LEIBNIZ, EL ÚLTIMO GENIO UNIVERSAL
Al abordar el estudio de un sabio
como Gottfried Wilhem Leibniz lo primero que se descubre es que un solo
artículo de esta envergadura es insuficiente para mostrar la grandeza de su
genio y la magnitud de su obra. Su trabajo está a caballo entre el final de
revolución científica (que tuvo lugar durante el renacimiento) y el principio
de la era moderna. Fue uno de los últimos científicos universales, capaz de
destacar en cualquier campo en el que decidiera meterse, cual rey Midas que
convierte en oro todo lo que toca. Fue contemporáneo de otros grandes de
aquella época como Isaac Newton, Christian Huygens, Robert Boyle o Robert Hook.
Gottfried Wilhem Leibniz puede ser considerado como el último de los grandes
sabios propios de una era en la que las opciones universitarias quedaban
reducidas a tres: teología, derecho y medicina. Sirva pues este artículo como
introducción a todas aquellas aportaciones que este gran sabio pudo llegar a
hacer en su vida. Este será el primero de una serie de varios trabajos que, no
solo mostrarán las obras por la que es más famoso, como la creación del cálculo
en matemáticas o la de la filosofía alemana moderna, sino también por otros
menos conocidos, como ser inventor de la primera calculadora completa o el
molino eólico aplicado a la minería, y también por otros desconocidos para el
público como ser el creador del código binario, iniciar el concepto de
globalización o ser el creador de la paleontología.
Leibniz
es conocido principalmente por ser aquél que se disputó con Isaac Newton la
autoría del cálculo infinitesimal, herramienta matemática que cambiaría la
ciencia y la concepción del mundo para siempre, pero en realidad contribuyó de
forma notable y en ocasiones incluso decisiva, en prácticamente todos los
campos de conocimiento que existían en aquel tiempo. Nació en Leipzig el uno de
julio de 1646. A la edad de 15 años ya estaba especializado en filosofía y
derecho por la universidad de Leipzig. A los 17 años le fue vetado el doctorado
en derecho por ser demasiado joven y tuvo que esperar hasta los 21 para
conseguirlo. Pero sin embargo puede ser considerado un erudito en matemáticas,
física, derecho, filosofía, política, geología, teología, lingüística,
comunicación, alquimia, ingeniería; y fue además inventor, juez, divulgador de
ciencia e impulsor de la cultura.
Como
matemático, la gran mayoría de la gente sabe que fue uno de los fundadores del
cálculo junto con Newton, ambos llegaron a soluciones iguales por caminos
contrarios, lo cual dio a luz al teorema fundamental del cálculo tal y como lo
conocemos hoy. Muchos otros habían contribuido anteriormente a su avance y
posteriormente otros tantos sintetizaron y simplificaron el sistema, que se
extendió por la comunidad científica como el polen en primavera. De esto
hablaremos más ampliamente en el siguiente artículo.
En
filosofía fue seguidor de Descartes y se le puede considerar sin duda alguna
como el fundador de la filosofía alemana e iniciador de una visión más
pesimista del mundo (Kant estudió su filosofía a fondo). Su concepción de las
mónadas, basada en el atomismo griego, ayudó al desarrollo posterior de la
teoría atómica. Las mónadas son entidades indivisibles e independientes,
aisladas del resto, cuyo movimiento interno había sido iniciado por dios con
perfecta precisión al inicio del universo (armonía preestablecida); y todo está
compuesto por ellas sin dejar lugar al vacío. Tenía también una visión
unificada de espacio y tiempo (a los que no consideraba absolutos) por lo que es
un precursor reconocido del relativismo. Otro artículo nos servirá para
describir su cosmología y concepción del mundo, así como su filosofía.
Como
lingüista fue siempre un superdotado, gracias al acceso que tuvo a la
biblioteca de su padre tras su trágica muerte. A los 12 años hablaba perfecto
latín y balbuceaba griego de forma totalmente autodidacta. Llegó a entender el
lenguaje y las matemáticas como si fueran la misma cosa. Algunas de sus ideas
en este campo quizá fueron demasiado innovadoras y no llegaron a cuajar hasta
décadas más tarde. Se dio cuenta que a través del lenguaje cada cultura ve el
mundo de una manera, que todas las lenguas tenían conceptos y estructuras
comunes, por lo que debería haber existido un solo idioma primigenio del que
derivaban todos los actuales. Decía que ese idioma seguía codificado en todos
los idiomas del mundo e hizo una enorme cantidad de anotaciones al respecto.
Por esto mismo propuso que la historia debía estudiarse conjuntamente con el
idioma. Planteó la creación de un lenguaje universal mediante simbología al
estilo del alfabeto chino, y aún fue más allá, pues planteó también la
concepción de unas ideas básicas encriptadas en símbolos que darían, mediante
su unión, origen a ideas más complejas; al más puro estilo de las mónadas de su
cosmología. Y en relación a esto, fue también el creador del código binario,
base de nuestra tecnología actual, que no es ni más ni menos que el lenguaje de
los ordenadores. De todo esto hablaremos con más profundidad en otro artículo.
Y
aún hay mucho más. Fue también inventor de la primera máquina calculadora que
realizaba las cuatro operaciones básicas, del molino eólico aplicado a la
industria; como geólogo estudió los volcanes y apoyó la existencia de un fuego
central, como bibliotecario creó el sistema vigente de clasificación alfabética,
como político tenía una visión unificada del mundo por lo que sus ideas pueden
considerarse iniciadoras de la globalización, fundó academias, promovió la
música y la ópera, escribió numerosos libros de todos los campos… e incluso
llegó a crear un campo nuevo de estudio, la paleontología. Todo esto y más
cosas que se quedan en el tintero serán objeto de otro artículo (y espero que
el último).
Pese
a todo este gran trabajo que sirvió para mejorar el mundo conocido, Gottfried
Wilhem Leibniz murió prácticamente solo, acompañado de sus familiares y amigos
más cercanos, sin honores, sin homenajes de ninguna de las academias a las que
perteneció, sin presencia eclesiástica y nada más que unas pequeñas menciones a
modo de esquela en aquellas revistas en las que colaboraba. Fue sin lugar a
duda un gran adelantado a su tiempo y no fue hasta el siglo XX que comenzó a
conocerse la grandeza de su obra. Sirvan pues esta serie de artículos para
rendirle el homenaje que se merece.
