Los trasbordadores espaciales: otro fin de una época

 Por Fernando Sa Ramón

Despegue del transbordador Columbia para la misión STS-1 el 12 de abril de 1981,
la primera misión que llevó hombres al espacio desde un transbordador. Dominio público.

Como sucede con todos los programas y logros de la historia de la astronáutica, es difícil resumir hechos de tan elevada complejidad, relevancia e importancia para la humanidad en pocas líneas, y es injusto desde el punto de vista de que se pierden muchos datos y pormenores, a los que no se da la trascendencia pública que merecen. Pero al menos, en la actualidad, se puede ampliar profusamente la información sobre este tema y muchos otros en páginas de Internet y de las agencias espaciales, por ejemplo. Una de esas enormes aventuras poco conocidas por el público general, más allá de los espectaculares lanzamientos y accidentes televisados, es la de los Trasbordadores Espaciales (STS, Lanzadera espacial).

Los trasbordadores espaciales fueron unas naves espaciales financiadas por la NASA, el gobierno y el ejército estadounidense, pensadas y desarrolladas para sustituir al anterior programa Apolo que llevó al hombre a la Luna en seis ocasiones, naves parcialmente reutilizables para funcionar en órbitas bajas, poner satélites en órbita y enviar sondas espaciales.

También estaban pensadas para ser utilizadas en conjunto con los Saturno 5 (éstos para subir las partes de carga más pesada), algo que no llegó a suceder por retrasos y falta de financiación. Estos vehículos eran unos aviones espaciales con capacidad para orbitar, reingresar en la atmósfera y aterrizar en pistas suficientemente largas, y que disponían para el lanzamiento de un gran tanque desechable de combustible (ET, External Tank) y dos cohetes aceleradores reutilizables (SRB, Solid Rocket Booster), que se iban separando del cuerpo principal y se recuperaban en el Atlántico. Sólo con esta descripción ya es posible darse cuenta de que su complejidad tecnológica era monumental, al margen de los muchos inconvenientes económicos y técnicos, ya que no resultó tan barato y fácil como se pensó al principio.

En los treinta años que duró el programa, entre 1981 y 2011, se construyeron siete aparatos (los dos primeros no orbitales, sólo para pruebas) después de muchos años de diseños, proyectos, vicisitudes y problemas presupuestarios, y se realizaron 135 misiones (la mayoría científicas y militares) y 20 873 órbitas (lo que implica unos mil millones de kilómetros recorridos).

Lo más curioso, y quizá lo más desconocido, es que fueron diseñados con la colaboración del Ejército para hacer frente a los recortes de la administración Nixon y, en consecuencia, los militares exigieron un proyecto más a su medida, para que pudiera llevar satélites espías, sobre todo el gran y complejo KH-9 HEXAGON, que, sin embargo, fue excluido y sustituido a finales de los años setenta por los KH-11 más modernos, que ya utilizaban imágenes enviadas por radio en lugar de los 92 kilómetros de película fotográfica del KH-9. Debía tener capacidad de despegar y aterrizar en otras bases (sobre todo en la de Vandenberg, California), alas mayores para esta última maniobra, bodega de carga mayor (para 24 toneladas), etc. Cosas de la Guerra Fría para hacer frente a la Unión Soviética; pero, paradójicamente, los trasbordadores nunca lanzaron los satélites para los que fueron diseñados… (información de Daniel Marín, astrofísico, experto en astronáutica y divulgador).

Perfiles de lanzamiento de los Transbordadores espaciales. Dominio Público.

Eso sí, entre las maravillosas misiones realizadas, destacan la puesta en órbita de 1565 toneladas de aparatos, los lanzamientos de numerosos satélites militares y civiles (como Chandra, Ulysses, ERBSS…) y de telecomunicaciones, sondas interplanetarias, como la Galileo a Júpiter y la Magallanes a Venus, el Observatorio de rayos gamma Compton (CGRO), el telescopio espacial Hubble (HST) y algunas reparaciones y mantenimiento este, experimentos científicos, la participación en la construcción de la mayor parte de la Estación Espacial Internacional (ISS), y servicios y abastecimientos posteriores en ella, en la Spacelab y en la desaparecida estación rusa MIR, la reparación de siete satélites, la puesta en órbita de 355 personas de 16 países, etc. 

