Por Fernando Sa Ramón (AAHU)
La Red de Espacio Profundo (DNS, por Deep Space Network), o Red de Espacio Lejano, es un conjunto de antenas parabólicas orientables de radio de la NASA repartidas por el mundo para comunicarse con las naves espaciales de misiones más allá de las órbitas cercanas (aunque, a veces, también se utilizan en éstas) y para observaciones astronómicas de radio y radar.
Operativa todos los días del año, la red está formada por tres complejos de antenas separadas unos 120 grados de longitud terrestre (unos 13 000 km, o un tercio de la circunferencia de la Tierra), lo cual permite un seguimiento continuo de las misiones, independientemente de la rotación de la Tierra, ya que siempre habrá al menos una estación en posición. Se encuentran en estos puntos:
• Goldstone, California, EEUU: Dispone de 6 antenas, una de 26 m de diámetro, 4 de 34 m, y 1 de 70 m.
• Canberra, Australia: a unos 40 km de la capital, con 4 antenas, 1 de 26 m, 2 de 34 m, y una de 70 m.
• Madrid, en Robledo de Chavela: a unos 60 km de Madrid, con 1 de 26m, 4 de 34 m, y una de 70 m. El Madrid Deep Space Communications Complex (MDSCC) es la única instalación de la NASA en España, en colaboración con el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial Esteban Terradas).
En diciembre de 2013, esta red cumplió 50 años y ya lleva 61 años funcionando; durante estas seis décadas, las antenas de la DSN se han comunicado con todas las misiones norteamericanas y algunas europeas y de otras nacionalidades que han ido a la Luna o más lejos (¡que son varios cientos!). Desde hace unos años, cuenta con el apoyo de una serie de satélites de comunicaciones norteamericanos llamados TDRSS (Tracking and Data Relay Satellite - System).
Como ejemplo de la importancia de estas instalaciones del MDSCC, destaquemos que Neil Armstrong afirmó que «sin las vitales comunicaciones mantenidas entre el Apolo 11 y las antenas de Madrid nuestro aterrizaje en la Luna no habría sido posible», ya que eran las que estaban en posición en ese momento, fueron las encargadas de enviar las órdenes para que la estación Skylab reentrase en la atmósfera para su caída y desintegración semicontrolada, lograron contactar con el robot Spirit cuando perdió comunicación desde Marte, y han sido las que estaban en posición cuando la sonda New Horizons envió sus señales al pasar por el objeto transneptuniano 2014MU69.
Si bien nos resultan muy familiares los logros impresionantes de misiones que han de comunicarse a través de estas antenas, como las que han llegado a Marte, Venus, Saturno, Júpiter, Titán, Ceres, el cometa Churyumov-Gerasimenko o Plutón, hay unas naves que destacan sobre las demás por la distancia tan grande a la que se encuentran: las Pioneer 10 y 11, las Voyager 1 y 2, y la New Horizons.
La Pioneer 11 dejó de tener contacto con las estaciones de la Tierra en 1995, y la Pioneer 10, en 2003 (oficialmente habían terminado sus misiones en 1995 y 1997, después de 22 y 25 años respectivamente). Éstas son las 5 naves que están abandonando la heliosfera (la zona de influencia del Sol y su campo magnético, «burbuja» gigante de partículas cargadas y calientes que lucha contra las radiaciones cósmicas exteriores a ella) o lo harán en breve; la Voyager 1 y la Voyager 2 (que es la única nave que ha pasado por Urano y Neptuno) lo hacen por trayectorias distintas, y están enviando nuevos, complejos y muy importantes datos sobre el difuso y poco conocido límite del medio interestelar en el que se adentran.
Las Pioneer portan unas placas metálicas con unos esquemas sobre la humanidad y nuestra posición en el Sistema Solar; y las Voyager, unos discos metálicos con sonidos de la Tierra y sus instrucciones para escucharlos. Es difícil que una posible civilización alienígena pudiera entender esos mensajes, pero sí es más probable que se diera cuenta de que unos seres avanzados los enviaron.
