

En una tónica más escalofriante, desde esa época de la Guerra Fría, Estados Unidos pensó en detonar armas atómicas en la Luna, a través del proyecto A119, al igual que la Unión soviética, con el proyecto Ye-4. Se desconoce quién lo ideó primero, o si las redes de espionaje entre ambos países han dado la respuesta de uno a otro, como una forma de demostrar su poderío y para que se viera desde aquí la explosión. No obstante, solo se vería un destello, puesto que no hay atmósfera ni oxígeno para formar el típico hongo atómico.

El rover Yutu 2 desde la Chang’e 4, en la cara oculta de la Luna (CNSA)

Bien se nos vale que, al parecer, se impuso la cordura o la simple suerte de que no pudieran o no quisieran hacerlo. Es probable que, debido a la baja gravedad lunar, se produjera una lluvia radiactiva y de fragmentos sobre la Tierra a los pocos días y, quizá, un anillo de polvo y rocas alrededor de la Luna y de la Tierra.

Como se ha comentado en varias ocasiones, la necesidad de resumir una historia de esta magnitud en tan pocas líneas, como muchas otras sobre la exploración espacial, es una pena y es injusto, por eso es muy recomendable investigar por cuenta propia todos estos hechos para dejarse fascinar y maravillar por algo que es mucho más complejo y amplio de lo que parece, y que da para escribir mucho más, y va desde los deslumbrantes aspectos tecnológicos, como las pruebas de motores, combustibles, aparatos y cohetes, cálculos matemáticos, antenas y telecomunicaciones (incluidas las de Robledo de Chavela, en Madrid), los trajes, los giroscopios, los ordenadores de vuelo, unos «prodigios» de su época ,de 35 kilos de peso y con 72 kilobytes de memoria (miles de veces menos que un teléfono móvil actual, hasta los seres humanos, con sus entrenamientos, los accidentes, las improvisaciones, la comida, las necesidades fisiológicas, los mareos, el descanso, las relaciones entre astronautas, las cuarentenas tras regresar a la Tierra, los recortes de presupuestos y proyectos, la oculta labor de muchas científicas, ocultas no solo por el sexismo sino también por el racismo de la época, etc.


El telescopio de ultravioletas S201 con Charlie Duke detrás, durante la misión Apolo 16. NASA.

Desde hace varios años, algunas instituciones y particulares promueven que se protejan los sitos de aterrizaje en la Luna y los artefactos que allí se encuentran, por medio de la Ley Nacional de Preservación Histórica (NHPA) de Estados Unidos y la UNESCO (como posibles lugares Patrimonio de la Humanidad), para preservarlos del posible olvido y de futuros saqueos y negocios con los restos.

Ir a la Luna no es nada fácil; volver con vida, menos todavía. Pero se puede, y se debería volver a hacer. De hecho, es muy probable que pronto lo hagan empresas privadas. Hace falta una legión de personal científico y de ingeniería; y una enorme cantidad de dinero: aproximadamente, entre la décima y la centésima parte de lo que el mundo se gasta cada año en armamento, y esto lo digo con toda la ironía posible. Enviar un satélite no tripulado a estudiar Saturno o un cometa cuesta la milésima parte del gasto en armas; construir un hospital en un país desfavorecido, la diezmilésima parte, sólo por poner unos ejemplos. Nuestros absurdos dirigentes gastan miles de veces más en armamento y en guerras que en investigación científica, sanidad o educación; y se permite. Somos una especie muy rara…


«Si les parece duro ir a la Luna, deberían probar a quedarse en casa esperando».

Barbara Jean Atchley, cuando era esposa de Eugene Cernan.

Con los pies en la Luna - Parte III

Hemos hablado en las entradas anteriores sobre las visitas a la Luna y los objetos traídos de ella, pero el ser humano ha dejado algo más que su huella en la Luna: 175 toneladas de materiales se han ido quedando sobre la desprotegida superficie lunar. Hagamos un pequeño inventario de ellos.

Uno de los Rover lunares LRV de la NASA.

Alrededor de 175 000 kg de objetos han quedado en la Luna desde que tuvo lugar el comienzo de este hito espacial, repartidos en decenas de aparatos y restos de naves que fallaron de varios países, la mayoría de Estados Unidos y Rusia, y, recientemente, dos de China, una de Israel y una de India. Y también estrelladas a propósito, una de Europa, una de India, dos de Japón y la fase de ascenso de la Chang’e 5, aparte de las diversas naves que están en órbita constantemente.

Los materiales mayores son las fases S-IVB de los cohetes Saturno y los módulos lunares de descenso (de aterrizaje), y, después, sismógrafos, reflectores para láser de mediciones, vehículos robotizados y rovers para astronautas, dos telescopios, y multitud de pequeños objetos, muchos de ellos abandonados para aligerar y facilitar el despegue o para intercambiar su peso por rocas: bolsas de basuras y desechos biológicos de astronautas, cámaras de fotografía y de televisión, botas, herramientas, una pluma, pilas y baterías, banderas, fotografías, un disco, pelotas de golf, medallas e insignias, una pequeña escultura, una urna funeraria… (en Marte, hasta ahora, sólo hay unas 8 toneladas de naves, restos y vehículos, y unas 22 toneladas en Venus).

