Por Fernando Sa Ramón
Como sucede con todos los programas y logros de la historia de la astronáutica, es difícil resumir hechos de tan elevada complejidad, relevancia e importancia para la humanidad en pocas líneas, y es injusto desde el punto de vista de que se pierden muchos datos y pormenores, a los que no se da la trascendencia pública que merecen. Pero al menos, en la actualidad, se puede ampliar profusamente la información sobre este tema y muchos otros en páginas de Internet y de las agencias espaciales, por ejemplo. Una de esas enormes aventuras poco conocidas por el público general, más allá de los espectaculares lanzamientos y accidentes televisados, es la de los Trasbordadores Espaciales (STS, Lanzadera espacial).
Los trasbordadores espaciales fueron unas naves espaciales financiadas por la NASA, el gobierno y el ejército estadounidense, pensadas y desarrolladas para sustituir al anterior programa Apolo que llevó al hombre a la Luna en seis ocasiones, naves parcialmente reutilizables para funcionar en órbitas bajas, poner satélites en órbita y enviar sondas espaciales.
También estaban pensadas para ser utilizadas en conjunto con los Saturno 5 (éstos para subir las partes de carga más pesada), algo que no llegó a suceder por retrasos y falta de financiación. Estos vehículos eran unos aviones espaciales con capacidad para orbitar, reingresar en la atmósfera y aterrizar en pistas suficientemente largas, y que disponían para el lanzamiento de un gran tanque desechable de combustible (ET, External Tank) y dos cohetes aceleradores reutilizables (SRB, Solid Rocket Booster), que se iban separando del cuerpo principal y se recuperaban en el Atlántico. Sólo con esta descripción ya es posible darse cuenta de que su complejidad tecnológica era monumental, al margen de los muchos inconvenientes económicos y técnicos, ya que no resultó tan barato y fácil como se pensó al principio.
En los treinta años que duró el programa, entre 1981 y 2011, se construyeron siete aparatos (los dos primeros no orbitales, sólo para pruebas) después de muchos años de diseños, proyectos, vicisitudes y problemas presupuestarios, y se realizaron 135 misiones (la mayoría científicas y militares) y 20 873 órbitas (lo que implica unos mil millones de kilómetros recorridos).
Lo más curioso, y quizá lo más desconocido, es que fueron diseñados con la colaboración del Ejército para hacer frente a los recortes de la administración Nixon y, en consecuencia, los militares exigieron un proyecto más a su medida, para que pudiera llevar satélites espías, sobre todo el gran y complejo KH-9 HEXAGON, que, sin embargo, fue excluido y sustituido a finales de los años setenta por los KH-11 más modernos, que ya utilizaban imágenes enviadas por radio en lugar de los 92 kilómetros de película fotográfica del KH-9. Debía tener capacidad de despegar y aterrizar en otras bases (sobre todo en la de Vandenberg, California), alas mayores para esta última maniobra, bodega de carga mayor (para 24 toneladas), etc. Cosas de la Guerra Fría para hacer frente a la Unión Soviética; pero, paradójicamente, los trasbordadores nunca lanzaron los satélites para los que fueron diseñados… (información de Daniel Marín, astrofísico, experto en astronáutica y divulgador).
Eso sí, entre las maravillosas misiones realizadas, destacan la puesta en órbita de 1565 toneladas de aparatos, los lanzamientos de numerosos satélites militares y civiles (como Chandra, Ulysses, ERBSS…) y de telecomunicaciones, sondas interplanetarias, como la Galileo a Júpiter y la Magallanes a Venus, el Observatorio de rayos gamma Compton (CGRO), el telescopio espacial Hubble (HST) y algunas reparaciones y mantenimiento este, experimentos científicos, la participación en la construcción de la mayor parte de la Estación Espacial Internacional (ISS), y servicios y abastecimientos posteriores en ella, en la Spacelab y en la desaparecida estación rusa MIR, la reparación de siete satélites, la puesta en órbita de 355 personas de 16 países, etc.
Las naves del programa
La siguiente lista muestra el orden de construcción, pero los lanzamientos y misiones realizadas no siguen ese orden, puesto que varios aparatos operaban alternándose en ellas:
Pathfinder (OV-098). Fue un modelo casi exacto a los demás, pero para pruebas en tierra y entrenamiento, como un simulador, sin capacidad de vuelo ni de orbitar (OV=Orbiter Vehicle).
