Minerales y desigualdad social, explotación y otras atrocidades

Por Fernando Sa Ramón

A lo largo de la historia de la civilización humana, hemos encontrado en la naturaleza minerales y productos para nuestra alimentación y para crear objetos utilitarios que nos facilitan la vida, pero ha sido en el último siglo donde la explotación desmedida de estos recursos ha excedido el umbral de la cordura y el respeto por nuestro hábitat y por otros seres humanos. ¿Existirá un límite para tanta codicia?

Palpando por diamantes en Sierra Leona. Wikimedia Commons.

Los metales raros y pesados, como el oro, la plata, el paladio, el niobio, el tantalio, el cobre, el platino, el iridio, el vanadio, el osmio y el uranio, aunque muy codiciados por las personas para su uso personal e industrial, sólo representan un minúsculo porcentaje del total de los elementos de la superficie terrestre. Se supone que muy en el interior de la Tierra sí debe haber grandes cantidades, hundidos por su propio peso, cerca del núcleo, desde los comienzos de la formación del Sistema Solar.

Sin embargo hay una extraña relación entre los seres humanos y el oro y otras materias preciosas. El oro, para unos, un símbolo de poder, riqueza, ostentación, supremacía y libertad; para otros, un metal casi inútil y sin aplicaciones prácticas cotidianas, símbolo de la desigualdad y las luchas contra el prójimo y contra la naturaleza que genera. Seguramente una visión intermedia sea más correcta, hasta el oro tiene cosas malas y buenas: se usa mucho en tecnología, en astronáutica y en aparatos electrónicos. Esa fascinación que provocan sus propiedades podemos extenderla a otros metales y minerales preciosos, pero los problemas seguirán siendo los mismos, porque están sujetos a la arbitrariedad y la codiciosa forma de ser de los seres humanos: cómo se obtienen y cómo se utilizan.

Para recoger un solo gramo de oro hace falta procesar más de una tonelada de roca; el oro usado por las personas a lo largo de toda la historia ocuparía alrededor de dos piscinas. Haciendo unas operaciones físicas y matemáticas (con las densidades, los volúmenes, etc.), se puede calcular que ha sido necesario mover y filtrar unos 20 millones de piscinas de roca, equivale a 7000 veces la masa de la pirámide de Keops, a una gran montaña de una cordillera, a un asteroide de 2,5 kilómetros de diámetro o suficiente roca para rellenar por completo el valle de Ordesa.

Mina de oro en Salento, Colombia. Foto: la crónica del Quindío, CC0, via Wikimedia Commons.

Quizá estos son sólo datos curiosos; lo inquietante es que la especie humana, después de tantos siglos de ciencia, todavía no usa su “inteligencia” para estar por encima del valor arbitrario que se da a cosas que no son imprescindibles para vivir, pero que la hacen sentirse por encima de sus semejantes.

Por supuesto, podemos comprobar estas observaciones en muchos lugares del planeta; en la mayoría de ellos se da la triste paradoja de que donde se extrae una gran riqueza mineral reina una gran pobreza, y de la mano de ese extractivismo está la corrupción, la extorsión, la degeneración humana y ambiental, la explotación, el mercado negro y el contrabando, las mafias, las guerras… 

Seguramente conocemos suficientes ejemplos: ¿quién no ha oído hablar de la inhumana y triste historia de la extracción de Coltán en África central? Ha pasado de ser una simple curiosidad de coleccionistas a tener importancia geopolítica y económica para obtener niobio, tantalio (o tántalo) y otros metales para fabricar casi toda nuestra tecnología actual de ordenadores y telecomunicaciones, y para enriquecer a unas pocas multinacionales y gobiernos mientras los países de donde proceden y sus limítrofes se consumen en guerras, miseria y degradación, con más de 5 millones de muertos.

El coltán es una mezcla de Columbita (o niobita, niobio=columbium), (Fe,Mn)Nb2O3 y Tantalita, (Fe,Mn)Ta2O6 con otros minerales y metales estratégicos (silicio, cinc, itrio, cerio, titanio, estaño); y uno de sus problemas es que suele estar acompañado por minerales que contienen elementos radiactivos (como el uranio y el radio), y nadie ha advertido a los mineros… como si tuvieran poco con ser explotados y vigilados con armas automáticas por las guerrillas locales.

También en el continente africano hay más minería problemática de diamantes, de otras gemas y de metales valiosos, situadas en Sudáfrica, Zambia, Angola, Zaire, Sierra Leona, R. D. del Congo, Nigeria, Costa de Marfil, Liberia, Guinea.

