Desmontando algunos mitos y leyendas urbanas (Parte I)

Por Fernando Sa Ramón

La cultura popular ha sido fuente de grandes saberes y, también, de muchos mitos, supersticiones y leyendas urbanas, algunas simpáticas y graciosas, otras más serias y con graves consecuencias. Uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo son los bulos y las teorías que niegan la evidencia científica y que se diseminan a velocidades meteóricas por las redes sociales, y aunque abunda la evidencia para desmentirlas, cada vez son más difíciles de controlar.

¿Conque sólo usamos el 10% de nuestro cerebro? ¡Falso!

Los hay de todo tipo y en todos los ámbitos: sobre deportes, celebridades, música, extraterrestres, militares, geopolítica, religión, ciencia, tecnología, ordenadores, relaciones sociales, viajes, salud, alimentación, economía… Algunos mitos y leyendas urbanas surgen con la buena intención de aleccionar o prevenir al prójimo, y otros, solamente por desconocimiento o, a veces, mala fe. De toda esa variedad de bulos, unos pocos llegan a convertirse en rebuscadas teorías conspiratorias, que se caracterizan por ser sumamente persistentes y tener el potencial de anular la capacidad de análisis crítico de la gente.

En esta entrada y en la próxima analizamos algunos de esos mitos antiguos y modernos más conocidos que se relacionan con temas científicos, los que más nos interesan.

¿Solo usamos el diez por ciento del cerebro?

En absoluto. Esta afirmación puede ser una mala interpretación de algo que se dijo, no se sabe a ciencia cierta quién, y antes de los recientes avances científicos. Si usáramos así el cerebro caeríamos al suelo como vegetales. Las técnicas de neuroimagen demuestran que todo el cerebro es funcional al cien por cien, incluso cuando dormimos, aunque, hoy por hoy, no se pueda explicar totalmente su mecánica.

Como si este mito ya no estuviese demasiado extendido, Hollywood no tuvo mejor idea que reforzar la falacia con la película Lucy (2014), protagonizada por Scarlett Johansson y Morgan Freeman.

Portada del film Lucy (2014), que hizo de la falacia una película de acción.

Sí sucede que no todas las regiones están activas al mismo tiempo. También varía por estar más o menos en reposo, por el rendimiento que cada cual pueda sacarle y por el hecho de que las conexiones neuronales hagan a cada persona más propensa que otras para unas cuestiones concretas. Pero, en resumen, vamos a seguir utilizando la capacidad mental total y, sobre todo, el pensamiento crítico.

La Gran Muralla China se ve desde el espacio a simple vista

Por suerte, hoy contamos con unas herramientas que hace unos años no existían, como los mapas satelitales, que nos permiten desmentir rápidamente y de un vistazo esta idea errónea que apareció hace tiempo de que «la Gran Muralla China es tan larga que se ve desde el espacio». Puesto que se está confundiendo la longitud con el tamaño real, creemos que esto sería posible, pero es demasiado estrecha para poder verse desde tan lejos; ni siquiera se ven las autopistas o algunos ríos, que son más anchos que la muralla. Escasamente se puede apreciar el Gran Cañón del Colorado, aunque sí se ven otros ríos de cauce mayor.

La Gran Muralla China, contruida en el siglo XVI para proteger la frontera norte del Imperio chino.
Es imposible que esta "línea" pueda verse desde el espacio.

Asimismo, a pesar de su gran tamaño, las pirámides de Egipto tampoco se ven desde el espacio. Las imágenes que nos presentan de estos objetos y muchos otros menores, tomadas desde los satélites o desde la Estación Espacial Internacional, están hechas con potentes teleobjetivos que permiten un acercamiento espectacular. Para ver estructuras desde el espacio a simple vista han de tener un tamaño muy considerable, al menos dos o tres kilómetros de diámetro; por eso son más visibles muchos elementos naturales, como selvas, desiertos, mares y lagos.