El primer objeto en llegar a la superficie de la Luna fue la nave Soviética Luna 2, estrellada a propósito en setiembre de 1959.

Foto de la LRO en la que se ven la etapa de descenso del Apolo 17 (llamada Challenger), el rover lunar, la estación de experimentos ALSEP y numerosas huellas. @NASA.

Las fases S-IVB de los cohetes Saturno fueron las que impulsaron hasta la Luna a los módulos de servicio y lunares. Una vez en órbita lunar, las fases se estrellaron a propósito contra la superficie, lo cual se aprovechó para realizar mediciones sismográficas (exceptuando la del Apolo 11, lógicamente).

Los módulos lunares estaban formados por dos bloques unidos que alunizaban. Al acabar los trabajos en superficie, los dos astronautas regresaban al módulo de mando y servicio, que esperaba en órbita con su compañero, mediante el módulo de ascenso, y la otra mitad, el módulo de alunizaje, quedaba allí para siempre. En las 6 ocasiones, volvieron a la Tierra con los módulos de mando, y los de ascenso se dejaron en órbita lunar y ya se estrellaron, excepto el del Apolo 10, que sirvió de pruebas y quedó en órbita solar, donde aún permanece, pero no se sabe en qué lugar concreto.

El pequeño rover Yutu 1 visto desde la Chang’e 3 (CNSA; foto procesada por Emily Lakdawalla,
The Science and Application Center for Moon and Deepspace Exploration).

Sobre la Luna también se encuentran varios vehículos robotizados norteamericanos, otros de la antigua Unión Soviética y dos recientes de China, más varias sondas no móviles de los dos primeros y dos de China (que portaban esos dos vehículos), el aterrizador de la Chang’e 5 (cuya nave de retorno trajo muestras a la Tierra), y los 3 rovers todoterreno (o LRV, o roving, o moon buggies) con los que los astronautas recorrieron 91 km por la Luna y recogieron muestras (misiones Apolo 15, 16 y 17). Llegaron a ella plegados en cajas y se desplegaron allí, donde permanecen, al igual que los rastros dejados por ellos y por los astronautas en sus misiones, todos observados y fotografiados, hoy día, por varios satélites.

Un inventario singular de objetos de lo más variados

La siguiente es una lista no exhaustiva de los objetos y materiales que permanecen en la Luna:

  • Los restos de varias naves soviéticas y norteamericanas que se estrellaron por fallos diversos. Y, recientemente, los de la nave que envió Israel con financiación privada, y los de otra nave de India.

  • Restos de otras sondas, estrelladas a propósito, dos de Japón (agencia JAXA), una de Europa (ESA) y una de India.

  • 6 pequeñas estaciones de experimentos alimentadas por plutonio (RTG), con sismógrafos, gravímetros, espectrómetros, magnetómetros y otros aparatos y detectores (de polvo, partículas, iones, temperatura), llevadas por las misiones Apolo: la del Apolo 11 se denomina EASEP (Early Apollo Scientific Experiment Package), y las cinco siguientes, ALSEP (Apollo Lunar Scientific Experiments Package).
  • Varios reflectores para medición por Laser desde la Tierra (LRRR), tres instalados por los Apolo y dos en los Lunojod soviéticos. Así se ha podido saber con gran precisión que la Luna se aleja de nosotros 3.8 centímetros por año, además de comprobar otros datos gravitatorios.

  • Dos pequeños telescopios para ultravioletas, el primero llevado por Apolo 16 en 1972, y uno más reciente, también para ultravioletas, que llevó la nave china Chang’e 3 en 2013.

La sonda china Chang’e 3 vista por su rover Yutu 1 el 13 de enero de 2014 (China National Space Administration, CNSA; foto procesada por Emily Lakdawalla, The Science and Application Center for Moon and Deepspace Exploration).

  • Cámaras de televisión y de fotografía. Algunas cámaras grabaron los despegues de los módulos de ascenso, otro de los hechos más impresionantes.

  • Contenedores con desechos biológicos y bolsas de basuras. Aunque sea un sucio y problemático asunto, no es probable que presenten ya riesgos biológicos después de tanto tiempo recibiendo altas dosis de radiaciones sin protección. Una de las bolsas de heces (sí, ¡dejaron heces!) llegó al suelo lunar antes que Armstrong, ya que la tiró él antes de bajar del módulo lunar (tenían esa orden), y aparece en algunas fotografías.
     