Rubén Blasco – Agrupación Astronómica de
Huesca
JAMES LOVELOCK Y LA TEORÍA GAIA.
N.A.S.A., 1961. El profesor
James Lovelock, licenciado en química por la Universidad de Manchester en 1941,
en medicina por la Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical en 1948, y
en biofísica por la Universidad de Londres en 1959, es convocado para el
desarrollo de instrumentación de alta precisión para incorporarla al programa
Viking. Su misión es el estudio de habitabilidad del planeta Marte; y de darse
las condiciones, la búsqueda de vida en el mismo. Cuando llega a las
instalaciones de desarrollo de la N.A.S.A. el panorama que se encuentra es
desolador. Ingenieros mecánicos, inexpertos en el campo de la biología, son los
encargados de crear detectores de vida. El profesor Lovelock se interesa por una
especie de ingenio cubicular parecido a una trampa. Cuando pregunta acerca de
su funcionamiento, el ingeniero padre de la criatura le responde: “Es un atrapa
moscas, según nuestras observaciones Marte es un planeta completamente cubierto
de desiertos. Todo el mundo sabe que en los desiertos viven camellos, por lo
que estoy seguro de que mi dispositivo será capaz de atrapar alguna de las
numerosas moscas que vuelan a su alrededor”. James Lovelock vaticina el fracaso
absoluto de la misión, aun cuando el planeta estuviese rebosante de vida. En
colaboración con Carl Sagan, determinan que la mejor forma de estudiar la
habitabilidad y la existencia de vida en Marte es mediante el análisis de su
atmósfera. Fue a partir de aquí cuando, en la mente del brillante profesor
James Lovelock, empezaron a germinar las semillas de la que sería su aportación
científica más controvertida: La Teoría Gaia.
Los análisis de la atmósfera de Marte determinaron
que se trataba de un planeta inerte, pues se encontraba cerca del total
equilibrio químico, con una gran mayoría de dióxido de carbono en su
composición y apenas oxígeno. Carl Sagan barajó la posibilidad de que todavía
albergara oasis de vida, quizás donde quedase algo de agua, pero finalmente se
descartó esta opción. Fue durante este periodo cuando James Lovelock se percató
de la enorme influencia que la vida tiene en la química de un planeta. Gracias
al ciclo del agua, los nutrientes fluyen por todo el planeta, y gracias al aire,
los gases emitidos por las diferentes formas de vida se extienden a lo largo y
ancho del planeta. La gravedad se encarga de trasladar los materiales de arriba
hacia abajo, pero la vida lo hace lateralmente, e incluso de abajo hacia
arriba. La teoría Gaia propone que todas las formas de vida y las no vivas de
un planeta, forman un complejo sistema en interacción que puede ser considerado
como un solo organismo vivo. De esta manera, la biosfera ejerce una influencia
tal sobre el planeta, que mantiene una regulación de las condiciones aptas para
la propia vida. El planeta al completo así, se convierte en un sistema
autorregulado. Sin teologismos, sin divinidades, simple acción y reacción.
James Lovelock desarrolló esta teoría en su época de
científico independiente. Gracias al desarrollo de ciertos inventos, cuyas
patentes le proporcionaron ingresos de por vida, no necesitó de financiación de
gobiernos ni universidades. Fue el inventor del detector de electrones, tan
sensible (a día de hoy sigue siendo el método de detección química más sensible
que existe) que fue capaz de detectar en partes por millón la existencia de
compuestos clorofluocarbonados en la atmósfera (o CFC’s) que hoy sabemos son
tan perjudiciales para la capa de ozono; de hecho, James Lovelock vaticinó su
desaparición completa si no se regulaba el uso de fertilizantes y pesticidas.
Si bien en principio se rieron de él, con el paso de los años se demostró que
tenía razón. En 1952 también realizó aportaciones, que luego fueron cruciales,
en el campo de la criogenización de células. Sus investigaciones demostraron
que el daño celular se produce cuando el hielo se separa en cristales como
sustancia pura de otras como sales y soluciones. En esa misma década participó
en el desarrollo de soluciones para el resfriado común y para otras infecciones
respiratorias. Es también inventor del detector de Argón, importantísimo para
la cromatografía de gases. Todas estas aportaciones le permitieron ser uno de
los pocos científicos que, a día de hoy, con casi 99 años, pueden considerarse
autofinanciados.
El no verse sometido a voluntades comerciales de
multinacionales o intereses políticos de gobiernos e instituciones, pudo
dedicarse a lo que realmente le interesaba: la química planetaria. Durante los
primeros 25 años (y aún a día de hoy) sus ideas fueron fuertemente criticadas,
tildándolas de religiosas más que de científicas. James Lovelock entonces
volvió al ataque con un modelo computerizado y matematizado al que llamó el
planeta de las margaritas. Este demuestra que, ante la variación en la emisión
de energía de una estrella, un planeta con vida ejerce una resistencia al
cambio, siempre y cuando sigan existiendo condiciones de habitabilidad. El
modelo consiste en un planeta cubierto de margaritas de diferentes tonos desde
blanco hasta negro. Una baja emisión de energía estelar favorece la existencia
de margaritas negras, las cuales absorben calor y mantienen una temperatura
constante; por el contrario, un aumento de emisión energética favorecería el
crecimiento de margaritas blancas, que reflejarían gran parte de esa energía,
manteniendo de nuevo una temperatura constante. Aplicándolo a nuestro planeta
podemos decir que la vida, mediante su interacción con el medio ambiente,
mantiene con enorme fuerza unas condiciones de temperatura y química planetaria
aptas para sí misma.
Hoy la teoría está no solo aceptada sino ampliamente
demostrada, y sus resultados se extrapolan al estudio de otros planetas, como
por ejemplo la terraformación (convertir en habitable un planeta), o la
búsqueda de vida en los miles de exoplanetas que hemos descubierto, mediante en
análisis de su composición atmosférica. Se puede decir sin temor a equivocarnos
que James Lovelock es uno de los mayores precursores del ecologismo durante el
siglo XX y uno de los más influyentes científicos en el avance de la
exploración espacial. Hoy no conserva esperanza en que la humanidad, con
nuestro nivel de tecnología actual, sea capaz por sí misma de sanar el daño que
hemos hecho en la atmósfera y el océano. Por eso propone macroproyectos de
geoingeniería, como el bombeo de agua rica en nutrientes desde las
profundidades del mar, y así favorecer el desarrollo masivo de microorganismos,
que reducirían los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera. Es también un
acérrimo defensor de la energía nuclear como alternativa a los combustibles
fósiles.
