Por Fernando Sa Ramón
Los materiales de construcción están profundamente enlazados con la Geología y con el terreno de donde se obtienen, tanto por las materias primas que utilizamos como por los materiales procesados; pero ahondemos un poco más en algunos de sus componentes que suelen pasar inadvertidos. Hoy no solo vemos fósiles y minerales en el medio natural, también abundan muestras en pueblos y ciudades, en los materiales que se han usado para su construcción.
Para introducirnos en este tema, ¿cómo abordaríamos el estudio de un viejo reloj de Sol? ¿Desde el punto de vista de la Astronomía, de la Relojería, del Arte, de la Historia, del avance científico antiguo, de la Sociología, de la Antropología, de la Etnología? ¿O desde todos ellos?
A algunas personas de mente inquieta no nos queda más remedio que insistir en que todo está relacionado. Sí, de acuerdo, muchas veces es necesario acotar y delimitar tramos de conocimientos para no abrumarnos, pero, desde el momento en que quedó perfectamente demostrado que provenimos de la evolución del Universo, no debería parecernos exagerado. Dado que la Tierra no es estática, que su evolución astronómica y geológica continúa, y nuestra Evolución en ella también, y que los seres humanos aprovechamos muy bien el entorno, a veces sin saber correctamente cómo está formado, o las consecuencias derivadas, se generan situaciones muy interesantes que ponen en evidencia esta idea de interrelación de todo. Veamos unos ejemplos que conectan la Astronomía con la Geología, la Prehistoria, las construcciones humanas, la forja y la joyería.
Es fácil darse cuenta de que los materiales de construcción están profundamente enlazados con la Geología y con el terreno de donde se obtienen, tanto por las materias primas que utilizamos (rocas, arena, agua, minerales…) como por los materiales procesados (cemento, acero, cal, vidrio, asfalto, cerámica, pinturas…); pero ahondemos un poco más en algunos de sus componentes que suelen pasar inadvertidos. En la actualidad, no sólo en el medio natural podemos observar fósiles y minerales; curiosamente, también abundan muestras en pueblos y ciudades, y no nos referimos a los museos. ¿Dónde se encuentran entonces? En materiales que se han usado para su construcción: las rocas, sea que provengan de fuentes cercanas o lejanas.
Se observan en las paredes y los suelos de edificios civiles y religiosos de épocas pasadas y actuales, desde las pirámides de Egipto hasta las casas modernas, en adoquines de calles y en suelos empedrados de casas y de iglesias antiguas (donde aún resistan), en castillos, en piedras y losas de pavimentos de calles, de interiores y de fachadas, en muros de fincas del campo, de la costa y de zonas urbanas… En algunas baldosas, el número de fósiles visibles es enorme, decenas o cientos en cada una, y en otras se aprecian icnofósiles (las huellas o rastros dejados por aquellos seres vivos), o restos de corales y arrecifes. Casi nadie se percata de ello, aunque se pase a su lado a diario.
Asimismo, en numerosos embaldosados, encontramos llamativos huecos y vetas recubiertos de cristales de calcita y de otros minerales, e inclusiones metalíferas, que se observan en materiales como calizas, esquistos, pizarras, granitos; sólo hay que fijarse con atención y pueden aparecer ante nuestros ojos asombrados. Sin embargo, tampoco debe sorprendernos tanto si pensamos que la mayor parte de la humilde caliza que se utiliza para hacer baldosas o cemento procede del metamorfismo de las conchas de los billones y trillones de pequeños seres que vivieron hace cientos de millones de años.
Sí es habitual y más vistosa la fabricación de mesas, lavabos, bañeras, esculturas, lámparas, fuentes… con losas que contienen grandes fósiles, con calizas coloreadas y con discos de troncos fosilizados.
Demos un paso más: ¿se podría relacionar directamente el espacio interplanetario con las edificaciones?
A estas alturas ya se puede intuir que sí lo haremos: algunas canteras de donde se extraen rocas para la construcción proceden de cuencas y estructuras de antiguos impactos asteroidales que modificaron la roca preexistente, por lo que numerosos edificios de todo el mundo están construidos con estas impactitas.
Tenemos muestras de rocas de impacto en las coloridas piedras del castillo, de la iglesia y de otras construcciones de Rochechouart, Francia (cráter del mismo nombre); en Nördlingen, Polsingen y alrededores, Alemania, provenientes de la estructura Ries (con rocas suevitas que contienen, además, gran cantidad de microdiamantes); en Chicago y otras ciudades, donde muchas edificaciones se levantaron con roca de la cantera del cráter Kentland, Indiana; o en gran parte de Sudáfrica, especialmente en Johannesburg, procedentes del cráter Vredefort, uno de los más grandes y antiguos de la Tierra, Patrimonio de la Humanidad desde 2005, en la importante región minera de Witwatersrand. En esta región hay una gran concentración de metales pesados del grupo del platino, por lo cual, tal vez, provengan del cuerpo que impactó hace millones de años (ya que muchos asteroides contienen notorias cantidades de metales pesados), o, al menos, una parte de ellos. Posiblemente haya varios lugares más no estudiados, puesto que se ha comenzado, sólo recientemente, a examinar y catalogar numerosas estructuras de impacto por todo el mundo (Rusia, Australia, Pakistán, Kazakhstan, India, Europa, Canadá, Argentina, Chile, Mauritania, Marruecos, entre otros).
Pese a la gran controversia científica que surgió, en España se investiga desde hace unos años la zona desde Azuara hasta Rubielos de la Cérida (entre Zaragoza y Teruel, incluidos Daroca, Cucalón, Fuendetodos, Olalla), donde aparecen varias estructuras geológicas de un posible gran impacto, quizá múltiple (choque de varios fragmentos de asteroide o de cometa roto antes de llegar al suelo), que se pueden ver actualmente en varios parajes y hasta en los cortes de la montaña en algunos tramos de la autovía Mudéjar y de las viejas carreteras.
Uno de esos grandes personajes poco conocidos de la Historia, el geólogo y astrónomo norteamericano Eugene Shoemaker (sí, ese, el co-descubridor del cometa Shoemaker-Levy 9 que se estrelló contra Júpiter en julio de 1994) fue uno de los pioneros de las ciencias planetarias y la astrogeología, y en estudiar y hablar de los cráteres de impacto en los planetas, incluidas la Tierra y la Luna, los cuales, antes, se pensaba que eran de origen volcánico; visitó la estructura Ries en la década de los sesenta, identificando coesita y suevita, típicas de los eventos de impacto. Astronautas de las misiones Apolo 14 y 16 de la NASA y de la ESA han visitado la zona para familiarizarse con esos tipos de roca. La roca suevita que se utilizó para construir Nördlingen contiene gran cantidad de microdiamantes, debido a las altas presiones y temperaturas que afectaron al carbón que había allí. Pero de ahí a que varios medios hayan dicho que «la ciudad está construida completamente con diamantes» hay un gran abismo.
En la próxima entrada seguiremos escarbando en este universo de curiosidades que se encuentran en nuestros suelos y paredes, con las que convivimos sin advertirlo.