Neil Armstrong, la bandera dejada por Apolo11, huellas, y... una bolsa de caca junto a la pata del módulo Eagle, en la parte izquierda de la imagen. @NASA.
  • Baterías y pilas desechadas.

  • Botas, partes de los trajes de astronauta, cables, antenas, toallas, trípodes, bolsas, cajas, herramientas y una pluma de halcón. Se realizó el experimento de dejar caer una pluma y un martillo a la vez, en ausencia de atmósfera, para demostrar que caen al mismo tiempo, tal como dijo Galileo hace 400 años (David Scott, del Apolo 15).

  • Banderas norteamericanas plantadas por astronautas de las seis misiones Apolo. La primera (Apolo 11) fue tirada al suelo por el despegue de la fase de ascenso. Las demás, en consecuencia, se pusieron más alejadas de las naves.

  • Un disco con mensajes y saludos de varios países.

  • 2 pelotas de golf: Alan Shepard «pasó de contrabando» dos pelotas y un palo de golf en piezas y los usó en la Luna ante los asombrados ojos de la NASA (Apolo 14); el palo lo volvió a traer a la Tierra y lo donó a la Asociación Norteamericana de Golf. Este hecho fue una broma personal, pero, para algunos, quizá, es el gesto que más nos define como especie de todos los realizados en nuestro satélite; para otras personas lo será el haber llevado recuerdos o fotografías, o el traer muestras de rocas.

  • Medallas e insignias; al menos una medalla de la USAF de Ch. Duke, una insignia de plata de Alan Bean, las insignias de los fallecidos en el Apolo 1 y unas medallas conmemorativas de Yuri Gagarin (el primer ser humano y soviético en orbitar la Tierra) y Vladímir Komarov.

  • Una rama de olivo hecha de oro, que dejó Neil Armstrong (Apolo 11) como símbolo humano de la paz.

  • Una pequeña escultura de aluminio y una placa dejadas por David R. Scott (Apolo 15) en memoria de todos los astronautas y los cosmonautas (soviéticos) caídos, que murieron preparando la aventura de ir a la Luna.

Arriba, la rama de olivo de oro que dejó Neil Armstrong como símbolo de paz, Apolo 11.
Abajo, la pequeña escultura de aluminio y la placa en memoria de los astronautas fallecidos, dejadas por David Scott, Apolo 15. @NASA.







Con los pies en la Luna - Parte II

 Por Fernando Sa Ramón (AAHU)

¿Cuántas misiones ha habido hacia la Luna, quiénes han ido y qué nos han traido? Más sobre las misiones a la Luna.

Esquema del gigantesco cohete Saturno 5 con la fase S-IVB y los módulos lunares. Las fases S-IVB, las fases de Descenso y las de Ascenso, de todas las misiones Apolo, han quedado o se han estrellado en la Luna, excepto el módulo lunar de la Apolo 10 (apodado Snoopy), que está perdido en órbita solar, y las fases superiores de la Apolo 13, quemadas en la atmósfera terrestre a su regreso. @NASA.

En la entrada anterior, conocimos datos básicos sobrer las misiones a la
Luna. Hasta hoy se cuenta que ha habido unos 550 astronautas de 39 países en órbitas terrestres, y de ellos, solo 24 han estado en la Luna (alrededor o en la superficie). Existen algunos desacuerdos sobre la cifra, específicamente en cuanto a la definición de «astronauta»; por quienes han perecido en accidentes o en el despegue; y por los nuevos turistas multimillonarios que pagan fortunas por salir al espacio.

De esas aproximadamente 550 personas, solo 56 son mujeres. Gran parte de esto se debía al sesgo sexista que las ha excluido históricamente de esta y todas las disciplinas y áreas de conocimiento científico en general, siempre dominado por el hombre. También cabe decir que un posible factor haya sido que el umbral de exposición a las radiaciones espaciales es menor en las mujeres, y existe un riesgo ciertamente mayor de contraer cáncer debido a las glándulas mamarias y otras glándulas femeninas. Por los riesagos que hay tanto para hombres como para mujeres, de pronto, se limita la duración de las misiones para reducir el tiempo de exposición y garantizar la máxima seguridad posible a quienes viajan.

Antes de esas personas, tanto los países soviéticos como Estados Unidos (desde 1957), han enviado gran cantidad de animales y plantas a órbitas cercanas para su estudio, y esto, si bien hoy es éticamente cuestionable para mucha gente, se sigue haciendo (se han enviado perros, comenzando por la famosa Laika, y muchos monos, gatos e insectos de varias especies; tortugas, bacterias, virus, hongos, peces, ratones, plantas, etc.). En la última nave China, se envió un pequeño cargamento de semillas y huevos de moscas de la fruta para estudiar cómo les afecta la radiación y la escasa gravedad.

¿Qué nos han traído de la Luna?