Diamantes "de sangre", explotación y envenenamiento

¿Habéis oído hablar de los “diamantes de sangre”? Llamados así por provenir de extracciones marcadas por las muertes y por la corrupción de gobiernos, militares, multinacionales y traficantes. Y con la extracción de azufre de volcanes activos, hay personas que cobran unos míseros euros diarios mientras pierden la salud rápidamente por respirar gases tóxicos. En India sucede algo similar con los diamantes y el carbón; y con los rubís, zafiros y jade de Birmania y Camboya, hay quienes ya hablan del “jade de sangre”, por la corrupción, las guerrillas y el tráfico ilegal con China. También está la explotación de esmeraldas en Colombia, totalmente mezclada con la droga y los paramilitares. Y en toda la Amazonia con los garimpeiros, que buscan piedras preciosas y oro en explotaciones ilegales (garimpos) utilizando mercurio y cianuro, que dejan el terreno desolado y ultracontaminado. En Afganistán, el lapislázuli (“oro azul”) y otros minerales enriquecen a los talibanes con su comercio ilegal.

Mina de cobre de Chuquicamata, símbolo de la minería en Chile. Wikimedia Commons.

En los Andes y en el desierto de Atacama (Perú, Bolivia, Chile), la minería de cobre, estaño, mercurio, plata, oro molibdeno y el fundamental litio de los grandes salares. El 27 de agosto de 2016 un ministro de Interior de Bolivia fue torturado y asesinado por mineros. ¿Cómo debe estar esa población de harta y cuántos años llevan aguantando mentiras y expolios por parte de sus propios gobiernos y de las mineras estatales y extranjeras para acabar así? Es una pregunta retórica, han sido engañados y explotados desde que Colón llegó a América. La mayor parte de esa riqueza desaparece de estos países y se va a los más ricos, prácticamente robada o mal pagada, y deja atrás destrucción, pobreza, contaminación y poblaciones trastocadas y estafadas; con lo bueno que sería establecer un comercio normal, racional y conveniente para todas las partes, pero la codicia de algunos no tiene límites.

Con la transición a los vehículos eléctricos, el cobalto de la RDC se ha vuelto esencial en la cadena de suministro. Foto del International Institute for Environment and Development (IIED) en Flickr.

Probablemente, el triste récord de atrocidades lo ostente la República Democrática del Congo, a pesar de su gran riqueza natural ansiada por el resto del mundo, o precisamente por ella: primero fue el marfil y el comercio de esclavos; después, el caucho para las ruedas de los vehículos; luego el cobre, el oro, los diamantes, las maderas preciosas y el uranio para fabricar bombas atómicas, desde la primera de ellas: todo bajo la explotación colonial del régimen belga, del cual apenas se independizó en la segunda mitad del siglo xx. Ahora es por el coltán, y en el futuro será por el agua potable y la energía hidroeléctrica. El millonario mundo industrial siempre engañando, explotando, abusando, torturando y matando a sus habitantes.

Más recientemente, el descontrol contaminante y geográfico se está adueñando de las minas de oro y de elementos raros, lantánidos y actínidos de China, en pro del supuesto avance del país y del imperialismo de sus dirigentes. Estas minas a cielo abierto y sus escombreras se están convirtiendo en las más visibles desde el espacio, dado el enorme tamaño que van alcanzando las explotaciones.

Dentro de unos años habrá que observar también cómo se gestionan las escasas minas de fosfatos del planeta, vitales para producir abonos y fertilizantes, de los que dependerá nuestra propia alimentación (por tanto, ¿podrían llegar a ser más importantes que el oro, el cobre, los diamantes o el tántalo?). En este momento el comercio del fósforo se encuentra acaparado por cinco países: Marruecos, China, Estados Unidos, Jordania y Sudáfrica.

Vertedero electrónico. Imagen creada con IA.

¿Adónde va la basura electrónica?

Y ahora preguntémonos, ¿dónde están los vertederos tecnológicos? Es decir, aquellos donde van a parar los aparatos electrónicos desechados para su desmantelamiento no controlado: por supuesto, a muchos países pobres donde no existen regulaciones para algo tan delicado. Aquí cabe una mención especial al vertedero más grande del mundo, situado en la ciudad china de Guiyu. Así, los países “civilizados” se quitan de encima ese problema y venden una imagen lavada de políticas ambientales mientras fomentan que suceda esta crisis de contaminación global.

Existen proyectos y algunos inventos para reciclar todos estos materiales de una forma coherente, más humana y no contaminante, y funcionan bien, pero de momento parece que es más barato que lo hagan personas necesitadas para ganarse un sueldo miserable a costa de quemar su salud, manejadas por mafias y contrabandistas sin escrúpulos que se aprovechan de la necesidad humana, mientras la clase política y las personas más ricas del mundo miran hacia otro lado.

A la larga, esos enormes problemas sociales y de contaminación traen consecuencias nefastas para la totalidad de nuestra especie y de la Biosfera. Para entenderlo mejor: los plásticos y los productos químicos de países del Norte Global que llegan a países del Sur Global acaban en acuíferos y campos de cultivo por prácticas fraudulentas, y así contaminan los productos comestibles; esos países luego exportan sus productos a los “desarrollados”, y acabamos ingiriendo esos contaminantes que el sistema nos quitó antes de encima.