Con casi un siglo de existencia, el profesor Lovelock
sigue siendo un científico independiente, más cercano al artista renacentista
que al mercenario a sueldo de los intereses de un gobierno. Hoy uno ya no sabe
si la ciencia está al servicio de la humanidad o del interés de las
multinacionales, pero es más necesaria que nunca la existencia de este tipo de
investigadores.
Aragón en el sistema solar. Presentación libro y G-Astronomía
El Planetario y la Agrupación Astronómica de Huesca inauguran el puente de San Jorge con una
velada para descubrir y “saborear” Aragón en el Sistema Solar
Ø Sesión especial en la cúpula del Planetario para
viajar por los rincones de “Aragón en el sistema solar” con posterior
exhibición y degustación de productos alimenticios del Pirineo.
El Planetario de Aragón y Agrupación Astronómica de Huesca inauguran el Puente de San Jorge el
próximo 20 de abril, viernes, con una actividad muy especial que nos permitirá
“saborear” Aragón en el Sistema Solar.
En la primera parte de la velada, que tendrá lugar en la
cúpula del Planetario, los asistentes podrán realizar un viaje insólito hasta
los lugares aragoneses presentes en el Sistema Solar. La tecnología 3D del
Planetario nos acercará, en un recorrido hasta ahora nunca realizado, hasta 12
sitios de nuestro Sistema Solar con sello aragonés. Por ejemplo, en nuestro
satélite natural, la Luna, podemos encontrarlos Montes Pirineos, una cadena de
crestas llamadas Dorsum Azara, o el Cráter Cajal. El planeta Mercurio rinde
homenaje al pintor Goya en un cráter con su nombre. El río Ebro aparece hasta
tres veces asignado a elementos del Sistema Solar, también tenernos un río
Gállego, un embalse denominado la Sotonera, lugares bautizados como Zaragoza y
Teruel, y también la localidad pirenaica de Chía, afincada en Marte.
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Una parte de Montes Pyrenaeus, fotografiada en diciembre de 1968
por el Apolo 8, la primera misión tripulada a la Luna (Foto: NASA).
Este viaje tan especial será conducido y explicado por
Carlos Garcés, historiador y miembro dela Agrupación Astronómica de Huesca que,
junto a otros compañeros de la asociación,han trabajado en la recopilación de
datos y material gráfico para escribir el libro “Aragón en el Sistema Solar”,
publicado recientemente y que será presentado en el Planetario de Aragón.
La parte “G-Astronómica”vendrá de la mano de Chez Marzola, y
de su propietaria Elena Bernad, que tras la proyección realizará una actividad
orientada a poner en valor los productos gastronómicos de nuestra Comunidad
autónoma, y más en concreto aquellos elaborados por pequeños productores del
Pirineo.
Chez Marzola apuesta desde su establecimiento, abierto recientemente
en el centro de Huesca, por los productos de cercanía, de calidad,
sostenibles con el entorno, y que promueven la biodiversidad, como una forma de
asegurar la pervivencia en nuestros pequeños pueblos.
Aceites, dulces,panes, vinos, mermeladas, quesos y
embutidos…todo un universo gastronómico consello aragonés que también se sumará
a la fiesta de San Jorge el viernes 20 de abril en el Planetario de
Walqa.
La actividad “Aragónen el Sistema Solar” tendrá lugar a las
20:00 horas, y tiene un coste de 5€. Elaforo es limitado, por lo que las
entradas se deben adquirir previamente en laweb www.espacio042.com
JEREMY ENGLAND, EL NUEVO DARWIN
Pocas veces en la historia tiene una
generación la fortuna de convivir con uno de esos científicos que cambian, no
solo la historia, sino la forma de ver el mundo. 2014, justo 100 años después
de que Einstein convirtiera el mundo en relativista, fue el año de aparición,
gracias a la prodigiosa mente de un joven científico de 31 años llamado Jeremy
England, de una nueva teoría acerca del origen y evolución de la vida.
Nacido en Boston en 1982,
Jeremy se graduó en bioquímica por la Universidad de Harvard en 2003, estudió
física en Oxford hasta 2005 y se graduó de nuevo en esta misma materia en 2009
por la Universidad de Stanford. Actualmente trabaja como profesor adjunto y
desarrolla su línea de investigación en el M.I.T (Instituto Tecnológico de
Massachusetts por sus siglas en inglés). El historiador de la ciencia y ganador
de un premio Pulitzer Edward J. Larson ha dicho de él que “si sus teorías
pueden demostrarse y resultan ser ciertas, podría ser el nuevo Charles Darwin”.
El concepto innovador que
presenta la teoría reside en el punto de vista. Lejos de partir de lo que a
priori parecería más lógico, la biología o la bioquímica, el profesor England
desarrolla todo su aparato matemático a partir de las leyes fundamentales de la
física, concretamente las leyes de la termodinámica. ¿Pero qué es exactamente
la vida? Nos parece incluso ridículo considerar que no podamos saber la
respuesta a una pregunta tan sencilla, y llegado a este punto no puedo evitar
recordar el soliloquio de Bill al final de la película Kill Bill 2, en el que
explica como su querida hija de tan solo 6 años descubre la diferencia entre la
vida y la muerte, “un pez que se mueve en la alfombra, ante un pez que no se
mueve en la alfombra”. ¿Es un virus una forma de vida o tan solo una cápsula de
proteínas que envuelve una molécula de ARN? Reflexionando sobre el tema nos
damos cuenta de que nuestra definición se reduce a “aquello que no está
muerto”. Somos capaces de ver la diferencia, pero no de definir de una forma
concreta, de hecho la línea de separación sigue estando difusa y tras la
aparición de la teoría de Jeremy England llamada “adaptación por disipación
conducida” parece difuminarse todavía más. La definición de “vida” con la que
él trabaja viene caracterizada por la capacidad de autorreplicarse,
interrelacionarse con el entorno (anticipación y adaptación a los cambios), procesar
energía de forma eficiente, y por último ser sistemas irreversibles (vemos
crecer a una planta, pero la vemos retroceder a su estado de semilla).