No obstante, sí hay miles de construcciones humanas por todo el planeta visibles desde órbitas habituales debido a su extensión que las destaca del entorno: cientos de ciudades grandes (no las carreteras, pero sí las aglomeraciones urbanas a su alrededor), embalses, minas a cielo abierto, salinas, plantas solares, plantas industriales y refinerías. Por ejemplo, la cantera de mármol de Carrara; las gigantescas urbanizaciones dentro del mar en la península arábiga; la desecación del mar de Aral (entre Uzbekistán y Kazajistán), del lago Chad (entre Chad y Nigeria) y del lago Poopó (en Bolivia, junto al salar de Uyuni); la acumulación de polvo en la cinta transportadora de fosfatos entre Bucraa y El Aaiún (la más larga del mundo con unos 105 km en Marruecos); parte del Canal de Suez y del Canal de Panamá; nuevos cultivos y regadíos en el desierto, etc., y, sobre todo, los plásticos de los invernaderos de Almería, y la deforestación de la cuenca del Amazonas, del centro de África y de países asiáticos. Y, por supuesto, la visión nocturna de la civilización y su contaminación lumínica.

Imagen satelital de Google: las colosales conurbaciones de Curitiba, San Pablo y Río de Janeiro, y muchas otras ciudades (manchas grises), playas, embalses, selva y deforestación, nuevos cultivos… Pero ninguna muralla será visible desde aquí.

Los cráteres de la Luna tampoco se pueden divisar a simple vista desde la Tierra: lo que vemos son otras formaciones geográficas mucho mayores llamadas «mares» y «tierras». Para ver los cráteres es necesario el uso de teleobjetivos, prismáticos o telescopios. Por la misma razón, desde la Luna sólo se ven nubes, océanos y algunas partes de continentes; para ver más detalles de la Tierra se necesitarían esos mismos equipos. 

La Luna incide en el comportamiento de los seres vivos

Respecto a la posible influencia de la Luna sobre los seres vivos hay que decir que, pese a los numerosos estudios científicos sobre el tema, no hay evidencias de relaciones causa-efecto entre ambos, salvo leves alteraciones debidas a la cantidad de luz lunar que hay en determinado momento, en la actividad nocturna de ciertos animales y plantas, y en el comportamiento en las fases del sueño humano, posiblemente heredado de la forma de subsistencia de nuestros ancestros. Por tanto, todas esas creencias son más bien fruto de la imaginación humana y de la difusión de cuentos e historietas fantásticas, del equívoco de quienes malinterpretan fenómenos naturales y costumbres antiguas, de la autosugestión o el deseo de que fuese así, y de la falta de conocimiento sobre cómo funciona la Naturaleza y la física.

Quizá sí sería interesante que se llevara a cabo algún estudio científico que recopile muchos datos acerca del comportamiento real de plantas, cultivos o cultura del vino, entre otros, para ver hasta qué punto son reales las presuntas influencias de las fases lunares en este aspecto.

La cantidad de luz reflejada por la Luna podría incidir en los comportamientos de plantas o animales puntualmente, pero nada más. La veamos o no, la Luna está allí, aunque sea en fase de nueva o cuando está nublado.

No existe evidencia científica de que la Luna influya en los embarazos y partos.

Según numerosos estudios con millones de mujeres, la Luna tampoco influye en los embarazos y partos, como se viene diciendo desde la antigüedad. El efecto gravitacional de la Luna es muy leve como para incidir en ello, pero sí es suficiente para afectar las mareas y a los movimientos gravitatorios del conjunto Tierra-Luna. De hecho, sirvió en un pasado muy remoto, en combinación con otros factores, para que se pudiera estabilizar la rotación de la Tierra y favorecer el desarrollo de la vida y la biosfera en conjunto, pero nunca ha tenido incidencia a nivel de seres vivos individuales.

Podemos explicar estas cosas mil veces, pero siempre habrá quien construya un argumento que se ajuste a sus creencias. Ya es parte de la imaginación humana y la cultura popular.

En la próxima entrada analizaremos otros mitos «científicos» muy populares, y te invitamos también a compartir y desmentir otros que conozcas.


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