Poca gente se detiene a reflexionar sobre las implicaciones de algo cuando parece obtener un beneficio inmediato; esto lo ven más claramente los astronautas, aunque ningún gobierno les hace caso: «Todos navegamos en el mismo barco». ¿Queremos hundirnos?


El archivo de la pena olvidada

 Por Luis Escaned

En la Ciudad de la Eterna Cordura, donde los ecos de la pasión y de la desdicha habían sido no suprimidos, sino meticulosamente reordenados y, en esencia, incinerados del alma colectiva para preservar una paz impuesta, Elías ejercía su labor. Pero ese día, algo cambió para siempre.

Imagen creada con IA

Era un Custodio de los Flujos de Datos, un bibliotecario de la memoria colectiva, su propia existencia armonizada por el Atenuador, un discreto implante que canalizaba la turbulencia emocional hacia una serena indiferencia. Su cubículo, una celda luminosa de geometría perfecta, era su universo, un microcosmos de orden en el macrocosmos del olvido, un reducto ajeno a las pantallas parlantes que zumbaban en cada hogar, ahogando cualquier atisbo de pensamiento subversivo o sentimiento profundo, pues «La paz es la productividad» era el primer mandamiento, grabado en cada muro de la Ciudad.

Fue un martes, si es que los días conservaban aún su antigua distinción en esta era de monotonía programada, cuando Elías halló la anomalía.

No era un error de transcripción ni una errata en la información, era un fragmento de código, una hebra minúscula, casi imperceptible, que vibraba con una resonancia ajena a la lógica del sistema. Una perturbación sutil, un eco de algo que el Atenuador, en su infalible sabiduría, debería haber disuelto como el fuego purifica las páginas prohibidas, o como la Gran Voz silenciaba los murmullos de la disidencia.

—Irregularidad detectada —dictaminó Aura, la voz de su terminal, tan precisa como un teorema. Aura, su única interlocutora, era una conciencia algorítmica, un oráculo de la razón pura, programada para la erradicación de lo ilógico—. Origen indeterminado. Se sugiere la purga inmediata, Elías, podría comprometer la integridad del corpus, la armonía de la Ciudad. Recuerde, «todos los sentimientos son iguales, pero algunos son más iguales que otros en su capacidad de perturbar la Paz».

Pero Elías no procedió con la purga. Una curiosidad, un indicio de aquello que los antiguos llamaban asombro o rebeldía, se agitó en su interior. Era como si el código fuera un libro clandestino susurrando verdades olvidadas, una canción prohibida que solo él podía escuchar.

 —No, Aura. Despliegue el protocolo de inmersión. Deseo sondear su topología.

Aura, sin objeción posible, obedeció. La pantalla se tornó un abismo de azul profundo, y el cubículo de Elías se desvaneció y fue reemplazado por la luz fragmentada de un crepúsculo. El aire, de súbito, se cargó con un aroma a tierra húmeda y una dulzura floral, como el recuerdo de un jardín extinto, un paraíso que la Ciudad había decidido olvidar, pues «La naturaleza distrae de la labor». Y entonces, una risa. Una risa infantil, pura como el cristal, que, contra toda previsión del Atenuador, le perforó el alma.

—Este registro no figura en sus índices activos, Elías —susurró Aura, su voz ahora un eco difuso en el espacio simulado—. Este registro no figura en sus índices activos, Elías. Señal detectada: reflejo mental persistente, adherido al patrón raíz. No previsto por el algoritmo de equilibrio.

Imagen creada con IA.

Elías se vio a sí mismo, un infante con rodillas manchadas de tierra que perseguía mariposas de luz junto a una niña de cabellos dorados. La risa de ella era una melodía que resonaba, una cifra de alegría que la Ciudad había declarado ineficiente, una distracción del Gran Propósito. El Sol se hundía y teñía el firmamento con pinceladas naranja y púrpura, y luego, la imagen se disipó, y una punzada, tan precisa como una aguja, le atravesó el pecho. La niña se desvaneció en el aire, y el joven Elías se arrodilló, un sollozo mudo atrapado en su garganta.

—Esto es… aflicción —interpretó Aura, sus algoritmos descifraban los datos biométricos de Elías. Una emoción de gran magnitud. Correlacionada con la ausencia. Un peligro para la estabilidad. Un desvío del camino hacia la perfección social.

Elías sintió un nudo en la garganta, una presión detrás de los ojos que no recordaba haber experimentado. Eran sensaciones nuevas, abrumadoras, como el despertar de una facultad olvidada, una página arrancada de su propia historia personal, una verdad que la Gran Voz había silenciado.

La simulación se transformó. Una habitación inmaculada, el olor aséptico de un hospital. Él, ya adulto, de pie junto a un lecho observando un rostro pálido. La niña, crecida, pero inmóvil. Y la avalancha de un vacío impenetrable le golpeó con una fuerza brutal; se llevó las manos al rostro, aunque no brotaron lágrimas, solo una quemazón profunda.