Las naves del programa

La siguiente lista muestra el orden de construcción, pero los lanzamientos y misiones realizadas no siguen ese orden, puesto que varios aparatos operaban alternándose en ellas:  

Pathfinder (OV-098). Fue un modelo casi exacto a los demás, pero para pruebas en tierra y entrenamiento, como un simulador, sin capacidad de vuelo ni de orbitar (OV=Orbiter Vehicle).

Enterprise (OV-101). Fue el primer aparato que se usó para efectuar pruebas de vuelo, aterrizaje y sus sistemas (su nombre proviene de la nave de la película de ciencia-ficción StarTreck; inicialmente se iba a llamar Constitution). Despegaba acoplado a un gran avión Boeing 747 modificado (SCA, Shuttle Carrier Aircraft) y se separaba en vuelo para que planeara hasta la pista de aterrizaje, estudiando, así, sus comportamientos (pruebas ATL). No tenía motores ni escudo térmico ni otros sistemas orbitales; se podría haber reacondicionado para vuelo orbital, pero al final no se hizo porque era más barato construir uno nuevo (el Endeavour).

Columbia (OV-102). Fue el primero en cumplir misiones en órbita fuera de la Tierra, lanzado por primera vez el 12 de abril de 1981 y que realizó 28 misiones. Se desintegró el 1 de febrero de 2003 en su reingreso en la atmósfera, posiblemente por el daño causado en un ala por una placa de aislante desprendida del tanque auxiliar cuando despegó días antes (misión STS-107, 17 años después de la tragedia del Challenger). Murieron los siete astronautas.

En los primeros lanzamientos, el gran tanque de combustible estaba pintado de blanco, pero después ya no se pintó más porque suponía un peso adicional de 270 kg (de ahí ese característico color naranja posterior, el de los paneles aislantes del depósito). Después, también se fueron haciendo pequeñas mejoras en las naves en sistemas de seguridad, en el tanque, en las alas, en la protección térmica, etc., y para aligerar peso.

Challenger (OV-099). El segundo de los trasbordadores en salir al espacio, con su primer vuelo el 4 de abril de 1983. Llevó a cabo 9 misiones y se destruyó en la explosión del despegue de la décima, el 28 de enero de 1986. La cabina de la tripulación salió despedida entera, pero cayó al océano y se destrozó por el golpe junto con sus siete ocupantes (no se sabe si murieron antes o en este momento). En la misión STS-51 (29 de julio de 1985), hubo problemas con los motores y unos sensores de temperatura, que acabaron solucionándose, pero que estuvieron a punto de forzar un aterrizaje de emergencia en Zaragoza (era la base europea asignada para ese día).

Discovery (OV-103). El tercero de los orbitadores, cuyo primer vuelo fue el 30 de agosto de 1984, es el aparato que puso en órbita al telescopio espacial Hubble el 24 de abril de 1990 y el que más misiones realizó (39). Finalizó su servicio con la STS-133, el 24 de febrero de 2011 (¡casi 27 años!). En la misión STS-70, en 1995, hubo un retraso del lanzamiento porque unos pájaros carpinteros hicieron varios agujeros en la espuma aislante del tanque externo. Desde entonces, se instalaron aves rapaces falsas que se retiraban antes del despegue. En 1998, la misión STS-95 llevó a Pedro Duque al espacio por primera vez (también fue el primer español en hacerlo), y a John Glenn, con 77 años de edad, después de 37 años de haber estado en órbita por primera vez. Glenn fue el primer estadounidense en orbitar la Tierra.

