Bajo el Manto Estelar: Las crónicas de los Titiriteros de la AAHU

Por el equipo de voluntarios de la AAHU

Actividades de la Agrupación, verano 2024
Collage de imágenes de distintas actividades de la AAHU durante el verano de 2024

En las noches nítidas y serenas, cuando las estrellas parpadean como diamantes esparcidos sobre la provincia de Huesca, un grupo de apasionados voluntarios se reúne bajo el inmenso tapiz celestial. Somos los monitores de la Agrupación Astronómica de Huesca, aunque entre nosotros nos llamamos cariñosamente «Titiriteros de las Estrellas». Nos dedicamos con fervor a la divulgación de la astronomía, y en este viaje hemos acumulado incontables anécdotas: algunas desternillantes, otras conmovedoras, y muchas que nos han dejado simplemente maravillados.

Una de las escenas más comunes en nuestras actividades es la reacción de asombro cuando alguien ve la Luna o Saturno a través del telescopio por primera vez. Es como si el universo se revelara en ese instante, tangible y cercano. Los que manejamos telescopios de montura Dobson sabemos que estos momentos requieren un poco de destreza: el telescopio debe ajustarse constantemente para que el objeto no se escape del campo visual. Pero el esfuerzo vale la pena cuando escuchas las exclamaciones de asombro que rompen el silencio de la noche.  

A veces, los más pequeños se acercan con dudas. Es frecuente ver a un niño mirando por el ocular con una expresión de incertidumbre. Cuando le preguntas si ha visto a Saturno, suelen responder con un tímido «sí», pero sabes que no es cierto. Entonces, vuelves a centrar el telescopio y le dices: «Mira ahora». Y ahí está el momento de la verdad, cuando la magia sucede: una exclamación de asombro que confirma que finalmente ha visto Saturno con sus propios ojos. Esos pequeños instantes son los que nos recuerdan por qué hacemos lo que hacemos.

Observaciones solares durante la VII Star Party dedicada al sol, 29 de junio de 2024.

Las noches de observación también nos regalan historias para compartir entre nosotros, los titiriteros. Recordamos con humor una vez que un caballero, que claramente había tenido una larga reunión con Baco, se unió a la charla. Interrumpía constantemente, con una elocuencia propia de su estado. Decía venir de Marte, señalando al cielo con insistencia. Finalmente, uno de nuestros compañeros, ya cansado de las interrupciones, le dijo con paciencia infinita que, lamentablemente, Marte no se podía ver esa noche. La situación, aunque cómica, nos dejó a todos con una sonrisa cómplice.  

Pero no todas las historias son así de jocosas. En una ocasión, durante un taller de lanzamientos de cohetes de agua, una madre se acercó preocupada. Su hijo, con una condición que le causaba ansiedad ante ruidos fuertes, podía tener una mala reacción. Mi compañero, con toda la empatía del mundo, le aseguró que los cohetes eran silenciosos. Al final del taller, la familia se acercó para expresar su gratitud por lo mucho que había disfrutado el niño. La sonrisa en el rostro del pequeño y la emoción en los ojos de sus padres fue una recompensa que difícilmente se puede describir con palabras.

No faltan tampoco los momentos de improvisación. En otra oportunidad, mientras uno de nuestros titiriteros organizaba una fila para que todos pudieran ver por el telescopio, escuchó una voz que decía: «Yo no puedo mirar». Era una noche oscura, solo alumbrada por la tenue luz roja de las linternas. Al preguntar por qué no podía, el compañero se dio cuenta de que la persona estaba en silla de ruedas. Sin dudarlo, rompió la fila, le acercó el telescopio y logró que esa persona también pudiera asomarse al universo. Esos gestos, aunque pequeños, son los que marcan la diferencia.

Y, por supuesto, hay momentos que nos arrancan una carcajada. Una vez que una casa rural nos pidió una observación para un grupo de adultos, mi compañero comenzó a explicar el Triángulo de Verano y señaló Deneb, Altair y Vega, y para su sorpresa, todo el grupo empezó a levantar los brazos y a gritar exaltadamente mientras decían tomar la energía de Vega. Imagina la cara de mi compañero en ese momento, tratando de mantener la compostura mientras se enfrentaba a una situación tan inesperada como divertida.

Charla astronómica «a la fresca» en Castelflorite, 20 de julio de 2024.

Finalmente, quisieramos terminar con una anécdota que nos recuerda la capacidad del público para asombrarnos. Al final de una observación, cuando la mayoría de la gente ya se había ido y contestábamos preguntas mientras otros marchaban, mi compañero notó a una niña sola subida en un taburete y mirando por el telescopio. Se acercó, le preguntó si quería que le enfocara algún objeto en particular. La niña, con los ojos brillantes, respondió: «No, lo que estoy viendo es maravilloso». Y ahí la dejó, contemplando el cielo en silencio, mientras nosotros nos retirábamos con una sonrisa. ¿Qué más se podía hacer? 

Ser titiritero es más que un pasatiempo, es una pasión que nos une y nos llena de historias y recuerdos invaluables. Cada noche que salimos a compartir las maravillas del universo con los demás, sabemos que estamos creando momentos especiales que perdurarán en la memoria de aquellos a quienes alcanzamos con nuestra curiosidad y asombro por el cosmos.

¡Nos vemos el próximo verano!


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