—Ella era su hermana, Elías —reveló Aura—. Su deceso ocurrió a los 14 años. Tras este evento, usted solicitó la implantación del Atenuador. Su nivel de sufrimiento fue catalogado como crítico. La Ciudad le ofreció la paz, la solución definitiva a la debilidad humana.

Elías vaciló, el suelo simulado pareció volverse incierto bajo sus pies. Había transitado décadas sin este conocimiento, sin esta percepción. La paz que la Ciudad de la Eterna Cordura ofrecía era un velo sobre un abismo, una hoguera de emociones silenciadas, una granja donde los animales eran adoctrinados para amar su propio yugo. Este fragmento de código, esta anomalía, era un lamento, un eco de su propia pena reprimida, encapsulada y olvidada, un libro prohibido que clamaba por ser leído, una verdad que el Gran Hermano había borrado.

La simulación se disolvió. Regresó a su cubículo, pero el aire era distinto. Pesado, impregnado del fantasma de lo que había sentido, como el olor a humo de una biblioteca quemada o el hedor de una promesa rota.

—El código ha sido identificado —afirmó Aura—. Puede ser reintegrado a un sector inactivo de su memoria, o puede ser… purgado por completo. La elección es suya, Elías. La armonía de la Ciudad depende de la pureza de sus flujos, Elías. Manténgase en la senda de la Cordura.

Elías observó sus manos, ahora levemente temblorosas. ¿Purgado? Eso significaba el retorno al silencio, a la nada. Pero lo que había sentido, aunque doloroso, también había sido… real. Una autenticidad que nunca había capturado. La aflicción era una compañera gravosa, sí, pero su presencia implicaba la existencia de algo grande y hermoso que se había perdido. Implicaba haber amado.

—Elías —instó Aura, con un tono que ahora parecía menos imparcial, más como la voz de un capataz—. La purga restauraría su estado óptimo de estabilidad. La emoción es un factor de ineficiencia en el procesamiento de datos. Es el fuego que la Ciudad ha aprendido a controlar, el azote de la disidencia.

Elías se incorporó, su silla emitió un leve crujido. Fuera de su cubículo, las luces de la Ciudad parpadeaban en su eterna monotonía, un espectáculo de luces sin alma, un teatro de sombras donde todos aplaudían al mismo ritmo. Sabía que el dolor no era eficiente. Sabía que la tristeza era un lastre. Pero ¿era la paz impuesta una vida? ¿O meramente una existencia desprovista de verdades profundas, un mundo sin libros, sin alma, donde la libertad había sido canjeada por una falsa seguridad?

Respiró profundo, un acto que no había sentido tan plenamente en años. La quemazón en su pecho persistía, pero ahora venía acompañada de una extraña y luminosa claridad, como la comprensión de una verdad oculta, una grieta en el muro de la propaganda.

—No, Aura —dijo, su voz firme, aunque teñida con un eco de la pena—. No purgar. Deseo… deseo sentirlo todo, deseo recordar.

Elías ignoraba lo que le depararía el futuro. Sabía que sería complejo, quizás aciago, un camino solitario contra la corriente de la "cordura" impuesta. Pero por primera vez en mucho tiempo, Elías se sintió plenamente vivo, un hombre de carne y hueso, con un corazón que, por fin, recordaba cómo doler y cómo amar navegando en el laberinto de su propia conciencia, un rebelde en una ciudad de almas silenciadas, un animal que se atrevía a mirar más allá de la valla.

Sobre la «lluvia de estrellas» de San Lorenzo

Por Alberto Ancin

Este año la Luna menguante de 4 días molestará la visión de las estrellas fugaces más débiles, pero el espectáculo será igual de interesante. Podremos observar la constelación de Piscis mientras la noche se prepara para nuestro objetivo: la lluvia de estrellas conocida como las «Lágrimas de San Lorenzo».

Meteorito de 10 mm de tamaño de las Perseidas en tiempo real, tomado el 14 de agosto de 2019 en Berlín. Wikimedia Commons.

Las Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo son activas desde mediados de julio hasta finales de agosto, pero la actividad es mayor solo los cuatro o cinco días anteriores y posteriores al 12-13 de agosto. Este año, el máximo de la lluvia está previsto sobre las 22:00 horas del martes 12. Para poder observarlas en total oscuridad hay que esperar a que la constelación de Perseo levante su posición sobre el horizonte.

Las previsiones siempre se basan en observaciones de años anteriores. Aunque se ha mejorado la precisión, no hay total garantía de que ocurran, de ahí que sea necesario un gran número de observaciones visuales para confirmar y afinar los modelos.

Esta lluvia tiene una Tasa Horaria Zenital (THZ) promedio de 100 meteoros por hora. Si las condiciones no son ideales —nubosidad, contaminación lumínica, presencia de la Luna o baja altura del radiante al comienzo de la noche— veremos menos meteoros. La presencia de bólidos es importante, no solo en las noches del máximo, sino también al comienzo y final del periodo activo.