Interior de la cabina de mando del Atlantis (durante la STS-101),
con la Tierra al fondo. @NASA

Atlantis (OV-104). El cuarto orbitador, con 33 misiones y 4648 órbitas hechas desde el 3 de octubre de 1985 hasta el 21 de julio de 2011, fecha en la que se dio por terminado el programa de los Trasbordadores después de 30 años de servicios (también fue el último mantenimiento del telescopio Hubble).

Endeavour (OV-105). Fue el quinto y el más reciente trasbordador; 25 misiones y 4671 órbitas, desde el 7 de mayo de 1992 (primera misión de mantenimiento del Hubble) hasta el 16 de mayo de 2011. Se construyó con algunos recambios del Discovery y del Atlantis, opción que se prefirió al reacondicionamiento del Enterprise, por resultar más económica y más segura.

Hubo propuestas para realizar variantes sin tripulación, automáticas, y para hacer una cabina para turistas en la bodega de carga, pero fueron rechazadas. 

El 21 de julio de 2011, debido a numerosas circunstancias políticas y económicas, y a la presión de los dos accidentes (Challenger y Columbia) con la muerte de 14 astronautas, el programa de los Trasbordadores Espaciales concluyó. Su coste pudo haber sido de unos 150 000 millones de dólares (menos de la décima parte de lo que se gasta el mundo en armamento cada año).

¿Dónde están ahora estas naves?

Desde hace unos años, los veteranos aparatos se exhiben en varias ciudades y centros educativos estadounidenses: el Pathfinder, restaurado y maquetado como un trasbordador por una organización japonesa, en el museo U.S. Space and Rocket Center de Huntsville, Alabama, ahora montado en conjunto completo en un tanque externo que fue usado en pruebas y con dos carcasas vacías de prototipos de cohetes de combustible sólido (diseñados después del accidente del Challenger, pero que nunca entraron en producción).

El Enterprise se encuentra en el Intrepid Sea- Air-Space Museum de Manhattan, Nueva York; el Discovery, en el Steven F. Udvar-Hazy Center de Fairfax County, Virginia; el Atlantis en el Centro Espacial Kennedy (KSC), en Cabo Cañaveral, Florida; y el Endeavour en el California Science Center de Los Ángeles. Además, el Canadarm del Endeavour (el brazo robótico) se muestra en el Canada Aviation and Space Museum de Otawa (Canadá).

El Endeavour aterrizando en el aeropuerto de Los Ángeles para su exposición. @NASA.

Para su desplazamiento a esos lugares se utilizó el avión 747 SCA especial hasta los aeropuertos, y de allí a sus puntos definitivos se montaron espectaculares labores de logística y traslado al más puro estilo de show estadounidense (como sus traslados de edificios enteros).    

Algunos simuladores de vuelo y entrenamiento, hardware y maquetas a tamaño real pero sin alas, y unos cuantos miles de bloques del sistema de protección térmica se distribuyeron por diversos museos, escuelas, universidades y centros aéreos, espaciales y militares del territorio de Estados Unidos (al igual que se exhiben muchos otros aparatos anteriores, como los Saturno, Titan, Atlas, Delta, módulos de las misiones Apolo, motores).

En Zaragoza se estudió hacer un museo sobre la NASA, la base estadounidense, los trasbordadores y su relación con España. Había mucho material y previsión de actividades divulgativas, pero parece que no hubo interés político y no prosperó. Una auténtica pena, sobre todo para las personas aficionadas españolas, y las aragonesas en particular.

La URSS hizo lo propio

La antigua Unión Soviética también desarrolló unas lanzaderas muy similares externamente, pero con algunas diferencias internas y una bodega de carga algo mayor, que deberían ser lanzadas por el brutal cohete Energía: las Buran o MKS, con sus modelos de pruebas BOR y OK, entre otros proyectos. Pero sólo realizaron un vuelo orbital, que fue automático (no tripulado) y exitoso, en 1988. Parece que en este programa de naves trabajaron alrededor de un millón de personas. Poco después, el proyecto fue suspendido por la falta de fondos, la situación política y militar, los problemas tecnológicos y el derrumbe de la Unión Soviética.

