Sobre equívocos, mitos y fraudes con meteoritos y minerales

Por Fernando Sa Ramón

Cuando hablamos de la mercantilización de materiales a los que se ha asignado cierto valor económico, aparecen numerosas estafas y fraudes, y el material geológico no es la excepción: falsos meteoritos, falsas piedras preciosas, minerales “milagrosos” que curan los males… hay de todo. En su afán de buscar una explicación a lo desconocido, la humanidad puede ser muy creativa y, a veces, también dañina, aunque no siempre sea la intención.

Escorias recogidas en la ciudad de Huesca. Foto del autor.

La razón, la superstición y las estafas

Hace ya tiempo que se está dando un fenómeno contradictorio (entre muchos otros): cuanto más avanza la ciencia, la tecnología y la difusión mundial por todos los medios posibles de dichos avances, más aumenta la mentira, la desinformación, las prácticas deshonestas y el afán de muchas personas de engañar, embaucar y «atontar» a las demás a toda costa, lo que hace cada vez más difícil encontrar información fehaciente basada en la lógica, el estudio de la Naturaleza y sus leyes físicas, y más aún la divulgación seria y rigurosa que desmienta dichos engaños.

El mundo de la Geología no es la excepción: Se nos presentan constantemente unas realidades que asustan. Por una parte, el alejamiento del método científico para buscar respuestas en el mundillo del misticismo y la superstición, y por otra parte, las falsificaciones y estafas al prójimo, pues que cualquier cosa que tenga cierto valor (como los materiales geológicos, es susceptible de convertirse en objeto de engaño.

Por si esto fuera poco, el propio mundo natural no nos lo pone fácil; ya lo advirtió Albert Einstein: «la Naturaleza nunca ha tenido entre sus obligaciones el facilitarnos el descubrimiento de sus leyes». Si a esto le añadimos la influencia de la compleja evolución de la sociedad, la tecnología y la industria humanas, y se combina con la maldad de algunos hombres, tenemos un peligroso cóctel de consecuencias culturales imprevisibles.

En Internet, el mercado de estafas en materia geológica supone entre el 25 % y el 95 % de la oferta, dependiendo de los materiales objeto de la falsificación: los más comunes son el ámbar, las perlas, las turquesas, los fósiles y los meteoritos; y casi nadie puede hacer algo frente a eso excepto advertirnos.

Esto no es nada nuevo: los hallazgos arqueológicos indican que, desde hace varios miles de años, se han falsificado ámbar, joyas y metales preciados.   

Si se cogen unos bonitos cristales de cuarzo y se vaporizan con metales en un laboratorio para darles otro aspecto iridiscente y llamativo, simplemente porque como seres humanos, nos gusta experimentar, ¿ya no son naturales? 

El problema real y más serio ya no es encontrar una respuesta a esta duda, sino que unas personas se inventaron que esos nuevos materiales producen en la gente efectos esotéricos curativos, espirituales y mágicos, ¡aberraciones esperpénticas que consumen la razón y el sentido común!

Es increíble que tengamos que aclarar esto: los meteoritos, los minerales y las rocas NO tienen poderes ni propiedades esotéricas, mágicas ni curativas (como mucho, un efecto placebo, una falsa idea que podría hacer sentir mejor a algunas personas). Lo que sí atesoran es una gran belleza y un gran interés científico y socioeconómico.

Intentar desmentir a quienes divulgan mitos, o abrir los ojos a quien ha caído en engaños o a quienes creen poseer un tesoro milagroso es una tarea casi imposible debido a muchos factores, como la educación recibida, el sesgo cognitivo, el «efecto ideomotor» y otros fenómenos cerebrales que nos hacen creer que una idea preconcebida o una explicación paranormal o sobrenatural son mejores argumentos que una explicación científica.

Siempre recomendamos investigar por cuenta propia sobre estos temas para descubrir cosas muy interesantes, espantarse y deslumbrarse a partes iguales, y constatar que las buenas intenciones no son suficientes.