Una de las cuestiones más llamativas de la estancia humana en la Luna es lo que se ha traído de ella y lo que se ha dejado en ella. Y no son pequeñas cantidades. Las misiones Apolo de EEUU trajeron 382 kilos de polvo y rocas: Apolo 11 trajo 22 kg; Apolo 12 trajo 34 kg; Apolo 14, 43 kg; Apolo 15, 77 kg; Apolo 16, 95 kg; y Apolo 17, (¡cuidado!) 111 kg. Unas sondas soviéticas no tripuladas fueron capaces de traer a la Tierra 326 gramos en esos mismos años: la sonda Luna 16, 101 g, la Luna 20, 55 g, y la Luna 24, 170 g.

El astronauta y geólogo Harrison H. Schmitt recogiendo arenilla lunar (regolito) en la misión Apolo 17. @NASA.

El penúltimo hombre en pisar la Luna, hasta la fecha, y el único que era científico (puesto que todos los demás pertenecían a las fuerzas aéreas), fue el geólogo Harrison «Jack» Schmitt, de la tripulación del Apolo 17. Podemos imaginar que un geólogo en la Luna es como la máxima aspiración de un ser humano hecha realidad… Se trajeron 111 kg de rocas lunares, de dos a cinco veces más que otras misiones, y se cuenta que sus compañeros le tuvieron que decir que ya bastaba de recoger muestras, o lo dejarían a él en la Luna a cambio. 

La mayor parte de estas rocas del programa Apolo se guardan en el Laboratorio de Recepción Lunar del Centro Espacial Lyndon B. Johnson, en Houston, Texas; otra parte menor en la base aérea Brooks, de San Antonio, Texas; y en unos pocos laboratorios y museos por todo el mundo; sólo tres de ellas se pueden tocar: una en el Smithsonian de Washington, otra en el Centro Espacial de Houston, y otra en la Universidad Nacional de México.

Muestras protegidas de rocas lunares en el Laboratorio de Recepción Lunar del Centro Espacial Lyndon B. Johnson de Houston. @NASA.

El gobierno de Nixon y la NASA regalaron unas muestras de las recogidas por las misiones Apolo 11 y Apolo17, junto con unas placas conmemorativas, a todos los estados de EEUU y a 135 países al principio de la década de los años setenta. Al parecer, como demuestran ciertas conductas humanas, algo tan interesante y bonito no se debería haber regalado así, y se ha perdido el rastro de más de la mitad de ellas (sí, en España también), otras ya no se exhiben al público, otras han sido robadas y, por supuesto, no faltan abundantes falsificaciones y un mercado ilegal de compraventa; en fin, cosas que suelen pasar cuando la ambición humana se topa con las obras de arte, reliquias y otros objetos «coleccionables».

En otro hecho histórico que injustamente no ha sido bien divulgado, la Agencia Espacial China trajo unos dos kilos de suelo lunar el 16 de diciembre de 2020. Todos los aportes, grandes o pequeños, han contribuido a nuestro avance como especie.

Roca lunar 16025 de anortosita férrica recogida por Apolo 16 cerca del cráter Descartes.
Museo Nacional de Historia Natural de Washington D.C.

Por otra parte, no se deben confundir las rocas lunares traídas por astronautas y por las sondas soviéticas y chinas con los meteoritos de origen lunar recogidos aquí, en la Tierra. La procedencia de estos últimos es natural y muy distinta: los pocos meteoritos lunares que se encuentran en la superficie terrestre están aquí porque, hace millones de años, algunos fuertes impactos de asteroides sobre la Luna arrancaron pedazos de su corteza y, tras vagar mucho tiempo en órbitas cercanas, algunos de esos fragmentos han caído en la Tierra (y lo mismo sucede con los de Marte).

Los meteoritos procedentes de la Luna y de Marte se pueden comprar y vender de manera legal (si bien son muy escasos y sus precios son disparatadamente altos), como el resto de meteoritos; pero las rocas lunares traídas no, y su comercio es ilegal porque se consideran un bien de la Humanidad y de la Ciencia. 

Los astronautas encontraron dos meteoritos sobre la Luna, en 1969 y en 1971. Es lógico suponer que hay muchos más que no han sido vistos; los robots que operan en Marte ya han fotografiado 20 meteoritos.


Con los pies en la Luna - Parte I

 Por Fernando Sa Ramón (AAHU)

Foto oficial de la tripulación de Apollo 11: Armstrong, Collins y Aldrin. @NASA

La llegada de la humanidad a la Luna es un acontecimiento que ha sido blanco de infinidad de teorías conspiratorias y negacionistas, a pesar de ser (o quizá porque es) uno de los hechos más trascendentales de la historia, desde lo social y desde lo evolutivo, al que mucha gente no otorga toda la importancia que merece.

Y tan importantes como la llegada a la Luna son las salidas al espacio hasta órbitas cercanas, el envío de máquinas no tripuladas a Venus, Marte y decenas de otros cuerpos del Sistema Solar. Son logros de una complejidad tecnológica y de una trascendencia mucho mayores de lo que cabe dimensionar y de lo que se cuenta.