Algunos restos de estas naves y de otros prototipos parecidos se desmantelaron, otros se destruyeron en tristes accidentes, otros se oxidan en hangares semiabandonados o son objeto de actos vandálicos. Hay una nave restaurada en el cosmódromo de Baikonur; y el modelo de pruebas OK-GLI, que tenía cuatro motores a reacción en la parte trasera para despegar por sí mismo, después de una rocambolesca historia de compraventas, viajes por varios países y de abandono, ha terminado en el impresionante museo alemán Technikmuseum Speyer (Auto & Technik Museum Sinsheim), por suerte. Algunos Buran también viajaron a lomos de otro avión gigante: el Antonov An-225.

Al menos Rusia siguió con el programa de cohetes Soyuz, que fue la única forma de llevar astronautas de varias naciones a la Estación Espacial Internacional durante muchos años, hasta que, en la actualidad, también lo puede hacer la cápsula Dragon de la empresa Space X de Elon Musk en colaboración con la NASA.

Y ahora, mientras varias agencias espaciales estatales y privadas debaten cómo volver a la Luna y cuándo ir a Marte, y preparan nuevos motores y naves para ello, esas impresionantes naves expuestas son otro testimonio palpable de unos sueños que no siempre salen como se desean, pero que constituyen un paso más de la humanidad en su duro y largo camino al espacio. 

«Cualquiera que se siente sobre el sistema de hidrógeno-oxígeno más grande del mundo, sabiendo que van a encenderlo, y no se pone un poco nervioso, no entiende completamente la situación».

(Respuesta de John Young después de que le preguntaran si estaba nervioso
por su vuelo en un transbordador espacial, en 1981). 

El problema del tamaño del Sistema Solar

 Por Fernando Sa Ramón

La cuestión de «dónde termina el Sistema Solar» comenzó a hacerse más importante para el público hace relativamente poco, cuando las fascinantes naves Voyager enviaron datos sobre la muy lejana zona que estaban atravesando, algo que solo fue posible gracias a que fueron construidas para durar mucho tiempo y a sus baterías de isótopos radiactivos, que permitieron que su misión original (estudiar los grandes planetas exteriores) haya podido ser muy ampliada.

   Medio interestelar: Esquema, en escala logarítmica, para representar el Sistema Solar hasta la estrella más próxima (imgur.com).

Los límites del Sistema Solar han sido un objeto de muchos debates, ideas erróneas, confusión y dudas, y también de desinformación.

Una vez que salimos a unos pocos kilómetros del final de la atmósfera terrestre, el vacío es casi absoluto, pero no total, y hay diferencias físicas, electromagnéticas y cósmicas que hacen distinguir, astronómicamente, nuestro vecindario planetario de lo que hay fuera de él y de lo que hay mucho más allá.

Las sondas Voyager han salido de la heliosfera, pero NO han salido del Sistema Solar, como se ha dicho en algunos medios; la Heliosfera, como se vio, es la zona de influencia del Sol y su campo magnético, la «burbuja» gigante de partículas cargadas y calientes que lucha contra las radiaciones cósmicas exteriores a ella. Dentro de ella se encuentran todos los planetas, los asteroides y algunos planetas enanos y candidatos a serlo (no todos, puesto que las órbitas muy elípticas de varios de ellos los alejan de la burbuja temporalmente y los vuelven a acercar al Sol), bañados por las radiaciones solares, pero relativamente protegidos de las radiaciones del exterior, mucho más energéticas, radiactivas y dañinas. Sin embargo, el Sistema Solar es mucho mayor: abarca hasta el final de la Nube de Oort, mucho más lejos.