Enterprise (OV-101). Fue el primer aparato que se usó para efectuar pruebas de vuelo, aterrizaje y sus sistemas (su nombre proviene de la nave de la película de ciencia-ficción StarTreck; inicialmente se iba a llamar Constitution). Despegaba acoplado a un gran avión Boeing 747 modificado (SCA, Shuttle Carrier Aircraft) y se separaba en vuelo para que planeara hasta la pista de aterrizaje, estudiando, así, sus comportamientos (pruebas ATL). No tenía motores ni escudo térmico ni otros sistemas orbitales; se podría haber reacondicionado para vuelo orbital, pero al final no se hizo porque era más barato construir uno nuevo (el Endeavour).
Columbia (OV-102). Fue el primero en cumplir misiones en órbita fuera de la Tierra, lanzado por primera vez el 12 de abril de 1981 y que realizó 28 misiones. Se desintegró el 1 de febrero de 2003 en su reingreso en la atmósfera, posiblemente por el daño causado en un ala por una placa de aislante desprendida del tanque auxiliar cuando despegó días antes (misión STS-107, 17 años después de la tragedia del Challenger). Murieron los siete astronautas.
En los primeros lanzamientos, el gran tanque de combustible estaba pintado de blanco, pero después ya no se pintó más porque suponía un peso adicional de 270 kg (de ahí ese característico color naranja posterior, el de los paneles aislantes del depósito). Después, también se fueron haciendo pequeñas mejoras en las naves en sistemas de seguridad, en el tanque, en las alas, en la protección térmica, etc., y para aligerar peso.
Challenger (OV-099). El segundo de los trasbordadores en salir al espacio, con su primer vuelo el 4 de abril de 1983. Llevó a cabo 9 misiones y se destruyó en la explosión del despegue de la décima, el 28 de enero de 1986. La cabina de la tripulación salió despedida entera, pero cayó al océano y se destrozó por el golpe junto con sus siete ocupantes (no se sabe si murieron antes o en este momento). En la misión STS-51 (29 de julio de 1985), hubo problemas con los motores y unos sensores de temperatura, que acabaron solucionándose, pero que estuvieron a punto de forzar un aterrizaje de emergencia en Zaragoza (era la base europea asignada para ese día).
Discovery (OV-103). El tercero de los orbitadores, cuyo primer vuelo fue el 30 de agosto de 1984, es el aparato que puso en órbita al telescopio espacial Hubble el 24 de abril de 1990 y el que más misiones realizó (39). Finalizó su servicio con la STS-133, el 24 de febrero de 2011 (¡casi 27 años!). En la misión STS-70, en 1995, hubo un retraso del lanzamiento porque unos pájaros carpinteros hicieron varios agujeros en la espuma aislante del tanque externo. Desde entonces, se instalaron aves rapaces falsas que se retiraban antes del despegue. En 1998, la misión STS-95 llevó a Pedro Duque al espacio por primera vez (también fue el primer español en hacerlo), y a John Glenn, con 77 años de edad, después de 37 años de haber estado en órbita por primera vez. Glenn fue el primer estadounidense en orbitar la Tierra.
con la Tierra al fondo. @NASA
Atlantis (OV-104). El cuarto orbitador, con 33 misiones y 4648 órbitas hechas desde el 3 de octubre de 1985 hasta el 21 de julio de 2011, fecha en la que se dio por terminado el programa de los Trasbordadores después de 30 años de servicios (también fue el último mantenimiento del telescopio Hubble).
Endeavour (OV-105). Fue el quinto y el más reciente trasbordador; 25 misiones y 4671 órbitas, desde el 7 de mayo de 1992 (primera misión de mantenimiento del Hubble) hasta el 16 de mayo de 2011. Se construyó con algunos recambios del Discovery y del Atlantis, opción que se prefirió al reacondicionamiento del Enterprise, por resultar más económica y más segura.
Hubo propuestas para realizar variantes sin tripulación, automáticas, y para hacer una cabina para turistas en la bodega de carga, pero fueron rechazadas.