Pero antes de continuar
debemos familiarizarnos con el concepto de entropía y su relación con los seres
vivos, puesto que uno de los caballos de batalla de la ciencia siempre ha sido
precisamente que la vida parece desafiar la segunda ley de la termodinámica. La
primera ley es la de la conservación de la energía en un sistema cerrado y la
segunda establece que el universo tiende a estados desordenados (puesto que son
infinitamente más probables) y la disipación de la energía. La clave de la
nueva teoría reside en cómo encaja esta segunda ley con la aparición a partir
de materia inerte en aquella sopa primordial, de estructuras tan ordenadas como
son los seres vivos. Necesitamos primero un sistema en desequilibrio
termodinámico (una taza de café ardiendo en una habitación fría es un sistema
en desequilibrio puesto que ambas temperaturas tienden a igualarse), una fuente
de energía entrante y baño térmico donde pueda disiparse la energía en forma de
calor. Vemos que nuestro planeta cumple perfectamente las tres condiciones:
intercambia calor y materia con su entorno, el Sol lo nutre de energía y cuenta
con atmósfera y océano donde disipar la energía. Jeremy England propone una
intimidante fórmula matemática nacida a partir de principios ampliamente
establecidos como son la mecánica estadística, la termodinámica o la
resonancia. La aparición de estructuras ordenadas tendría el único fin de
disipar energía de una forma todavía más eficiente de lo que lo harían moléculas
desordenadas. Si bien el universo tiende hacia estructuras caóticas, mediante
la resonancia pueden formarse estructuras estables con la característica de ser
irreversibles. Todos hemos visto una copa romperse con una vibración sonora, el
principio sería el mismo, pero a la inversa, es decir, una serie de moléculas
primordiales como proteínas o azúcares, podrían agruparse absorbiendo una
cantidad de trabajo o energía equivalente a su resonancia, y al necesitar una
energía mayor para deshacerse se convierte en un sistema irreversible,
construyéndose así unos de los primeros ladrillos que conformarán la vida. Este
principio unido al paso del tiempo da paso a estructuras cada vez más
complejas, adquiriendo la capacidad de disipar todavía más energía y siendo aún
más irreversibles; y alcanzado cierto umbral, la estructura es capaz de
autorreplicarse, aumentando así exponencialmente su capacidad de disipación. Ya
se han realizado experimentos diversos en los que “cosas no vivas”, como
vórtices turbulentos en fluidos, se han autorreplicado como resultado de una
disipación de energía más efectiva. De esta manera un ser vivo pasa a ser,
desde la más pura visón físico-teórica, un transformador de energía al servicio
de la segunda ley de la termodinámica y el sentido de la vida se convierte en
alcanzar, en cada uno de sus niveles evolutivos, el máximo nivel de eficiencia
energética posible, sin límites.
La energía se revela así como
constructora de este universo, igual para formar un mineral mediante calor y
presión como para formar seres autorreplicantes, y las propias leyes del mundo
subyacen la aparición de la vida, convirtiéndose ésta en la norma y en un
fenómeno inevitable. La vida, en teoría, ya no es un extravagante y delicado
capricho de nuestro sistema solar, sino una más de las omnipotentes y
omnipresentes leyes del universo. “No estoy diciendo que las leyes de Darwin
sean erróneas, sino que desde la perspectiva de la física se trata de un caso
especial de un fenómeno más general.” Con esta declaración Jeremy England no
pretende sustituir la teoría de la selección natural sino ampliarla a todo el
universo y así quedan explicadas muchas cosas que Darwin se dejó en el tintero.
La teoría parece haber llegado
para quedarse, pero aún está pendiente de demostración. Numerosos científicos
de todo el mundo trabajan en ello. Sin embargo, la línea que separa lo vivo de
lo inerte parece haberse disipado aún más, ¿está todo vivo o está todo muerto?
La cuestión es: ser o no ser…
Rubén Blasco – Agrupación Astronómica de
Huesca
El Planetario de Aragón y la Agrupación Astronómica de Huesca viaja a Madagascar y al cielo del Hemisferio Sur
El Planetario de Aragón viaja a Madagascar y al cielo del Hemisferio Sur
· Charla “Madagascar, una tierra de paradojas”, a cargo de Ernest Bianco Levrin
· Sesión especial de observación “Madagascar, la riqueza de los cielos del Sur”
· Se realizará un intercambio culinario entre Madagascar y Huesca.
Con motivo del viaje que este verano a programado la Agrupación Astronómica de Huesca a Madagascar para conocer este país y los cielos nocturnos del hemisferio sur, el Planetario de Aragón y la Agrupación Astronómica de Huesca realizan una serie de actividades relacionadas con este viaje.
El viernes 6 de abril, no vamos a tener que coger un avión y viajar durante muchas horas, para realizar un viaje intercontinental a Madagascar y disfrutar del cielo del Sur. El Planetario de Aragón y la Agrupación Astronómica de Huesca lo hacen por nosotros y nos muestran este cielo tan especial y diferente al nuestro.
A las 20 horas comenzará en la cúpula del Planetario una tarde temática centrada en la isla de Madagascar, y en el cielo del hemisferio Sur.
CHARLA “MADAGASCAR, UNA TIERRA DE PARADOJAS”
Desde las butacas del planetario, Ernest Bianco Levrin, un malgache afincado en Huesca desde hace varios años, nos acercará a su país de origen con la charla “Madagascar, una tierra de paradojas”.
Una oportunidad para conocer la situación política, económica y social del país; así como el turismo, su evolución en estos años; y el potencial humano, económico y cultural de la isla.
Ernest Bianco Levrin, es natural del sur de Madagascar, se fue del país en 1990 con 22 años para estudiar en Francia, donde conoció a su mujer, nacida en Murcia. En 1997 se afincó en España, y en 2011 junto a su mujer crearon una ONG con el fin de construir escuelas en Madagascar, actualmente ha cumplido su objetivo con una a la que asisten 120 niños.
También colabora con una escuela de futbol enviando material a los niños y dando asesoramiento técnico a los formadores malgaches.