A la Luna han viajado 24 hombres, como detallaremos después, pero no fueron los primeros seres vivos; los primeros fueron más pequeños, y no nos referimos a los monos y los perros (como Laika), pues éstos sólo estuvieron en órbitas terrestres. El programa espacial soviético Zond, de las décadas de 1960 y 1970, envió diversas naves automáticas a órbitas terrestres, a Venus, Marte y la Luna, con sus éxitos y fracasos. La primera nave en dar la vuelta a la Luna y regresar a la Tierra con éxito y la segunda en llegar a la Luna fue la soviética Zond 5 (una Soyuz 7K-L1), tres meses antes que el Apolo 8 norteamericano, y a bordo llevaba un cargamento de pequeños seres vivos: tortugas, lombrices, moscas, gusanos, plantas, semillas y bacterias.

Antes de llegar a la Luna, se hicieron numerosas pruebas y experimentos con los primeros misiles y cohetes, y mediante los programas Mercury y Gemini, de vital importancia para preparar el proyecto Apolo y el colosal Saturno 5, con sus 111 m, 3800 toneladas (3500 de combustible) y su gasto de 15 toneladas por segundo para sacar de la gravedad terrestre a los astronautas y su equipamiento. En la superficie de la Luna han estado 12 astronautas de Estados Unidos en 6 misiones Apolo (Apolo 11, 12, 14, 15, 16, y 17); 6 más permanecieron en órbita, puesto que, en cada misión, iban 3 hombres, 2 alunizaban y otro esperaba en el módulo de mando a que regresaran con la mitad del módulo lunar (módulo de ascenso) para acoplarse y volver a la Tierra. Y hay que añadir a las tripulaciones de las dos misiones destinadas a preparar la llegada de los primeros astronautas (en julio de 1969): Apolo 8, que orbitó por primera vez nuestro satélite con una tripulación humana, a finales de diciembre de 1968, pero sin aterrizar, durante sus diez órbitas de prueba, con lo cual, también, fueron los primeros en ver la cara oculta de la Luna (y los primeros en pasar de la influencia gravitatoria de la Tierra a la de la Luna); y Apolo 10 unos meses después, que realizó 31 órbitas y se acercó a sólo 14 km de la superficie.

Todos estos hombres, más los 3 del Apolo 13, que, tras la explosión en el módulo de servicio, sobrevolaron la Luna una vez y tuvieron que regresar a la Tierra sin alunizar, son los únicos que han estado en la Luna y han visto en directo su cara oculta, al menos una parte, ya que fueron en fase creciente o menguante para que la iluminación lateral, que produce sombras, ayudara a la navegación y los trabajos. Son 24 hombres en total, no 27, porque 3 estuvieron dos veces. La misión Apolo 9 sirvió para probar en órbitas terrestres los trajes espaciales, el módulo lunar y los ensamblajes entre módulos.

Vista de la Tierra desde la Luna, misión Apolo 11. @NASA

No ha vuelto a haber misiones tripuladas a la Luna, a pesar de algunos anuncios que no se han cumplido, aunque sí numerosas naves automáticas, vehículos robotizados y satélites. Las misiones Apolo 18, 19 y 20 fueron canceladas por falta de presupuesto, pero los cohetes Saturno aún se usaron varias veces más para otras puestas en órbitas. Tampoco han alunizado astronautas en la cara oculta, aunque se propuso; no se hizo porque es más peligroso y es necesario un satélite de apoyo para las comunicaciones. Hoy día sería un poco más fácil; de hecho, China ha logrado llevar una nave no tripulada con un rover en enero de 2019. 

Los 12 astronautas que pisaron la Luna fueron Neil Armstrong y Buzz Aldrin (Apolo 11), Charles Conrad y Alan Bean (Apolo 12), Alan Shepard y Edgar Mitchell (Apolo 14), David Scott y Jim Irwin (Apolo 15), John Young y Charles Duke (Apolo 16), Eugene Cernan y Harrison Schmitt (Apolo 17). 

Los 6 que los esperaron en órbita en los módulos de mando: Michael Collins (Apolo 11), Richard Gordon (Apolo 12), Stuart Roosa (Apolo 14), Alfred Worden (Apolo 15), Thomas Mattingly (Apolo 16) y Ronald Evans (Apolo 17). No es que tuvieran menos suerte, es que eran los mejores de entre los mejores pilotos, y en ellos se depositó la confianza de recoger a sus compañeros cuando volvían de la superficie lunar, una tarea muy delicada. 

Tripulación que orbitó la Luna con el Apolo 8: Frank Bormann, James Lowel y William Anders.

Tripulación que orbitó con el Apolo 10: Tom Stafford, John Young y Eugene Cernan.

Tripulación del Apolo 13: James Lowell, Fred Haise y John Swigert.