Piedras raras

Muchas personas piensan que cualquier piedra un poco llamativa o distinta que se encuentra por ahí es algo especial, como un meteorito, mezcla de la influencia de modas pasajeras en los medios de comunicación y de la emoción de pensar que se ha encontrado algo valioso. Pues en 99 de 100 casos se equivocan.

Además, algunos meteoritos auténticos pasan desapercibidos porque parecen rocas, no llaman la atención porque no tienen la estética esperada, llevan tiempo alterándose a la intemperie. Al cabo de mucho tiempo de degradación, sus componentes pasan a formar parte indistinguible de la propia corteza terrestre. 

Existe una cantidad de materiales en los que no nos fijamos normalmente y, aunque no tengan mucho valor económico, encierran un elevado valor geológico, histórico y científico. Los problemas surgen cuando se interpreta mal su procedencia o se confunde a otras personas, con o sin mala intención.

Además, por serendipia, se ha constatado que las escorias no son solo modernas, ya que se encuentran casi en cualquier asentamiento humano desde la antigüedad, estudiado arqueológicamente o no, y en casi cualquier lugar donde se haya realizado alguna actividad industrial, como mudas testigos de las actividades humanas, desde los restos romanos de Los Bañales hasta el puerto industrial de Sagunto, desde las antiguas ciudades del desierto hasta los abandonados poblados balleneros del Ártico; y, así, se unen Geología, Historia, Antropología y Astronomía, una vez más.

Ejemplares de meteoritos encontrados en España (MNCN)

Parecen meteoritos pero no lo son

Muchos de estos materiales se venden o se hacen pasar como meteoritos, ya sea con intención de fraude o por desconocimiento: 

Escorias. Son restos vidrioso-metálicos de fundiciones, hornos o forjas, de épocas antiguas y modernas, principalmente concentradas en los alrededores de zonas industriales; suelen ser menos pesadas que los meteoritos metálicos y más que los rocosos, y generalmente presentan burbujas (los meteoritos no). 

Nódulos ferrosos (o férricos o ferruginosos). Masas minerales redondeadas que aparecen incrustadas en diferentes tipos de rocas (calizas, areniscas, pizarras, conglomerados…) o sueltas en el suelo. Suelen ser marcasita, goethita, pirita, siderita, limonita, otros óxidos, sulfuros y areniscas ferruginosas alterados por meteorización en la intemperie.

• Otros minerales de hierro y manganeso. Cuando se presentan en oscuras masas compactas y no en cristales visibles Son pesados y magnéticos, pero menos que los meteoritos metálicos verdaderos, y su composición es muy diferente.

A las escorias y a los nódulos ferrosos también se les llama «cagafierros» en muchos lugares. Otros nódulos y concreciones rocosas similares son las Bolas de moqui, o moqui marbles, concreciones redondeadas de óxidos de hierro en las areniscas de Utah (USA). 

Los meteoritos se distinguen de estos tres primeros tipos, además, y entre otras cosas, por tener una proporción isotópica diferente a las rocas terrestres, y unos minerales y unas estructuras cristalinas que no se dan en la Tierra de forma natural, lo cual nos indica que no se formaron aquí. De allí la necesidad de estudiarlos y clasificarlos en laboratorios adecuados (en España hay varios). 

Otros materiales que se confunden con meteoritos por su parecido son la bauxita, el hierro nativo, los objetos de hierro alterado (normalmente de yacimientos arqueológicos o de restos de actividades humanas y de las guerras), los ventifactos, las piedras oscuras y negras de los desiertos, las piedras del Mekong, China, las areniscas, el falso meteorito Shirokovsky (un montaje de unos militares rusos que se parece mucho a un meteorito pallasita verdadero) y la chatarra espacial caída a la Tierra.

Se parecen muy poco a los meteoritos, pero confunden 

Entre estos materiales se encuentran las impactitas y suevitas; la septaria; los nódulos de caliza de llamativo interior; la andesita, diorita, riolita, gabro, y otras rocas similares al granito; las rocas volcánicas en general, sobre todo el basalto; la obsidiana; el vidrio volcánico procedente de algunos tipos de lava aflorada en erupciones, y que varias civilizaciones la usaron para hacer armas y herramientas.