OBSERVACIÓN ESPECIAL “MADAGASCAR, LA RIQUEZA DE LOS CIELOS DEL SUR”
En el planetario descubriremos curiosidades como que hay constelaciones, para nosotros muy familiares, que no son visibles en el hemisferio sur, tales como la estrella Polar, la Osa Menor y Mayor, Casiopea, o Andrómeda.
En este hemisferio, para saber dónde está el Sur, se toma como referencia la Cruz del Sur.
Otra curiosidad, es que en el sur la Luna no es una “mentirosa”, para nosotros cuando la Luna tiene forma de C es decreciente y cuando tiene forma de D es creciente, pero en el hemisferio sur cuando tiene forma de C indica que es creciente y de D decreciente, lo que tiene sentido pues ahí se observa boca abajo respecto a España.
INTERCAMBIO CULINARIO ENTRE MADAGASCAR Y HUESCA
Para finalizar esta velada, en la que podremos viajar sin movernos casi de casa, se disfrutará de dos postres, uno oscense y otra típico de Madagascar cuyo ingrediente principal es la yuca.
La actividad tiene un aforo limitado, por lo que deben comprar las entradas por la web www.espacio042.com. El precio de la actividad es de 5€.
CELEBRACIÓN DEL EQUINOCCIO DE PRIMAVERA 2018 EN HUESCA
El pasado martes 20 de marzo, la Agrupación
Astronómica de Huesca, como cada año, celebró el equinoccio de primavera con
una actividad en la ciudad de Huesca abierta a todo el público y que se celebró
en el Parque de los Mártires de la Libertad.
A pesar de ser el comienzo de la primavera, el tiempo
no acompañó demasiado. El fío y el viento helador deslució un poco la
celebración al no poder instalar los telescopios, aunque la respuesta del
público oscense fue increíble y a pesar del mal tiempo, asistieron muchos
valientes.
Una magnífica explicación de este fenómeno astronómico
dada por nuestro compañero de agrupación Carlos Garcés Manau y una espectacular
puesta de Sol desde este magnífico lugar que sin duda hizo que mereciese la
pena aguantar el frío.
Las actividades fueron
las siguientes:
· Observación de la puesta de Sol del equinoccio. El Sol
se pone este día en Huesca a las 19 horas 12 minutos, exactamente por el oeste,
algo que solo ocurre en esta fecha y en el equinoccio de otoño.
· Explicación de los rasgos principales del equinoccio
de primavera.
· Explicación de la relación existente (este año más
estrecha que nunca, puesto que el comienzo de la primavera coincide con el
Domingo de Ramos) entre el equinoccio de primavera y la Semana Santa.
La actividad de observación del cielo e simple vista y con telescopios,
como ya hemos dicho, tuvo que ser cancelada por el viento y el frío.
Agrupación Astronómica de Huesca también hará una observación del
solsticio de verano, así que atentos a nuestra página web. En ella tendréis
toda la información y actividades que realizaremos con motivo de este fenómeno
astronómico. Esperemos que esta vez el tiempo nos permita realizar la actividad
al completo.
Para los que por un motivo u otro no pudisteis asistir a este acto, bajo
estas líneas os dejamos un pequeño resumen de lo explicado en esta observación
de la primera puesta de Sol de la primavera de 2018. Esperamos que os guste.
20 DE MARZO:
EQUINOCCIO EL COMIENZO DE LA PRIMAVERA
El 20 de Marzo de 2018, a las 17:15:29 según datos del
Observatorio Astronómico Nacional comienza la primavera. Es el día del
equinoccio de primavera.
En este texto se
explican de forma sencilla las características principales de este hito
astronómico:
· En los equinoccios –tanto en el de primavera como en
el de otoño–, el día y la noche duran aproximadamente lo mismo (unas 12 horas
cada uno).
· Los equinoccios son los únicos días del año en que el
Sol sale exactamente por el este y se pone exactamente por el oeste. El equinoccio de primavera es el acontecimiento
astronómico que se utiliza para calcular, cada año, cuando es Semana Santa.
· La duración de esta primavera es de 92,74 días
1. La primavera
comienza el martes 20 de marzo
La primavera dará
comienzo, según el horario peninsular español, el martes 20 de marzo a las 17
horas y 15 minutos.
El Sol, visto desde
la Tierra, se encuentra ahora en la última constelación del Zodíaco, la de Piscis.
El 20 de marzo, en el momento del equinoccio, el Sol estará en el Punto Aries,
en el que se cruzan las líneas del ecuador celeste y de la eclíptica (esta es
la línea que sigue el Sol, visto desde la Tierra, a lo largo de las
constelaciones del Zodíaco).
A partir de ese
momento, y durante 6 meses (hasta el equinoccio de otoño), el Sol estará en el
hemisferio norte celeste, por encima del ecuador celeste –y por esa razón, en
Huesca ese será el semestre con mayor duración del día, mayor altura del Sol al
mediodía sobre el horizonte y mayor calor–.
La primavera se
inicia este 20 de marzo solo en los países del Hemisferio Norte, como el
nuestro. En los países del Hemisferio Sur, como Chile, Argentina, Sudáfrica,
Australia o Nueva Zelanda, el 20 de marzo comenzará por el contrario el otoño.
Es su equinoccio de otoño.
En aquellos países
que se encuentran a lo largo del Ecuador terrestre (como Ecuador en América,
que recibe precisamente por ello su nombre, Gabón o Kenia en África o Indonesia
en Asia), en los equinoccios, tanto el de primavera como el de otoño, el Sol se
encuentra a mediodía justo encima de la cabeza y, en ese momento, prácticamente
no hay sombras.
2. Días y noches de
igual duración
En los equinoccios,
el día y la noche duran lo mismo. Aproximadamente doce horas cada uno. La
propia palabra equinoccio alude, precisamente, a ello. Equinoccio se forma a
partir de dos palabras del latín: aequus (igual) y nox, noctis (noche)
–equinoccio alude, por tanto, a que la duración de la noche es, en estas fechas,
igual a la del día–.
Como es sabido, la
duración del día (entendido como horas de luz solar) aumenta desde el solsticio
de invierno, en diciembre, en que alcanza su mínimo, hasta el solsticio de
verano, en junio, en que llega a su máximo.
En los equinoccios
es, precisamente, cuando ese aumento alcanza mayor ritmo. En la ciudad de
Huesca, en torno al equinoccio de primavera, el día (entendido como período de
luz solar) alarga unos 3 minutos cada jornada.