Nótese que James Lowell estuvo dos veces en órbita, pero nunca en la superficie, y que John Young y Eugene Cernan estuvieron una vez en órbita y otra en la superficie. No hay que quitar ni un ápice de importancia al hecho de que Neil Armstrong fuese el primero en pisar la Luna, pero tampoco olvidar que le tocó a él por casualidad, como podría haber sido cualquier otro, ni a los que murieron en las pruebas, ni la epopeya del Apolo 13, ni que fue una labor de equipo que involucró a unas 400 000 personas, entre personal científico, empresas y administración, y que costó más de 100 000 millones de dólares.

Si te interesa profundizar en los detalles de las misiones a la Luna, visita la siguiente entrada.


En primera fila

 Por Luis Escaned

Imaginemos que nos enteramos de que pronto se acaba el mundo. Imaginemos que sabemos la fecha exacta. ¿Cuántas películas han hablado de esto? Pero la realidad es que solo podemos especular sobre cuál sería nuestra reacción, porque nuestra especie, hasta ahora, no se ha visto ante un evento de tal magnitud.

Imagen de dominio público. @NASA

Pilar era una mujer común con una vida común, trabajaba en una oficina archivando papeles y respondiendo correos electrónicos, soñando con algo más emocionante. Cada mañana seguía la misma rutina: despertarse, preparar café y encender las noticias mientras desayunaba tostadas. Pero esa mañana en particular, las noticias no eran nada ordinarias.

«Se ha descubierto un asteroide, designado 2024 YR4, con un 2,8% a 3,1% de probabilidad de impactar la Tierra el 22 de diciembre de 2032», anunció el presentador con alegría, como si estuviera hablando del clima de primavera. Pilar casi escupe el café.

—¡Justo a tiempo para la Lotería de Navidad en España! —murmuró para sí misma, riéndose de lo absurdo—. Si me toca la lotería, tal vez compre un búnker, o una nave espacial, o una sombrilla realmente grande.

Mientras conducía al trabajo, la radio seguía con más noticias deprimentes: políticos indultando a otros políticos corruptos, jóvenes incapaces de comprar o alquilar viviendas, y preocupaciones sobre si habría pensiones para cuando ella se jubilara. «Bueno», pensó Pilar, «si no nos mata el asteroide, lo harán los políticos».

Con los años, el asteroide se convirtió en un ruido de fondo constante en su vida. Cada tantos meses había una actualización:

«¡El asteroide 2024 YR4 mide 50 metros de ancho!»

«¡La probabilidad de impacto ha aumentado a 25 %!»

«¡Está hecho de metal!»

Pilar no podía evitar bromear con sus compañeros de trabajo:

—Tal vez está hecho de oro. Si impacta, seré la primera en llegar con un pico.

Como siempre, sacaba de las casillas a algún compañero hipocondríaco que tenía en la oficina; lo hacía a propósito, siempre supo qué botón había de pulsar para provocarlo, era su don.

Para 2032, el asteroide ya no era una broma. Se había confirmado que impactaría sobre la Tierra, específicamente en Bolivia.

El mundo estaba en caos, las empresas cerraban, la gente acumulaba suministros, y los gobiernos se apresuraban a prepararse. ¿Y Pilar? Pilar tenía un plan diferente, estaba cansada de la monotonía, de las malas noticias interminables y de la sensación de que la vida pasaba frente a ella sin color. Si el mundo iba a acabarse, ella se despediría con estilo.

Desierto de Salvador Dalí, Departamento de Potosí, Bolivia. Foto de Diego Delso. CC BY-SA 4.0

Compró un billete de avión a Bolivia, preparó una maleta pequeña con lo esencial, incluida una botella de su vino favorito, y se embarcó en lo que llamó su «Aventura del Asteroide». Cuando llegó, se dirigió al desierto de de Dalí, en Pampa Jara, solo lo eligió porque leyó en una revista sobre sus paisajes surrealistas y le pareció apropiado. Una vez allí, preparó una hamaca, se tumbó y esperó.

Mientras el cielo comenzaba a brillar con la aproximación del asteroide, Pilar se servía una copa de vino, se recostó y sonrió.

—Bueno, — dijo levantando su copa hacia el cielo— esto definitivamente es más emocionante que las hojas de cálculo.

El asteroide cruzó el cielo, una brillante bola de fuego que iluminó el mundo por un momento impresionante. Y mientras la tierra temblaba y el viento rugía, Pilar cerró los ojos sintiéndose más viva que nunca. Para ella no era el fin del mundo, era el comienzo del espectáculo más grande de la Tierra.

Y en algún lugar, en medio del caos, creyó escuchar a los niños de San Ildefonso cantando su número.