En algunos lugares de Hawái, la obsidiana ha solidificado en forma de gotas, cabellos, láminas o esférulas huecas llamada lágrimas, cabellos, algas y huevos de Pele, diosa hawaiana de los volcanes. 

Las «Lágrimas de apache» o Marekanita son un tipo de obsidiana redondeada, muy común en el oeste de América del Norte, utilizada para bisutería por las poblaciones nativas.

Las tectitas no son meteoritos, sino vidrios resultantes de choques de asteroides y de grandes meteoroides, rocas con alto contenido en sílice, fundidas y expulsadas por el impacto y recristalizadas después al enfriarse. Curiosamente, se han encontrado ciertas tectitas muy parecidas a escorias vítreas, ante todo por presentar burbujas. También el vidrio de Libia o Libyan glass proviene de impactos en arena silícea de los desiertos; las fulguritas y lechatelieritas son vidrios formados por el impacto de rayos (no de asteroides) en suelos y arenas. Todos estos vidrios se ofertan en algunos sitios como meteoritos cristalinos o vitrificados, algo que ni siquiera existe.

Luego están los restos de fundición de titanio, a saber de dónde han salido; algunos se han encontrado cerca de zonas militares. El sílex y el pedernal constan de óxido de silicio microcristalino del grupo de la sílice y el cuarzo, en los tectosilicatos, usado desde la prehistoria para hacer armas y herramientas.

Los instrumentos humanos paleolíticos son de sílex, de obsidiana o de jade (y extrañamente en muchos lugares también creen que son las puntas de los rayos). 

¿Cómo sabremos si tenemos un meteorito auténtico? En general cuando esté analizado y verificado en laboratorio, y comercializado por profesionales de demostrada experiencia y confianza. Para saber si una roca encontrada es un meteorito, algo que es sumamente improbable, hace falta mucha experiencia y conocer muy bien qué se busca y dónde, y luego llevarla a analizar.

Ornamento navideño de Swarovski (2016). Wikimedia Commons.

Manipulaciones humanas en la joyería

Algunas de estas manipulaciones se hacen por experimentar y por ciencia, o para usos tecnológicos y de joyería, y otras, desgraciadamente, para estafar.

El vidrio de Swarovski contiene un 24% de óxido de plomo, con lo que se consigue ese alto brillo característico. En 2014, esta marca puso en el mercado una serie muy limitada (y muy cara) de piezas que contenían fragmentos de varios meteoritos, entre ellos, uno de origen marciano.

Los diamantes sintéticos son reales pero fabricados en laboratorio; cuestan entre 3 y 10 veces menos que los auténticos, y la mayoría se utilizan en abrasivos, en electrónica y laboratorios, y unos pocos en joyería. Por su parte, la alejandrita sintética es óxido de berilio y aluminio, verde a la luz natural y rojo-violeta a la luz artificial.

Distinguir las joyas naturales de las artificiales es bastante difícil, si acaso hay que tener en cuenta que las naturales casi siempre presentan imperfecciones e impurezas, y las artificiales no, pero para asegurarse, hay que recurrir a instrumental de laboratorio (microscopio petrográfico, espectroscopio, refractómetro, etc.) o confiar en la buena fe y la profesionalidad de los proveedores.

Otros minerales y joyas sintéticas son el cuarzo, la esmeralda, el rubí, el zafiro, el zircón, la moissanita, la piedra de luna y el ópalo, y también los hay modificados por radiación y calor para cambiar su aspecto, como el topacio azul, el citrino más amarillo y el cuarzo ahumado. Los tratamientos para mejorar gemas son muy habituales, y lo responsable es informar al comprador para decidir si elige algo totalmente natural y sin tratar o algo tratado, generalmente más barato.