3. El Sol sale y se
pone exactamente por el este y el oeste
Todos sabemos que el
Sol sale por el este y se pone por el oeste. Sin embargo, nuestra estrella
únicamente sale y se pone exactamente en los puntos del horizonte que señalan
el este y el oeste dos días al año: en los equinoccios de primavera (hacia el
20 de marzo) y de otoño (en torno al 23 de septiembre).
Durante la primavera
y el verano, el Sol sale entre el este y el norte (por el noreste) y se pone
entre el oeste y el norte (por el noroeste); en otoño e invierno, por el
contrario, el Sol sale por el sureste y se pone por el suroeste.
4. El equinoccio de
primavera y la Semana Santa
El equinoccio de
primavera es el hito fijo a partir del cual se calcula una fiesta móvil (que un
año cae en unas fechas y al siguiente en otras distintas), como es la Semana
Santa.
La relación entre
equinoccio de primavera y Semana Santa es ésta: el Domingo de Resurrección es
el domingo que sigue a la Luna llena que sigue al equinoccio de primavera.
Este 2018 el día del
equinoccio, es el martes 20, la siguiente Luna Llena a esta fecha es el sábado
31 de marzo. Por tanto el domingo siguiente a esta luna llena es el 1 de abril.
Esta Semana Santa, por tanto, se halla muy cercana al comienzo de la primavera.
Por el contrario, si
un año ha sido Luna llena poco antes del equinoccio, hay que esperar entonces
hasta la siguiente Luna llena, casi un mes más tarde, y por tanto la Semana
Santa de ese año es ya muy avanzado el mes de abril.
Las fechas extremas
en que puede ser el Domingo de Resurrección son, concretamente, el 22 de marzo
y el 25 de abril.
De la definición que
hemos dado (el Domingo de Resurrección es el domingo que sigue a la Luna Llena
que sigue al equinoccio de la primavera) se deduce, por un lado, que la Semana
Santa es una fiesta de primavera; y por el otro, que se celebra siempre en
torno a una Luna llena (y, así pues, las procesiones de Semana Santa se ven
realzadas generalmente por la presencia de una gran Luna, prácticamente llena,
en el cielo).
ALBERT EINSTEIN, 100 AÑOS DE RELATIVIDAD.
Al final de cada tormenta creativa solía caer enfermo. En ocasiones,
como todas las grandes mentes, se olvidaba de comer y de dormir, y tras su
enorme esfuerzo completando la relatividad general, Einstein pasó varios años
afectado por pequeños colapsos del organismo, ictericias, hepatopatías, cálculos
biliares o úlceras, en ocasiones incluso pasando varios días seguidos en la
cama. En noviembre de 1915 Albert Einstein presentó por fin las ecuaciones
definitivas de la relatividad general, cambiando totalmente la concepción y la
perspectiva que hoy tenemos del mundo. No olvidemos que gracias a las nuevas
ecuaciones quedaban resueltos todos los problemas que presentaban las
ecuaciones de Newton, como la oscilación en el afelio de mercurio. Sin embargo
Einstein no creó unas ecuaciones que expliquen el origen de la gravedad, a día
de hoy sigue siendo un misterio. Por abstracto y surrealista que parezca, las
ecuaciones de la relatividad general describen con total precisión cómo la
presencia de masa deforma el espacio-tiempo, curvándolo y retorciéndolo, y cómo
el movimiento de la materia se ve afectado por esta deformación. Explica
también la electrodinámica de cuerpos en movimiento y cómo tanto el tamaño de
los objetos como el tiempo son totalmente subjetivos, dependiendo únicamente
del observador, y establece la relación directa entre masa y energía. El
aparato matemático necesario para tal empresa es tan impresionante y extenso
que Einstein se vio obligado a solicitar ayuda, y no fueron pocos los que le
ayudaron, ni pocos fueron tampoco los que prepararon el escenario años e
incluso décadas atrás.
El concepto de
relatividad no es original de Einstein, ya hablaban de ello a finales del siglo
XIX dos de los físico-matemáticos más importantes de la historia, Hendrik
Antoon Lorentz y Henri Poincaré, que a partir de las ecuaciones de Maxwell y
del famoso experimento de Michelson-Morley, que explicaré a continuación,
dedujeron que las ecuaciones de transformación de Galileo para sistemas en
movimiento uniforme debían ser revisadas. En 1873, el físico teórico de origen escocés
James Clerk Maxwell, posiblemente el más importante de todos los tiempos
incluyendo a Newton, Planck y al mismo Einstein, que lo admiraba con total
devoción desde su niñez, consiguió unificar de forma magistral y con una
belleza sublime, todas las ecuaciones que explicaban los fenómenos eléctricos y
magnéticos, creando así la teoría electromagnética moderna. Gracias a ello pudo
deducir y obtener matemáticamente la velocidad de la luz como una constante
universal con una precisión muy alta: 310.740 km/s, y además determinarla como
una onda electromagnética cuya velocidad no podría superarse. De esta forma
quedaban explicados los fenómenos de por qué un campo eléctrico es capaz de
generar magnetismo y por qué un campo magnético puede crear electricidad; son
en realidad las dos caras de una misma moneda. El problema surge en la propia
esencia de la velocidad, pues cuando hablamos de ella siempre es con referencia
a algo, entonces... ¿con respecto a qué se mueve la luz a esa velocidad? Por
desgracia este descubrimiento respondía a un modelo mecánico del universo que
no le gustaba nada a Maxwell, la existencia de un éter que llenaría todo el
universo entero de forma uniforme y con una rigidez tal que permitiría la
transmisión y propagación de la luz a través del mismo como si fueran ondas en
un estanque. Teoría romántica y teológica donde las haya, la del éter inspiró
la creación del experimento que lo cambió todo, aunque como veremos ahora, fue
de una forma indirecta y fortuita. Se puede decir que es el fracaso más
importante de la historia de la física.