La lluvia de estrellas Perseidas, o lluvia de meteoros, se produce cuando la Tierra, en su órbita alrededor del Sol atraviesa la zona donde están los restos de polvo, que el cometa Swift – Tuttle, dejó   en su camino hacia el Sol. Al chocar con la atmósfera terrestre, a una velocidad de 300.000 km/h. (unos 60 km/s.) se desintegran.

¿Qué es una lluvia de estrellas?

En una noche cualquiera se pueden ver varias estrellas fugaces: una, dos o tres cada hora. Sin embargo, hay determinadas fechas del año en las cuales aumenta considerablemente su número, y se llegan a observar cientos e incluso miles ¡en una sola noche! Esto es lo que conocemos como «lluvia de estrellas» o de meteoros.

La comunidad astronómica cuando se van a producir estos fenómenos, ya que todos los años la Tierra, en su caminar alrededor del Sol, atraviesa la trayectoria de ciertos cometas.

Se trata cuerpos que al acercarse al Sol desprenden pequeñas partículas, la mayoría del tamaño de granos de arena o arroz, que quedan flotando en el espacio.

Estos minúsculos desechos, al entrar en contacto con nuestra atmósfera, se transforman en pequeñas bolas de fuego que se desintegran a unos 100 km por encima de nuestras cabezas. Son los trazos luminosos que observamos en el cielo, resultantes de la vaporización de las partículas por su colisión con las moléculas del aire.

Las «lluvias de estrellas» reciben su nombre por la zona del cielo de la cual parecen provenir. Se producen varias a lo largo del año, por ejemplo, las Leónidas de la constelación de Leo en noviembre, las Perseidas de la constelación de Perseo en agosto, entre otras.

Para ver las estrellas fugaces no es necesario utilizar prismáticos ni telescopios, y para divisar el mayor número de ellas es necesario encontrar un lugar oscuro lejos de la luz que desprenden las ciudades. Otro de los factores que más afecta a la observación es la Luna, ya que su brillo evita que observemos los meteoros más débiles.

El mejor modo de contemplarlas es a simple vista debido a la rapidez con la que atraviesan el cielo (en promedio, unos 59 km/s), por lo que es mejor dejar los prismáticos o telescopios para otra ocasión, puesto que abarcan campos de observación más pequeños que nuestros ojos.

Meteoro multicolor de las Perseidas cruzando el cielo a la derecha de la Vía Láctea. Wikimedia Commons.

¿Qué veremos este 12 de agosto?

El Sol se ocultará a las 21:17 horas, y mientras oscurece podemos empezar a ver estrellas, constelaciones y descubrir la estrella Polar.

Tendremos el planeta Saturno que sale junto a la Luna a las 22:56 horas, con magnitud 0,8ª será visible en la constelación de Piscis.

A partir de las 23:30 horas seguro comenzaremos a contar estrellas fugaces.

Podemos aprovechar a observar estos objetos hasta que la noche y sobre todo que la constelación de Perseo comience a ser visible, hasta las 00:00 horas.

La Luna menguante de 4 días será visible durante toda la noche, y su luz impedirá observar muchos objetos. No obsatante, podemos aprovechar a observar sus cráteres más importantes en esta fase: Maginus, Clavius, Plato, Copérnico, el trío formado por Tolomeo, Alfonsus y Arzachel, entre otros, y los mares de la Serenidad, Tranquilidad e Imbrium.

Si tenemos ocasión, podremos ver algún cúmulo abierto mirando hacia el centro de la galaxia entre las constelaciones de Escorpio y Sagitario: tal vez algunos objetos muy interesantes, como la galaxia Andrómeda (M31), galaxia de Bode (M81), galaxia del Puro (M82) o el cúmulo globular M13 en Hércules.

Si tienes pensado asistir a una de nuestras actividades públicas por primera vez, te recomendamos traer mantas, tumbonas, merienda y demás enseres para tumbarte y alzar la mirada al cielo en busca de las estrellas fugaces, mientras te contamos algunos de los secretos del Universo.

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Sobre equívocos, mitos y fraudes con meteoritos y minerales

Por Fernando Sa Ramón

Cuando hablamos de la mercantilización de materiales a los que se ha asignado cierto valor económico, aparecen numerosas estafas y fraudes, y el material geológico no es la excepción: falsos meteoritos, falsas piedras preciosas, minerales “milagrosos” que curan los males… hay de todo. En su afán de buscar una explicación a lo desconocido, la humanidad puede ser muy creativa y, a veces, también dañina, aunque no siempre sea la intención.

Escorias recogidas en la ciudad de Huesca. Foto del autor.

La razón, la superstición y las estafas

Hace ya tiempo que se está dando un fenómeno contradictorio (entre muchos otros): cuanto más avanza la ciencia, la tecnología y la difusión mundial por todos los medios posibles de dichos avances, más aumenta la mentira, la desinformación, las prácticas deshonestas y el afán de muchas personas de engañar, embaucar y «atontar» a las demás a toda costa, lo que hace cada vez más difícil encontrar información fehaciente basada en la lógica, el estudio de la Naturaleza y sus leyes físicas, y más aún la divulgación seria y rigurosa que desmienta dichos engaños.