Conoce la Red del Espacio Profundo

 Por Fernando Sa Ramón (AAHU)

Complejo de la DSN de Madrid. Imágenes de @NASA

La Red de Espacio Profundo (DNS, por Deep Space Network), o Red de Espacio Lejano, es un conjunto de antenas parabólicas orientables de radio de la NASA repartidas por el mundo para comunicarse con las naves espaciales de misiones más allá de las órbitas cercanas (aunque, a veces, también se utilizan en éstas) y para observaciones astronómicas de radio y radar.

Operativa todos los días del año, la red está formada por tres complejos de antenas separadas unos 120 grados de longitud terrestre (unos 13 000 km, o un tercio de la circunferencia de la Tierra), lo cual permite un seguimiento continuo de las misiones, independientemente de la rotación de la Tierra, ya que siempre habrá al menos una estación en posición. Se encuentran en estos puntos:

Goldstone, California, EEUU: Dispone de 6 antenas, una de 26 m de diámetro, 4 de 34 m, y 1 de 70 m.

Canberra, Australia: a unos 40 km de la capital, con 4 antenas, 1 de 26 m, 2 de 34 m, y una de 70 m.

Madrid, en Robledo de Chavela: a unos 60 km de Madrid, con 1 de 26m, 4 de 34 m, y una de 70 m. El Madrid Deep Space Communications Complex (MDSCC) es la única instalación de la NASA en España, en colaboración con el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial Esteban Terradas).

En diciembre de 2013, esta red cumplió 50 años y ya lleva 61 años funcionando; durante estas seis décadas, las antenas de la DSN se han comunicado con todas las misiones norteamericanas y algunas europeas y de otras nacionalidades que han ido a la Luna o más lejos (¡que son varios cientos!). Desde hace unos años, cuenta con el apoyo de una serie de satélites de comunicaciones norteamericanos llamados TDRSS (Tracking and Data Relay Satellite - System).

La antena DSA-2, situada en Cebreros, cerca de Ávila, España. @ESA

La primera antena del MDSCC (llamada DSS-61) se colocó en 1961 para apoyo del programa de sondas Mariner; poco después, se colocó otra antena (DSS-66), apodada «la Dino», en el municipio cercano de Fresnedillas de la Oliva, para apoyo de las misiones Apollo y su llegada a la Luna en 1969. La antena Dino fue trasladada posteriormente al MDSCC de Robledo, donde se encuentran otras tres parabólicas de 34 m (DSS-65, DSS-54 y DSS-55) y una de 70 m (DSS-63), que tenía 64 m en su origen y fue agrandada después. La más antigua, la DSS-61 de 34 m, se utiliza actualmente en proyectos docentes, escolares, universitarios y de radioastronomía: se trata del proyecto PARTNeR (Proyecto Académico con el Radio Telescopio de NASA en Robledo). En el presente, Fresnedillas de la Oliva cuenta con un pequeño Museo Lunar y Centro de Interpretación Espacial, con muchas piezas relacionadas con los hechos históricos del programa Apollo y otros objetos espaciales.

Como ejemplo de la importancia de estas instalaciones del MDSCC, destaquemos que Neil Armstrong afirmó que «sin las vitales comunicaciones mantenidas entre el Apolo 11 y las antenas de Madrid nuestro aterrizaje en la Luna no habría sido posible», ya que eran las que estaban en posición en ese momento, fueron las encargadas de enviar las órdenes para que la estación Skylab reentrase en la atmósfera para su caída y desintegración semicontrolada, lograron contactar con el robot Spirit cuando perdió comunicación desde Marte, y han sido las que estaban en posición cuando la sonda New Horizons envió sus señales al pasar por el objeto transneptuniano 2014MU69

Si bien nos resultan muy familiares los logros impresionantes de misiones que han de comunicarse a través de estas antenas, como las que han llegado a Marte, Venus, Saturno, Júpiter, Titán, Ceres, el cometa Churyumov-Gerasimenko o Plutón, hay unas naves que destacan sobre las demás por la distancia tan grande a la que se encuentran: las Pioneer 10 y 11, las Voyager 1 y 2, y la New Horizons.

Diseño artístico de la Pioneer 10 saliendo del Sistema Solar. Créditos: @NASA

La Pioneer 11 dejó de tener contacto con las estaciones de la Tierra en 1995, y la Pioneer 10, en 2003 (oficialmente habían terminado sus misiones en 1995 y 1997, después de 22 y 25 años respectivamente). Éstas son las 5 naves que están abandonando la heliosfera (la zona de influencia del Sol y su campo magnético, «burbuja» gigante de partículas cargadas y calientes que lucha contra las radiaciones cósmicas exteriores a ella) o lo harán en breve; la Voyager 1 y la Voyager 2 (que es la única nave que ha pasado por Urano y Neptuno) lo hacen por trayectorias distintas, y están enviando nuevos, complejos y muy importantes datos sobre el difuso y poco conocido límite del medio interestelar en el que se adentran.

