La historia petrificada

Por Fernando Sa Ramón (AAHU)

En esta entrega, repasamos algunos minerales que nos cuentan, por medio de la Geología y con su forma de escritura particular, la historia del Universo y de nuestro planeta, que data de millones de años.


Circón. Imagen de Robert M. Lavinsky. Wikimedia commons (CC BY-SA 3.0)

Muchas personas y muchas instituciones coleccionan cosas variadas, sobre todo objetos históricos y artísticos. Es indudable que la mayoría de estas colecciones tienen gran valor no sólo económico, sino también histórico: cuentan una parte de la vida y los logros humanos.

Esto es muy importante, pero no debemos olvidar que las colecciones naturales también transmiten una valiosa información y unas grandes historias, aunque acerca de un trascurso de tiempo muchísimo mayor. Hay seres vivos que viven varios miles de años; aquí nos vamos a referir a algo muy anterior, hay que saber ver, escuchar y comprender.

La Geología, o cómo se lee historia en las rocas

La Geología nos permite realizar un asombroso e instructivo viaje hacia atrás en el tiempo: los fósiles nos hablan de una historia de la vida, no sólo la humana, sino la de seres de hace millones de años; los minerales y las rocas hablan de la historia de nuestro planeta, nuestro hogar, casi desde que se formó; y los meteoritos hablan de la historia de nuestro sistema planetario, algunos, incluso, de la de antes de su formación, ya que contienen granos de materiales y asociaciones químicas pre-solares, de hace miles de millones de años.

Al igual que sucede con las pinturas famosas, las joyas o los vehículos de colección, hoy en día se pagan auténticas fortunas por algunos meteoritos o fragmentos de ellos, en muchos casos a un precio superior al del oro, pero muy por debajo del precio de algunas piedras preciosas.

En Estados Unidos, principalmente (¿cómo no?), y también en el resto del mundo, hay gente fanática exagerada y caza-meteoritos que recorren el planeta y las casas de subastas en busca de tan preciados tesoros procedentes de asteroides, de la Luna, de Marte y de escombros de la formación del Sol y los planetas. Pero también se pueden conseguir otros a precios muy razonables (con cuidado de dónde se buscan, porque hay demasiados fraudes).

A muchos nos produce una sensación muy especial tener en nuestras manos un trozo de la formación del sistema solar que ha vagado por el espacio miles de millones de años y ahora está aquí; no sólo es cuestión de romanticismo y curiosidad, sino, además, de una enorme importancia desde el punto de vista científico, ya que, mediante su estudio, nos acercamos más al entendimiento del Universo y de nosotros mismos. Algunos contienen aminoácidos y compuestos orgánicos variados; y otros albergan polvo y granos de minerales pre-solares, es decir, creados en alguna estrella anterior a la formación del Sol, que fueron esparcidos por el espacio al acabar su vida y explotar, y que, después, pasaron a formar parte de nuestro sistema solar.

En cuanto a los materiales muy antiguos formados en la Tierra, habría que destacar el caso de los zircones: el zircón (o circón) es un bonito mineral, silicato de zirconio (ZrSiO4, asociado con compuestos de hafnio), en ocasiones utilizado como piedra semipreciosa, que se forma en rocas magmáticas, como granitos, pegmatitas, sienitas y otras. No se debe confundir con “circonita”, que es un óxido de circonio artificial estabilizado con ytrio, creado para bisutería y joyería, con una dispersión de la luz algo mayor que la del diamante.


Fósiles y réplicas de fósiles expuestos en Dinopolis (Teruel).
Foto de MiguelAlanCS. Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)

El interés científico de los circones estriba en que estos cristales se crearon muy pronto, al principio del enfriamiento del exterior de la Tierra, y en que suelen contener compuestos radiactivos de torio y uranio, que sirven a los investigadores para hacer importantes dataciones geológicas estudiando el tiempo que llevan desintegrándose estos inestables elementos radiactivos, cuyas tasas de desintegración se conocen bien. Así, usando técnicas clásicas y las más modernas de tomografía atómica, los geólogos han podido afinar datos anteriores y calcular la edad de algunos zircones de rocas muy antiguas en 4374 millones de años, lo que significa, además, que la corteza terrestre comenzó a solidificarse muy poco después de la formación de la Tierra (en tiempo geológico).

Fósiles: las huellas del pasado

Los fósiles son unos curiosos regalos de la naturaleza con los que poder estudiar y recomponer algunas formas de vida del pasado muy lejano. Si han llegado hasta nosotros es porque se encuentran petrificados y han aguantado el paso de miles de milenios. La fosilización fue un proceso muy largo y complejo, y se produjo cuando, después de morir plantas, animales, hongos o bacterias, fueron precipitando determinados compuestos químicos sobre ellos (los sólidos se van separando de su disolución) y, con el paso del tiempo, se cristalizaron y convirtieron en minerales o rocas que adoptaron las formas de los seres vivos, o, en el caso del petróleo, el carbón, el ámbar y otros similares, al alterarse unas sustancias químicas en otras habitualmente más sólidas, que, incluso, preservan en su interior restos vegetales y animales.

Un hecho muy interesante es que la fosilización se puede producir en varios tipos de minerales, que son los que pueden precipitar químicamente en los poros y oquedades de huesos, conchas y tejidos de seres vivos: carbonatos (calcita), sulfatos y sulfuros (pirita), óxidos (limonita y hematites), fosfatos (apatito), sílice (sílex y ópalo, más habituales en vegetales que en animales).

Algunos de estos materiales siguen siendo sintetizados por los seres vivos para formar estructuras, como esqueletos, exoesqueletos, conchas o espinas (carbonatos y sílice), dientes y colmillos (apatito y fluorapatito, que es más duro). La Evolución trabaja con lo que tiene a mano.

Cuando se habla de «fósil viviente» (una terminología informal y poco afortunada), se hace referencia a algunos seres vivos que han cambiado o evolucionado poco o nada desde hace millones de años, por lo cual la morfología de los ejemplares actuales es casi idéntica a la de los fósiles. Es el caso de algunos insectos, reptiles, peces y anfibios, el conocido «cangrejo de herradura», helechos y árboles, como el ginkgo y la araucaria.

En futuras reseñas hablaremos, por supuesto, de la importancia de muchos otros materiales: el hierro, como ya se vio, el diamante, el trilobites, la palasita, el coltán, el oro, las rocas lunares, el titanio, la kamacita, el agua, los lantánidos, el grafeno, la condrita, los imanes, las impactitas, el poliéster, el acero…

Aquí hemos sintetizado unos arquetipos de rocas que tienen más importancia de la que parece porque cuentan, aunque mudas y solidificadas, una parte de nuestra historia evolutiva.

Nuestro paso por la superficie de la Tierra representa un pequeño instante en su historia planetaria. Dentro de algunos millones de años, otras formas de vida continuarán su desarrollo, y lo que quede de nuestra civilización será, seguramente, un estrato geológico de unos pocos centímetros alrededor del cambiado planeta, unos cuantos fósiles nuestros y de nuestros objetos, una huella radiactiva global y algo de chatarra espacial diseminada por el Sistema Solar y sus alrededores… o tal vez no. Esto también es Evolución.

«El hierro de un meteorito y el hierro de la sangre tienen un origen común en el núcleo de una estrella». 

Neil deGrasse Tyson, astrofísico y divulgador

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