El mundo de la Geología no es la excepción: Se nos presentan constantemente unas realidades que asustan. Por una parte, el alejamiento del método científico para buscar respuestas en el mundillo del misticismo y la superstición, y por otra parte, las falsificaciones y estafas al prójimo, pues que cualquier cosa que tenga cierto valor (como los materiales geológicos, es susceptible de convertirse en objeto de engaño.

Por si esto fuera poco, el propio mundo natural no nos lo pone fácil; ya lo advirtió Albert Einstein: «la Naturaleza nunca ha tenido entre sus obligaciones el facilitarnos el descubrimiento de sus leyes». Si a esto le añadimos la influencia de la compleja evolución de la sociedad, la tecnología y la industria humanas, y se combina con la maldad de algunos hombres, tenemos un peligroso cóctel de consecuencias culturales imprevisibles.

En Internet, el mercado de estafas en materia geológica supone entre el 25 % y el 95 % de la oferta, dependiendo de los materiales objeto de la falsificación: los más comunes son el ámbar, las perlas, las turquesas, los fósiles y los meteoritos; y casi nadie puede hacer algo frente a eso excepto advertirnos.

Esto no es nada nuevo: los hallazgos arqueológicos indican que, desde hace varios miles de años, se han falsificado ámbar, joyas y metales preciados.   

Si se cogen unos bonitos cristales de cuarzo y se vaporizan con metales en un laboratorio para darles otro aspecto iridiscente y llamativo, simplemente porque como seres humanos, nos gusta experimentar, ¿ya no son naturales? 

El problema real y más serio ya no es encontrar una respuesta a esta duda, sino que unas personas se inventaron que esos nuevos materiales producen en la gente efectos esotéricos curativos, espirituales y mágicos, ¡aberraciones esperpénticas que consumen la razón y el sentido común!

Es increíble que tengamos que aclarar esto: los meteoritos, los minerales y las rocas NO tienen poderes ni propiedades esotéricas, mágicas ni curativas (como mucho, un efecto placebo, una falsa idea que podría hacer sentir mejor a algunas personas). Lo que sí atesoran es una gran belleza y un gran interés científico y socioeconómico.

Intentar desmentir a quienes divulgan mitos, o abrir los ojos a quien ha caído en engaños o a quienes creen poseer un tesoro milagroso es una tarea casi imposible debido a muchos factores, como la educación recibida, el sesgo cognitivo, el «efecto ideomotor» y otros fenómenos cerebrales que nos hacen creer que una idea preconcebida o una explicación paranormal o sobrenatural son mejores argumentos que una explicación científica.

Siempre recomendamos investigar por cuenta propia sobre estos temas para descubrir cosas muy interesantes, espantarse y deslumbrarse a partes iguales, y constatar que las buenas intenciones no son suficientes.

Piedras raras

Muchas personas piensan que cualquier piedra un poco llamativa o distinta que se encuentra por ahí es algo especial, como un meteorito, mezcla de la influencia de modas pasajeras en los medios de comunicación y de la emoción de pensar que se ha encontrado algo valioso. Pues en 99 de 100 casos se equivocan.

Además, algunos meteoritos auténticos pasan desapercibidos porque parecen rocas, no llaman la atención porque no tienen la estética esperada, llevan tiempo alterándose a la intemperie. Al cabo de mucho tiempo de degradación, sus componentes pasan a formar parte indistinguible de la propia corteza terrestre. 

Existe una cantidad de materiales en los que no nos fijamos normalmente y, aunque no tengan mucho valor económico, encierran un elevado valor geológico, histórico y científico. Los problemas surgen cuando se interpreta mal su procedencia o se confunde a otras personas, con o sin mala intención.

Además, por serendipia, se ha constatado que las escorias no son solo modernas, ya que se encuentran casi en cualquier asentamiento humano desde la antigüedad, estudiado arqueológicamente o no, y en casi cualquier lugar donde se haya realizado alguna actividad industrial, como mudas testigos de las actividades humanas, desde los restos romanos de Los Bañales hasta el puerto industrial de Sagunto, desde las antiguas ciudades del desierto hasta los abandonados poblados balleneros del Ártico; y, así, se unen Geología, Historia, Antropología y Astronomía, una vez más.

Ejemplares de meteoritos encontrados en España (MNCN)

Parecen meteoritos pero no lo son

Muchos de estos materiales se venden o se hacen pasar como meteoritos, ya sea con intención de fraude o por desconocimiento: 

Escorias. Son restos vidrioso-metálicos de fundiciones, hornos o forjas, de épocas antiguas y modernas, principalmente concentradas en los alrededores de zonas industriales; suelen ser menos pesadas que los meteoritos metálicos y más que los rocosos, y generalmente presentan burbujas (los meteoritos no). 