El experimento
ingeniado por Albert Abraham Michelson (Nobel de física en 1907) y Edward
Morley en 1887, estaba pensado para demostrar la existencia del éter de una vez
por todas. Consistía en un aparato en forma de cruz, llamado interferómetro,
dispuesto de forma que uno de los brazos iría paralelo al movimiento de la
tierra y el otro perpendicular. Al emitir un haz de luz desde uno de los
extremos del brazo paralelo al movimiento a un cristal central 50% reflectante
y 50% transparente colocado en diagonal de forma muy precisa, éste se dividiría
en dos para rebotar en dos espejos colocados en el final de los otros extremos
para volver a unirse en el cristal central y finalizar su recorrido en un
detector. Si el éter existía, el haz de luz que recorría el brazo paralelo al
movimiento de la tierra debería verse afectado por dicho movimiento, y llegaría
más tarde al detector generando la señal correspondiente. No olvidemos que en
esta época seguían prevaleciendo ambas teorías sobre la luz: la corpuscular de
Newton y la ondulatoria de Hyugens. Cientos de veces se realizó el experimento
con instrumentación cada vez más precisa y siempre se obtenía el mismo
resultado, la velocidad de la luz era constante se midiese como se midiese
independientemente de la posición u orientación del interferómetro. La
existencia del éter no quedaba demostrada. Este «fracaso» supuso la postulación
de nuevas teorías como la que propuso el físico Georg Francis Fitzgeral, que
decía que el brazo que seguía el movimiento paralelo a la tierra se contraía lo
suficiente como para hacer llegar los dos rayos de luz simultáneamente al
detector. Los demás científicos de la época se burlaron de esta idea, pues
parecía totalmente ridícula y absurda, pero cuando el gran Hendrik Lorentz
llegó a la misma conclusión a través de una simple geometría pitagórica ya
nadie decía nada. Lorentz dedujo junto a Fitzgerald en 1900 las
transformaciones de Lorentz-Fitzgerald, que fueron la base para la relatividad
especial, no para establecer el primer postulado de la misma, sino como
necesidad puramente matemática de establecer una invariancia en las ecuaciones
de Maxwell, dado que para velocidades cercanas a la de la luz las de Galileo ya
no servían, y la velocidad de la luz según las ecuaciones de Maxwell es siempre
la misma para todo observador. A partir de aquí el monstruo fue creciendo y
junto a Henri Poincaré establecieron los principios de la relatividad especial.
Ni el tiempo ni el espacio eran absolutos. Aunque estas fórmulas sean la base
de la teoría de la relatividad especial, cabe decir también que Albert
Einstein, aunque las conocía, llegó a la misma conclusión por otro camino
diferente, lo cual lo hace también merecedor del mérito.
Erns Mach (1838-1916)
también tuvo influencia en el desarrollo de las ideas del joven Einstein, pues
en sus libros hablaba del tiempo como algo abstracto y sin importancia,
producto del cerebro humano dado que no se podía tocar.
Si Maxwell fue el
sintetizador de trabajos de científicos tan grandes como
Ampere, Faraday u Oersted, Einstein lo fue de los de su época. Una vez
sintetizada su teoría de relatividad especial en 1905, quedaba añadir la
gravedad. Fue Herman Minkowski en 1907 quien se dio cuenta que la teoría de
relatividad especial recién publicada podía entenderse mejor en un espacio de
geometría no euclídea. Se dedicó entonces a crear el marco matemático que lo
hacía posible, donde el tiempo es tratado como una dimensión espacial más, solo
que esta vez unidireccional. ¿Qué significa esto? para poder entenderlo tenemos
que remontarnos unos 80 años atrás cuando el matemático más grande de todos los
tiempos, Carl Friedrich Gauss, mientras experimentaba con la geometría de
Euclides, se dio cuenta de que unos de sus postulados podría permitir espacios
curvos. Sus resultados fueron tan transgresores que no fue hasta 1854 cuando su
discípulo Georg Riemman estableció las bases de dicha geometría. Einstein sabía
bien que necesitaba desesperadamente comprender estos conceptos para poder
incluir la gravedad en sus teorías, así que acudió a dos colegas que le
versaron en el arte de las matemáticas de tensores y las geometrías no
euclídeas: Georg Alexander Pick y Marcel Grossman respectivamente. La prematura
muerte de Hermann Minkowski, que ya había desarrollado el marco de un espacio
tetradimensional, impulsó y determinó enormemente a su discípulo David Hilbert
a completar la teoría de la relatividad general antes que el propio Einstein.
Se sabe que intercambiaron numerosa correspondencia en forma reservada pero
condescendiente, donde comentaban algunas ideas y enfoques, se sabe también que
ciertas ideas de Hilbert inspiraron y ayudaron a Einstein. Todo esto hizo que
el desarrollo de la teoría de la relatividad general se convirtiera en una
carrera contrarreloj en la que había bastante gente implicada. Einstein
consiguió finalmente completarla antes, y como ya se nombraba a principios del
artículo, la presentó en el mes de noviembre de hace 100 años. Sin embargo no
fue él el primero en resolver las ecuaciones, Karl Schwarschild unos pocos
meses después y también pocos meses antes de morir demostró a través de la
relatividad general la existencia de agujeros negros como singularidad. Sin
embargo tras completar todo su trabajo, Einstein cayó enfermo y se mantuvo unos
pocos años al margen de la comunidad, tratando de recuperarse del enorme
esfuerzo físico, mental y espiritual que una teoría tan extensa y compleja como
ésta le exigió.
Todos los grandes
científicos de la historia han cabalgado a hombros de gigantes, y la historia
detrás del desarrollo de la teoría de la relatividad general esconde muchos de
ellos. No pretendo restar mérito a Einstein, pues el solo hecho de comprender
la teoría en aquella época ya era digno de un premio Nobel. Famosa es la frase
de Edington, el científico que, fascinado por los novedosos conceptos, la dio a
conocer al mundo anglosajón, y que demostró la curvatura del espacio y el
desvío de la luz durante el eclipse de 1919: «Solo hay tres personas en el mundo
capaces de entender la teoría de la relatividad de Einstein. Estoy intentando
pensar quien es la tercera.»
Rubén Blasco – Agrupación Astronómica de
Huesca.