Las Pioneer portan unas placas metálicas con unos esquemas sobre la humanidad y nuestra posición en el Sistema Solar; y las Voyager, unos discos metálicos con sonidos de la Tierra y sus instrucciones para escucharlos. Es difícil que una posible civilización alienígena pudiera entender esos mensajes, pero sí es más probable que se diera cuenta de que unos seres avanzados los enviaron.

Cabe destacar que la tecnología con las que se diseñaron estas naves y los receptores de las antenas, en los años 60 y 70, difiere bastante de la actual, sobre todo en lo que se refiere a ordenadores y su capacidad de almacenamiento, como es fácil de suponer; pero, aun así, la comunidad científica se las ha arreglado para compatibilizar las diferentes formas de comunicación y seguir en conexión, aunque los absurdos problemas presupuestarios de la NASA ponen en peligro la continuidad de las comunicaciones.

Atmósfera de Júpiter fotografiada desde la sonda Juno. @NASA

Con las dos Voyager, lanzadas en 1977, se sigue manteniendo contacto gracias a su tecnología y a las mejoras de los receptores de las antenas DSN, pero a duras penas, porque la señal que llega de ellas es extremadamente débil, pues se encuentran a una distancia de unos 20 000 millones de kilómetros, y se seguirán alejando para siempre. Las antenas tienen un potente amplificador de bajo ruido electrónico en el punto focal de la parábola, que funciona con un Maser (amplificador de microondas por emisión estimulada de radiación) hasta a -270ºC, y un receptor en la sala de control con los demás equipos electrónicos. A esa increíble distancia, las señales de comunicación, que viajan, prácticamente, a la velocidad de la luz, tardan unas 18 horas en ir y otras tantas en volver (y cada día un poco más).

Como dato curioso, para hacernos una idea, la distancia a la que se encuentran las Voyager es más de cinco veces la que nos separa de Neptuno, más de treinta veces la que nos separa de Júpiter, o equivale a ir y venir de la Luna 26 000 veces. Suele ser habitual el extender las misiones de muchas naves; las de las Pioneer y las Voyager se pensaron para durar de 5 a 10 años, pero, como funcionan con unas baterías de energía nuclear, las Voyager todavía pueden recibir y enviar datos desde su muy lejana posición, más de 40 años después (la Pioneer 10 se da por perdida desde 2003, y la Pioneer 11 no se sabe si sigue funcionando porque no se pudo reorientar para comunicarse con la Tierra en 1995). Aun así, su energía va decayendo en el muy frío espacio, y el equipo de ingeniería de la NASA han de llegar a acuerdos para desconectar algunos aparatos o sus calentadores en favor de otros que sigan enviando datos importantes (¡algunos todavía funcionan después de desconectar su calefacción!).

Estas sondas espaciales son la prueba de que, si se quiere, se pueden hacer máquinas de muy larga duración. Se supone que las Voyager 1 y 2 dejarán de funcionar entre 2025 y 2030.

La New Horizons, lanzada en 2006, fotografió enormes erupciones volcánicas en Ío (Júpiter), sigue su veloz viaje a unos 50 000 km/h y, tras deslumbrarnos con sus fotografías y nuevos datos sobre el sistema Plutón-Caronte, se dirige hacia algunos objetos del lejano Cinturón de Kuiper. Ha fotografiado tres objetos transneptunianos en el camino, y el primer día de 2019, a su otro objetivo principal, 2014 MU69 (llamado Arrokoth oficialmente, Ultima Thule al principio); luego, se alejará para siempre como sus predecesoras.

Imagen artística de la sonda New Horizons. NASA/Johns Hopkins University

Desde hace pocos años, La agencia europea ESA dispone de una red similar, la DSA, y las antenas están situadas en Argentina, Australia y España (en Cebreros, Ávila; además de las de Villafranca del Castillo, en Madrid, y Maspalomas, en Gran Canaria, en la red europea STRACK). Rusia y China suelen mantener en secreto sus actividades, y no hay datos disponibles, aunque poseen antenas en sus territorios, y China está completando una red propia (hasta ahora tiene las suyas y una en Argentina); las agencias india y japonesa disponen de estaciones en su suelo, pero han de tener convenios con otros países para la cobertura global.

Entre el público general es muy poco conocido el hecho de que en España hay varias instalaciones espaciales; además de las cinco que ya se han nombrado, hay una base de lanzamiento de cohetes en El Arenosillo (Huelva), y otra en la isla canaria de El Hierro.  
                       

«Cuando todos nosotros no seamos más que un lejano recuerdo, las Pioneer y las Voyager seguirán atravesando en silencio el espacio interestelar con sus mensajes, una prueba de que una vez, hace mucho tiempo, existió una especie de simios inteligentes en el tercer planeta de una estrella del montón en la parte exterior de la Galaxia. Una especie que no se conformaba con ver las estrellas y que se atrevió a viajar hasta ellas».

Daniel Marín
Astrofísico y divulgador

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