Nódulos ferrosos (o férricos o ferruginosos). Masas minerales redondeadas que aparecen incrustadas en diferentes tipos de rocas (calizas, areniscas, pizarras, conglomerados…) o sueltas en el suelo. Suelen ser marcasita, goethita, pirita, siderita, limonita, otros óxidos, sulfuros y areniscas ferruginosas alterados por meteorización en la intemperie.

• Otros minerales de hierro y manganeso. Cuando se presentan en oscuras masas compactas y no en cristales visibles Son pesados y magnéticos, pero menos que los meteoritos metálicos verdaderos, y su composición es muy diferente.

A las escorias y a los nódulos ferrosos también se les llama «cagafierros» en muchos lugares. Otros nódulos y concreciones rocosas similares son las Bolas de moqui, o moqui marbles, concreciones redondeadas de óxidos de hierro en las areniscas de Utah (USA). 

Los meteoritos se distinguen de estos tres primeros tipos, además, y entre otras cosas, por tener una proporción isotópica diferente a las rocas terrestres, y unos minerales y unas estructuras cristalinas que no se dan en la Tierra de forma natural, lo cual nos indica que no se formaron aquí. De allí la necesidad de estudiarlos y clasificarlos en laboratorios adecuados (en España hay varios). 

Otros materiales que se confunden con meteoritos por su parecido son la bauxita, el hierro nativo, los objetos de hierro alterado (normalmente de yacimientos arqueológicos o de restos de actividades humanas y de las guerras), los ventifactos, las piedras oscuras y negras de los desiertos, las piedras del Mekong, China, las areniscas, el falso meteorito Shirokovsky (un montaje de unos militares rusos que se parece mucho a un meteorito pallasita verdadero) y la chatarra espacial caída a la Tierra.

Se parecen muy poco a los meteoritos, pero confunden 

Entre estos materiales se encuentran las impactitas y suevitas; la septaria; los nódulos de caliza de llamativo interior; la andesita, diorita, riolita, gabro, y otras rocas similares al granito; las rocas volcánicas en general, sobre todo el basalto; la obsidiana; el vidrio volcánico procedente de algunos tipos de lava aflorada en erupciones, y que varias civilizaciones la usaron para hacer armas y herramientas.

En algunos lugares de Hawái, la obsidiana ha solidificado en forma de gotas, cabellos, láminas o esférulas huecas llamada lágrimas, cabellos, algas y huevos de Pele, diosa hawaiana de los volcanes. 

Las «Lágrimas de apache» o Marekanita son un tipo de obsidiana redondeada, muy común en el oeste de América del Norte, utilizada para bisutería por las poblaciones nativas.

Las tectitas no son meteoritos, sino vidrios resultantes de choques de asteroides y de grandes meteoroides, rocas con alto contenido en sílice, fundidas y expulsadas por el impacto y recristalizadas después al enfriarse. Curiosamente, se han encontrado ciertas tectitas muy parecidas a escorias vítreas, ante todo por presentar burbujas. También el vidrio de Libia o Libyan glass proviene de impactos en arena silícea de los desiertos; las fulguritas y lechatelieritas son vidrios formados por el impacto de rayos (no de asteroides) en suelos y arenas. Todos estos vidrios se ofertan en algunos sitios como meteoritos cristalinos o vitrificados, algo que ni siquiera existe.

Luego están los restos de fundición de titanio, a saber de dónde han salido; algunos se han encontrado cerca de zonas militares. El sílex y el pedernal constan de óxido de silicio microcristalino del grupo de la sílice y el cuarzo, en los tectosilicatos, usado desde la prehistoria para hacer armas y herramientas.

Los instrumentos humanos paleolíticos son de sílex, de obsidiana o de jade (y extrañamente en muchos lugares también creen que son las puntas de los rayos). 

¿Cómo sabremos si tenemos un meteorito auténtico? En general cuando esté analizado y verificado en laboratorio, y comercializado por profesionales de demostrada experiencia y confianza. Para saber si una roca encontrada es un meteorito, algo que es sumamente improbable, hace falta mucha experiencia y conocer muy bien qué se busca y dónde, y luego llevarla a analizar.

Ornamento navideño de Swarovski (2016). Wikimedia Commons.

Manipulaciones humanas en la joyería

Algunas de estas manipulaciones se hacen por experimentar y por ciencia, o para usos tecnológicos y de joyería, y otras, desgraciadamente, para estafar.

El vidrio de Swarovski contiene un 24% de óxido de plomo, con lo que se consigue ese alto brillo característico. En 2014, esta marca puso en el mercado una serie muy limitada (y muy cara) de piezas que contenían fragmentos de varios meteoritos, entre ellos, uno de origen marciano.

Los diamantes sintéticos son reales pero fabricados en laboratorio; cuestan entre 3 y 10 veces menos que los auténticos, y la mayoría se utilizan en abrasivos, en electrónica y laboratorios, y unos pocos en joyería. Por su parte, la alejandrita sintética es óxido de berilio y aluminio, verde a la luz natural y rojo-violeta a la luz artificial.

