El objeto más peligroso conocido por la humanidad

 Por Fernando Sa Ramón (AAHU)

En las plácidas noches de verano en las que se contempla el espectáculo de la lluvia de meteoros de las Perseidas, pocas personas son conscientes de hasta qué punto pueden ir unidos en el Universo los conceptos de creación y destrucción, belleza y horror, vida y muerte.

El cometa 109P/Swift-Turtle, cuyo paso cada año genera el fenómeno de las Perseidas. @NASA

Lo que produce el fenómeno de las Perseidas es el paso de la Tierra en su órbita (el camino que recorre alrededor del Sol) por la zona del espacio llena de polvo y partículas que deja el cometa 109P/Swift-Tuttle, llamado así porque parece que los meteoros provienen de la constelación de Perseo, debido a la perspectiva. Debo aclarar aquí que el término correcto es lluvia de meteoros o de meteoroides, que son esos fragmentos que se volatilizan al chocar contra la alta atmósfera, aunque el término más usado comúnmente (pero inadecuado) sea lluvia de estrellas.

La órbita de este cometa es muy conocida y está estudiada por la Astronomía desde que se descubrió en julio de 1862: es muy elíptica (alargada) y está en resonancia 1:11 con la de Júpiter, es decir, su relación gravitatoria hace que, por cada once órbitas completas de Júpiter alrededor del Sol, el cometa realiza una. El problema está en que cruza muy cerca de la órbita de la Tierra, y, además, el Swift-Tuttle, que vemos cada 133 años, es el objeto conocido más grande de entre todos cuyas trayectorias concurren con la de nuestro planeta: mide unos 26 km de diámetro.

Si tenemos en cuenta que el supuesto asteroide que impactó en la Tierra hace 65 millones de años y llegó a extinguir gran parte de los seres vivos, entre ellos los dinosaurios, debía medir unos 10 km, quiere decir que no sólo es un cometa potencialmente peligroso (un PHC), sino que se ha ganado el título de «el objeto más peligroso conocido por la humanidad».

Representación artística de un asteroide de unos 10-15 kilómetros de diámetro que choca con la Tierra.
Imagen de dominio público. @NASA

Si alguna vez, en el futuro, coincidiera con el paso de la Luna o de la Tierra, lo cual es poco probable pero no imposible, el impacto sería casi treinta veces más potente que aquel de la extinción de los dinosaurios y que marcó, en principio, la división geológica Cretácico-Paleógeno. El resultado sería devastador y catastrófico a nivel de la biosfera, extinguiría más del 90 % de los seres vivos, y la vida tendría que comenzar de nuevo casi desde cero, como ha sucedido varias veces millones de años atrás.

De todas formas, no hay que preocuparse mucho, de momento: se calcula que el máximo acercamiento tendrá lugar en el año 4479 y con una probabilidad de impacto muy baja. Eso sí, el espectáculo que ofrecerá al pasar tan cerca podría ser sensacional, y la oportunidad para estudiarlo mejor, fantástica (aunque también conllevará peligro por los restos desprendidos).

No obstante, no hay que fiarse, ya que estos objetos dependen gravitatoriamente de Júpiter y del Sol en mayor medida, pero también pueden verse afectados por pequeñas variaciones del equilibrio planetario o por choques con otros cuerpos, y, entonces, pueden variar ligeramente su órbita y acabar expulsados del sistema solar o cayendo al Sol, o a Júpiter, o a la Tierra.

A día de hoy no existe tecnología alguna que nos libre de ese cataclismo. En un futuro no muy lejano sí debería haberla, y no sólo para protegernos del Swift-Tuttle, sino de los millones de objetos pequeños que orbitan más cerca y cuya probabilidad de impactar con la Tierra es mucho mayor. Cada día caen en nuestro planeta más de veinte toneladas de polvo de los restos de la formación de nuestro sistema planetario. De vez en cuando, será algún fragmento grande (meteoroides y asteroides pequeños); y en el transcurso de más tiempo, cuerpos mayores y más peligrosos.

Todo esto no es razón para odiar o temer a los cometas y asteroides, ya que, probablemente (es una teoría bastante posible), pudieron traer el agua y las moléculas necesarias para la vida en las primeras fases de formación de la Tierra, y a ellos les debamos estar aquí, hablando de todo esto.

Son portadores de vida y muerte, como los ciclos del propio Cosmos. Pero tal vez el momento al que ha llegado nuestra Evolución como especie cambie las cosas, ya que, en primer lugar, comprendemos perfectamente todas estas cuestiones y cómo provenimos de la evolución del Universo; y, en segundo lugar, en poco tiempo seríamos capaces de desarrollar una tecnología para protegernos de un peligro así.

Hay varias teorías sobre cómo protegernos: la más razonable sería el variar mínimamente sus órbitas empujándolos poco a poco, pero con mucha antelación y cuando están lejos. Con eso se lograría que la separación haya aumentado considerablemente para cuando se acerquen a la Tierra. 

Y no hablamos de ilusiones, sino de objetivos realizables si se pone el empeño y el dinero suficientes, como en cualquier otra increíble misión espacial de las que se realizan constantemente desde que el Sputnik orbitó nuestro planeta y se llegó a la Luna, y a Marte, se enviaron sondas espaciales a investigar los planetas… incluso hay proyectos de minería en asteroides y para traer alguno a órbitas cercanas a la Tierra, aunque despiertan muchos recelos por el peligro que conllevan, con sus ventajas e inconvenientes.

Entonces, el Swift-Tuttle ya no sería «el objeto más peligroso conocido por la Humanidad»: sería el que marcara un nuevo antes y después en la historia, no porque nos lleve a la extinción, sino por evitarlo voluntariamente. Seguramente, es algo que no dependerá sólo de la comunidad científica, sino de todos los seres humanos aprendiendo, divulgando y tomando decisiones adecuadas y encaminadas a ese fin.

«Nuestro paso por este rincón pequeñísimo del Cosmos en el que vivimos será breve. Con un desprecio absoluto por nuestros anhelos y necesidades, la Naturaleza actúa a escalas de espacio y de tiempo que escapan a nuestra comprensión. Quizá sólo podamos buscar consuelo en nuestra infinita capacidad para formular preguntas y buscar respuestas sobre el lugar en que nos encontramos».

Caleb Scharf, astrónomo, Universidad Columbia de New York

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Última entrada

El objeto más peligroso conocido por la humanidad

  Por Fernando Sa Ramón (AAHU) En las plácidas noches de verano en las que se contempla el espectáculo de la lluvia de meteoros de las Perse...