NEWTON, EL FIN DEL MEDIEVO
"Platón es mi amigo,
Aristóteles es mi amigo, pero mi mayor amigo es la verdad". Seguramente,
cuando pronunció esta célebre frase, muchas de las personas que lo conocían
comprendieron inmediatamente por qué, Sir Isaac Newton, era un personaje arisco
y solitario. Solo escuchar su nombre causa en nosotros un sentimiento de
respeto casi divino, y nos lo imaginamos envuelto en una especie de aura
mística, más digna de un sabio iluminado moderno que de uno de los últimos
hombres del pensamiento medieval. Newton nunca destacó por su don de gentes,
llegando a convertirse más un ser al que admirar que alguien cercano; y siempre
fue una persona insegura, hasta tal punto que llegó a retrasar las
publicaciones de sus grandísimos descubrimientos durante décadas por miedo a
las críticas que pudiera recibir. Ya había tenido una mala experiencia al
respecto con el afamado científico de la época Robert Hooke, cuando Newton dio
a conocer en la Royal Society su teoría corpuscular de la luz. Robert lo
criticó duramente y esto provocó que la publicación de la obra Optica se retrasara hasta la muerte del
mismo. Esto choca con el verdadero pensamiento de Newton, que ya se revelaba
como un visionario muy adelantado a su tiempo, con una mente tan superior, que
inevitablemente le causaría un aislamiento del resto de mortales. Lejos de un
universo puramente mecánico típico de Descartes, en el que un ser divino le da
inicio para desentenderse de él, Newton sentía que Dios residía en cada uno de
los átomos que lo componen, manifestándose a cada instante revelando unas leyes
tan hermosas como simples, únicas e interrelacionadas entre sí, y que
explicaban el funcionamiento del universo al completo. Sir Isaac Newton sentía
que Dios le hablaba a través de las matemáticas para comprender el mundo.
Nació en 1642 en la localidad de Woolsthorpe, en el seno
de una familia humilde dedicada a la tierra y el ganado. Debido a la muerte de
su padre y a un segundo matrimonio de su madre, Newton se vio desplazado a casa
de su abuela, donde no hizo más que aumentar su odio hacia sus progenitores.
Desde niño ya mostró dificultades para relacionarse con los demás y siempre
trataba de mostrar su superioridad intelectual, lo que causaba desconfianza en
sus compañeros de colegio. Siempre mostró gran habilidad en la construcción de
ingenios. Solía atar linternas a las colas de cometas que él mismo diseñaba
para aterrorizar a sus vecinos por las noches. Usaba también esta habilidad
para ganarse la cercanía y confianza de las niñas, según el testimonio de una
de ellas que, ya de anciana, se atribuyó una relación sentimental con Isaac, la
única que se le conoce durante toda su vida. Durante sus años de colegio
desarrolló una feroz competitividad que determinaría su carácter y modus operandi
para el resto de su vida.
En 1661, y tras demostrar sus grandes capacidades
teóricas, Newton ingresó en el Trinity College de la universidad de Cambridge.
Las innovadoras teorías celestes de Kepler y terrestres de Galileo habían sido
ya publicadas y casi al mismo tiempo prohibidas por la iglesia católica, por lo
que las enseñanzas impartidas a lo largo y ancho de Europa eran todavía la
física y cosmología aristotélica. No fue hasta después de su graduación en sus Annus Mirabilis, entre 1664 y 1666,
cuando, recluido en la granja donde se crió, debido a una epidemia de peste que
asolaba Trinity College, hizo la mayor parte de sus grandes descubrimientos, el
cálculo infinitesimal, las leyes de gravitación universal y la teoría corpuscular
de la luz. Newton se encontró un panorama ya bastante bien encaminado, pero a
falta de un aparato matemático capaz de englobarlo todo. Por un lado, Kepler
había descubierto las órbitas elípticas de los planetas, formulando sus famosas
leyes de los movimientos celestes, y por otro Galileo había encontrado unas
leyes para el movimiento de los objetos en la superficie terrestre; y eran
misteriosamente parecidas. Posiblemente, el famoso mito de Newton y la manzana
que le inspiró a formular la ley de gravitación universal, nunca existiera y
fuera una dramatización creada para dar importancia al simple hecho de que
encontró la respuesta en la granja de su familia llena de manzanos. Tras
calcular cuánto caía un objeto sobre la superficie de la Tierra, Newton se hizo
la gran pregunta que le llevó a unificar finalmente, mediante sus tres leyes,
la esfera supralunar y sublunar ¿Cuánto está cayendo la luna hacia la Tierra en
cada segundo? La respuesta fue 3 milímetros. Pero no todo fue hazaña solitaria.
Muchos intervinieron de forma determinante, como por ejemplo Robert Hooke, con
su ley del péndulo, tanto para la fuerza centrípeta que luego formularía Newton
como para el cálculo de una fuerza ejercida por un cuerpo central. O Sir Edmund
Halley, descubridor del cometa que ahora lleva su nombre, el cual le propuso el
problema del movimiento de los planetas entre otros.
Pero la leyenda de Newton no se queda aquí, fue también
inventor del telescopio reflector, gracias al cual fue admitido en la Royal
Society, descubrió que la luz está compuesta por un haz de 7 colores que hoy
llamamos arcoíris, desarrolló el calculo infinitesimal a la par de Leibniz y
posteriormente los principios de la mecánica de fluidos. No obstante, fue más
un hombre del medievo que de la era moderna, de hecho, podemos considerarlo al
mismo tiempo el último de los alquimistas y el primero de los científicos
modernos, no en vano más de tres cuartas partes de su biblioteca estaban
dedicadas a la alquimia, la teología o la astrología entre otros temas
esotéricos. Como dice John Maynard Keynes "Newton no fue el primero de la
edad de la razón, fue el último de los magos, el último de los babilonios y
sumerios". Pasó también por episodios de depresión aguda, posiblemente
causados por el mercurio de sus experimentos alquímicos, pero tras recuperarse
llegó a ser director de la casa de la moneda y ocupó la cátedra que hoy regenta
Stephen Hawking.
Isaac Newton fue un antes y un después, el hombre que
marcó el fin de una era, a la que aún pertenecía, y el inicio de otra que llega
hasta nuestros días. Heredero del legado que Copérnico destapó y genios como
Kepler, Galileo, Huygens, Giordano Bruno o Descartes, supo congeniar todas las
ideas que llegaron hasta su tiempo en su gran obra Principia Mathematica Philosophia Naturalis. No sin razón fue
calificado como el genio más afortunado de todos los tiempos, pues una persona
solo puede descubrir un sistema del mundo una vez en la historia.
Rubén Blasco – Agrupación Astronómica de
Huesca
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