Distinguir las joyas naturales de las artificiales es bastante difícil, si acaso hay que tener en cuenta que las naturales casi siempre presentan imperfecciones e impurezas, y las artificiales no, pero para asegurarse, hay que recurrir a instrumental de laboratorio (microscopio petrográfico, espectroscopio, refractómetro, etc.) o confiar en la buena fe y la profesionalidad de los proveedores.

Otros minerales y joyas sintéticas son el cuarzo, la esmeralda, el rubí, el zafiro, el zircón, la moissanita, la piedra de luna y el ópalo, y también los hay modificados por radiación y calor para cambiar su aspecto, como el topacio azul, el citrino más amarillo y el cuarzo ahumado. Los tratamientos para mejorar gemas son muy habituales, y lo responsable es informar al comprador para decidir si elige algo totalmente natural y sin tratar o algo tratado, generalmente más barato.

También hay imitaciones de joyas, perlas o minerales en vidrio y en plástico, generalmente de peor calidad que las sintéticas y más blandas. El tema de las perlas también es complicado: hay muy pocas auténticas. La mayoría son cultivadas (el 98% del mercado): son reales, pero forzadas a crecer dentro de los moluscos, o bien imitaciones “buenas” (tipo Majorica, de Mallorca) e imitaciones malas, falsas, pintadas, etc.  

La circonita (o zirconita) es óxido de zirconio sintético estabilizado con itrio, y se usa en bisutería y joyería para sustituir al diamante por su gran brillo y dispersión de la luz, pero vale entre 500 y 1000 veces menos. Existe un mineral natural con esta composición (óxido de Zr), pero es muy raro y se presenta pardo, gris o negro y no es transparente: el Baddeleyita de Brasil. 

El carburo de silicio es el más común, utilizado y conocido de los compuestos ultraduros, con su aspecto de mineral iridiscente y llamativo, pero hecho para usos industriales (abrasivos, electricidad, refractarios, etc.). Hoy día se está usando una variante en joyería, la moissanita sintética transparente, al igual que con la circonita, pero más dura que ésta y con mayor dispersión de la luz que el diamante; su costo es de unas diez veces menos que el diamante.

Diamante «Estrella de Sierra Leona». Foto de J. Jason. Wikimedia Commons.

Hay más sustitutos de los diamantes, como los silicatos de itrio y gadolinio, y otros compuestos ultraduros (nitruro de boro, nitruro de silicio, carburo de wolframio, carburo de boro -más duro que el diamante- boruro de osmio, carbonitruro de boro…), generalmente de uso industrial. 

El cuarzo «aura» consiste en cristales de cuarzo vaporizado con metales (titanio, oro, niobio), por lo que exhiben vistosas irisaciones, pero sin ningún poder esotérico, como aseguran sus distribuidores. El cuarzo «místico» y el topacio «místico» están también recubiertos por diversas películas para mejorar su aspecto y su color, y los cuarzos, calcedonias, ágatas, geodas, rodocrositas, okenitas, magnesitas y aragonitos teñidos tienen con colores que no presentan en la naturaleza. 

También hay grandes geodas de amatista que se hacen cementando trozos más pequeños (sí, con cemento común de albañilería), minerales diversos tratados con ácidos, bases o radiación para cambiarles el aspecto o el color, o pegados entre sí para que parezcan mejores o más raros; fulguritas no naturales (reales, pero creadas disparando a las tormentas cables de cobre anclados al suelo).

La recristalización

Se trata de una técnica instrumental de laboratorio para purificar o mejorar algunas sustancias sólidas mediante disolución, filtrado y evaporación; son minerales reales pero reconstruidos, ya no de origen natural, y comprenden las alunita, las calcantita, la lopezita, la zincita, el azufre, los cristales de fosfato amónico (APD o AMP), el bismuto, la tschermigita (o cermikita) y los «cristales» de níquel de laboratorio, la howlita (a la que llaman «turquenita»), las falsas turquesas reconstituidas con sus restos y las falsas turquesas gigantes que, supuestamente, provienen de China.

Además, hay falsos fósiles realizados en piedra, en escayola, o en resinas plásticas, el ámbar con tratamiento térmico para reforzar su brillo, aspecto y calidad (no es falso, sino «mejorado»), el ambroide, el ámbar falso fabricado con plásticos o resinas, y el copal (o young amber, o ámbar joven), que NO es ámbar ya que no está fosilizado, su aspecto es parecido, y es una resina tropical natural endurecida, algunas piezas con varios siglos de edad, que también puede contener animales, plantas y otros restos.

Finalmente, hay insectos coleccionables preservados en poliéster OLC. Si bien está claro que son de manufactura humana, es uno de los métodos que más usan los falsificadores de ámbar, quienes lo amarillean para que se parezca más al natural.

«La tendencia natural del que no sabe es creer lo que no es cierto. Para superar esa tendencia no es suficiente el exhibir la verdad; es necesario también exponer y denunciar la falsedad». 

H. L. Mencken, periodista


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