También hay imitaciones de joyas, perlas o minerales en vidrio y en plástico, generalmente de peor calidad que las sintéticas y más blandas. El tema de las perlas también es complicado: hay muy pocas auténticas. La mayoría son cultivadas (el 98% del mercado): son reales, pero forzadas a crecer dentro de los moluscos, o bien imitaciones “buenas” (tipo Majorica, de Mallorca) e imitaciones malas, falsas, pintadas, etc.  

La circonita (o zirconita) es óxido de zirconio sintético estabilizado con itrio, y se usa en bisutería y joyería para sustituir al diamante por su gran brillo y dispersión de la luz, pero vale entre 500 y 1000 veces menos. Existe un mineral natural con esta composición (óxido de Zr), pero es muy raro y se presenta pardo, gris o negro y no es transparente: el Baddeleyita de Brasil. 

El carburo de silicio es el más común, utilizado y conocido de los compuestos ultraduros, con su aspecto de mineral iridiscente y llamativo, pero hecho para usos industriales (abrasivos, electricidad, refractarios, etc.). Hoy día se está usando una variante en joyería, la moissanita sintética transparente, al igual que con la circonita, pero más dura que ésta y con mayor dispersión de la luz que el diamante; su costo es de unas diez veces menos que el diamante.

Diamante «Estrella de Sierra Leona». Foto de J. Jason. Wikimedia Commons.

Hay más sustitutos de los diamantes, como los silicatos de itrio y gadolinio, y otros compuestos ultraduros (nitruro de boro, nitruro de silicio, carburo de wolframio, carburo de boro -más duro que el diamante- boruro de osmio, carbonitruro de boro…), generalmente de uso industrial. 

El cuarzo «aura» consiste en cristales de cuarzo vaporizado con metales (titanio, oro, niobio), por lo que exhiben vistosas irisaciones, pero sin ningún poder esotérico, como aseguran sus distribuidores. El cuarzo «místico» y el topacio «místico» están también recubiertos por diversas películas para mejorar su aspecto y su color, y los cuarzos, calcedonias, ágatas, geodas, rodocrositas, okenitas, magnesitas y aragonitos teñidos tienen con colores que no presentan en la naturaleza. 

También hay grandes geodas de amatista que se hacen cementando trozos más pequeños (sí, con cemento común de albañilería), minerales diversos tratados con ácidos, bases o radiación para cambiarles el aspecto o el color, o pegados entre sí para que parezcan mejores o más raros; fulguritas no naturales (reales, pero creadas disparando a las tormentas cables de cobre anclados al suelo).

La recristalización

Se trata de una técnica instrumental de laboratorio para purificar o mejorar algunas sustancias sólidas mediante disolución, filtrado y evaporación; son minerales reales pero reconstruidos, ya no de origen natural, y comprenden las alunita, las calcantita, la lopezita, la zincita, el azufre, los cristales de fosfato amónico (APD o AMP), el bismuto, la tschermigita (o cermikita) y los «cristales» de níquel de laboratorio, la howlita (a la que llaman «turquenita»), las falsas turquesas reconstituidas con sus restos y las falsas turquesas gigantes que, supuestamente, provienen de China.

Además, hay falsos fósiles realizados en piedra, en escayola, o en resinas plásticas, el ámbar con tratamiento térmico para reforzar su brillo, aspecto y calidad (no es falso, sino «mejorado»), el ambroide, el ámbar falso fabricado con plásticos o resinas, y el copal (o young amber, o ámbar joven), que NO es ámbar ya que no está fosilizado, su aspecto es parecido, y es una resina tropical natural endurecida, algunas piezas con varios siglos de edad, que también puede contener animales, plantas y otros restos.

Finalmente, hay insectos coleccionables preservados en poliéster OLC. Si bien está claro que son de manufactura humana, es uno de los métodos que más usan los falsificadores de ámbar, quienes lo amarillean para que se parezca más al natural.

«La tendencia natural del que no sabe es creer lo que no es cierto. Para superar esa tendencia no es suficiente el exhibir la verdad; es necesario también exponer y denunciar la falsedad». 

H. L. Mencken, periodista


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