El 21 de julio de 2011, debido a numerosas circunstancias políticas y económicas, y a la presión de los dos accidentes (Challenger y Columbia) con la muerte de 14 astronautas, el programa de los Trasbordadores Espaciales concluyó. Su coste pudo haber sido de unos 150 000 millones de dólares (menos de la décima parte de lo que se gasta el mundo en armamento cada año).
¿Dónde están ahora estas naves?
Desde hace unos años, los veteranos aparatos se exhiben en varias ciudades y centros educativos estadounidenses: el Pathfinder, restaurado y maquetado como un trasbordador por una organización japonesa, en el museo U.S. Space and Rocket Center de Huntsville, Alabama, ahora montado en conjunto completo en un tanque externo que fue usado en pruebas y con dos carcasas vacías de prototipos de cohetes de combustible sólido (diseñados después del accidente del Challenger, pero que nunca entraron en producción).
El Enterprise se encuentra en el Intrepid Sea- Air-Space Museum de Manhattan, Nueva York; el Discovery, en el Steven F. Udvar-Hazy Center de Fairfax County, Virginia; el Atlantis en el Centro Espacial Kennedy (KSC), en Cabo Cañaveral, Florida; y el Endeavour en el California Science Center de Los Ángeles. Además, el Canadarm del Endeavour (el brazo robótico) se muestra en el Canada Aviation and Space Museum de Otawa (Canadá).
Para su desplazamiento a esos lugares se utilizó el avión 747 SCA especial hasta los aeropuertos, y de allí a sus puntos definitivos se montaron espectaculares labores de logística y traslado al más puro estilo de show estadounidense (como sus traslados de edificios enteros).
Algunos simuladores de vuelo y entrenamiento, hardware y maquetas a tamaño real pero sin alas, y unos cuantos miles de bloques del sistema de protección térmica se distribuyeron por diversos museos, escuelas, universidades y centros aéreos, espaciales y militares del territorio de Estados Unidos (al igual que se exhiben muchos otros aparatos anteriores, como los Saturno, Titan, Atlas, Delta, módulos de las misiones Apolo, motores).
En Zaragoza se estudió hacer un museo sobre la NASA, la base estadounidense, los trasbordadores y su relación con España. Había mucho material y previsión de actividades divulgativas, pero parece que no hubo interés político y no prosperó. Una auténtica pena, sobre todo para las personas aficionadas españolas, y las aragonesas en particular.
La URSS hizo lo propio
La antigua Unión Soviética también desarrolló unas lanzaderas muy similares externamente, pero con algunas diferencias internas y una bodega de carga algo mayor, que deberían ser lanzadas por el brutal cohete Energía: las Buran o MKS, con sus modelos de pruebas BOR y OK, entre otros proyectos. Pero sólo realizaron un vuelo orbital, que fue automático (no tripulado) y exitoso, en 1988. Parece que en este programa de naves trabajaron alrededor de un millón de personas. Poco después, el proyecto fue suspendido por la falta de fondos, la situación política y militar, los problemas tecnológicos y el derrumbe de la Unión Soviética.
Algunos restos de estas naves y de otros prototipos parecidos se desmantelaron, otros se destruyeron en tristes accidentes, otros se oxidan en hangares semiabandonados o son objeto de actos vandálicos. Hay una nave restaurada en el cosmódromo de Baikonur; y el modelo de pruebas OK-GLI, que tenía cuatro motores a reacción en la parte trasera para despegar por sí mismo, después de una rocambolesca historia de compraventas, viajes por varios países y de abandono, ha terminado en el impresionante museo alemán Technikmuseum Speyer (Auto & Technik Museum Sinsheim), por suerte. Algunos Buran también viajaron a lomos de otro avión gigante: el Antonov An-225.
Al menos Rusia siguió con el programa de cohetes Soyuz, que fue la única forma de llevar astronautas de varias naciones a la Estación Espacial Internacional durante muchos años, hasta que, en la actualidad, también lo puede hacer la cápsula Dragon de la empresa Space X de Elon Musk en colaboración con la NASA.
Y ahora, mientras varias agencias espaciales estatales y privadas debaten cómo volver a la Luna y cuándo ir a Marte, y preparan nuevos motores y naves para ello, esas impresionantes naves expuestas son otro testimonio palpable de unos sueños que no siempre salen como se desean, pero que constituyen un paso más de la humanidad en su duro y largo camino al espacio.