Cabe destacar que la tecnología con las que se diseñaron estas naves y los receptores de las antenas, en los años 60 y 70, difiere bastante de la actual, sobre todo en lo que se refiere a ordenadores y su capacidad de almacenamiento, como es fácil de suponer; pero, aun así, la comunidad científica se las ha arreglado para compatibilizar las diferentes formas de comunicación y seguir en conexión, aunque los absurdos problemas presupuestarios de la NASA ponen en peligro la continuidad de las comunicaciones.
Con las dos Voyager, lanzadas en 1977, se sigue manteniendo contacto gracias a su tecnología y a las mejoras de los receptores de las antenas DSN, pero a duras penas, porque la señal que llega de ellas es extremadamente débil, pues se encuentran a una distancia de unos 20 000 millones de kilómetros, y se seguirán alejando para siempre. Las antenas tienen un potente amplificador de bajo ruido electrónico en el punto focal de la parábola, que funciona con un Maser (amplificador de microondas por emisión estimulada de radiación) hasta a -270ºC, y un receptor en la sala de control con los demás equipos electrónicos. A esa increíble distancia, las señales de comunicación, que viajan, prácticamente, a la velocidad de la luz, tardan unas 18 horas en ir y otras tantas en volver (y cada día un poco más).
Como dato curioso, para hacernos una idea, la distancia a la que se encuentran las Voyager es más de cinco veces la que nos separa de Neptuno, más de treinta veces la que nos separa de Júpiter, o equivale a ir y venir de la Luna 26 000 veces. Suele ser habitual el extender las misiones de muchas naves; las de las Pioneer y las Voyager se pensaron para durar de 5 a 10 años, pero, como funcionan con unas baterías de energía nuclear, las Voyager todavía pueden recibir y enviar datos desde su muy lejana posición, más de 40 años después (la Pioneer 10 se da por perdida desde 2003, y la Pioneer 11 no se sabe si sigue funcionando porque no se pudo reorientar para comunicarse con la Tierra en 1995). Aun así, su energía va decayendo en el muy frío espacio, y el equipo de ingeniería de la NASA han de llegar a acuerdos para desconectar algunos aparatos o sus calentadores en favor de otros que sigan enviando datos importantes (¡algunos todavía funcionan después de desconectar su calefacción!).
Estas sondas espaciales son la prueba de que, si se quiere, se pueden hacer máquinas de muy larga duración. Se supone que las Voyager 1 y 2 dejarán de funcionar entre 2025 y 2030.
La New Horizons, lanzada en 2006, fotografió enormes erupciones volcánicas en Ío (Júpiter), sigue su veloz viaje a unos 50 000 km/h y, tras deslumbrarnos con sus fotografías y nuevos datos sobre el sistema Plutón-Caronte, se dirige hacia algunos objetos del lejano Cinturón de Kuiper. Ha fotografiado tres objetos transneptunianos en el camino, y el primer día de 2019, a su otro objetivo principal, 2014 MU69 (llamado Arrokoth oficialmente, Ultima Thule al principio); luego, se alejará para siempre como sus predecesoras.
Desde hace pocos años, La agencia europea ESA dispone de una red similar, la DSA, y las antenas están situadas en Argentina, Australia y España (en Cebreros, Ávila; además de las de Villafranca del Castillo, en Madrid, y Maspalomas, en Gran Canaria, en la red europea STRACK). Rusia y China suelen mantener en secreto sus actividades, y no hay datos disponibles, aunque poseen antenas en sus territorios, y China está completando una red propia (hasta ahora tiene las suyas y una en Argentina); las agencias india y japonesa disponen de estaciones en su suelo, pero han de tener convenios con otros países para la cobertura global.
Entre el público general es muy poco conocido el hecho de que en España hay varias instalaciones espaciales; además de las cinco que ya se han nombrado, hay una base de lanzamiento de cohetes en El Arenosillo (Huelva), y otra en la isla canaria de El Hierro.
«Cuando todos nosotros no seamos más que un lejano recuerdo, las Pioneer y las Voyager seguirán atravesando en silencio el espacio interestelar con sus mensajes, una prueba de que una vez, hace mucho tiempo, existió una especie de simios inteligentes en el tercer planeta de una estrella del montón en la parte exterior de la Galaxia. Una especie que no se conformaba con ver las estrellas y que se atrevió a viajar hasta ellas».
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