Técnicamente, estas naves sí que se encuentran viajando ahora por el espacio interestelar, o lo harán dentro de poco, porque esa zona ya no está protegida por el Sol, pero ellas siguen dentro del Sistema Solar. Con los datos de que disponemos, no se conoce la forma exacta de todas esas estructuras, pero estas naves están allí, casi sin haberlo previsto, y nos ayudan a hacerlo.  

La nube de Oort, o de Öpik-Oort, es una hipotética nube esférica que llega aproximadamente a un año luz del Sol, quizá un poco más, según algunas investigaciones, y es la que define los límites del Sistema Solar (unas 63 400 ua, o 9,5 billones de km; recordemos que una ua son 150 millones de km). Por tanto, las Voyager, a la velocidad impensablemente grande a la que viajan (sobre 50 000 km/h), tardarán entre 20 000 y 25 000 años en abandonarlo. 

Posteriormente, su frío viaje continuará, como el de las Pioneer 10 y 11 y la New Horizons, si no chocan con nada (aunque la probabilidad es ínfima), y tardarán cientos de miles o millones de años en acercarse a otros sistemas planetarios.

Como ya vimos, más allá de Neptuno se encuentra el Cinturón de Kuiper, una especie de disco circunsolar de entre 30 y 55 ua (unos 8250 millones de km), que contiene muchos objetos, unos con resonancias gravitatorias con Neptuno y otros sin ellas. Seguidamente, el denominado Disco Disperso, hasta unas 100 ua y el Disco Disperso Extendido (o Exterior), hasta algo más de 1000 ua (más de 150 mil millones de km).

En el principio de esta zona es donde se encuentran las naves Voyager, el posible planeta enano Sedna y el final de la Heliosfera (la heliopausa; quizá, hay una heliosfera interior rodeada por un Frente de Terminación y una heliosfera exterior alargada por detrás, como la cola de un cometa, por efecto del choque contra el medio interestelar y de la traslación, y, por delante, un Frente de Choque más alejado de la heliosfera exterior).

Representación esquemática posible de la heliosfera y la posición de las Voyager y las Pioneer. De izquierda a derecha, Frente de Choque (Shock Front) y heliopausa empujando la nube de hidrógeno, heliofunda o heliosfera exterior (Heliosheath), Frente de Terminación (Termination Shock), heliosfera interior, órbitas de los planetas y el Sol.

Más lejos se halla, teóricamente, la Nube de Oort interior o Nube de Hills, al parecer, un toroide (forma de donut) de entre 2000 y 30 000 ua (unos 4,5 billones de km), y, rodeándolo todo con forma de esfera, se ubica la Nube de Öpik-Oort, que mide hasta dos años luz de diámetro, más o menos. Recordemos, también, que, a esa distancia tan enorme, los cuerpos están ligados muy débilmente al Sol, por eso pueden sufrir perturbaciones exteriores de los alrededores galácticos, gravitatorias o de otro tipo con bastante facilidad; por eso, algunos cometas de periodo largo que «duermen» allí, pueden ser empujados hacia el Sistema Solar interior.

En este momento, mientras lees esto, todo este conjunto que contiene, probablemente, billones de objetos, los planetas y el Sol en el centro, atraviesa una nube de polvo, hidrógeno y partículas cargadas muy energéticas en su rapidísimo desplazamiento de rotación alrededor del centro de la Galaxia.   

Si quisiéramos hacer una maqueta para representar todo esto para hacernos una mejor idea, podríamos pintar un puntito de un milímetro en el suelo representando el Sol, y, entonces, tendremos que poner a la Tierra a 10,7 centímetros de distancia, Neptuno a 3 metros, las Voyager a 15 m, y el final de la Nube de Oort y del Sistema Solar, a 7 kilómetros. Y los sistemas planetarios más próximos, a 28 y a 140 km. Se podría representar al Sol con algo de mayor tamaño, pero, entonces, las distancias harían que la maqueta no cupiera en la Tierra entera. 

«Una de las grandes revelaciones de la exploración espacial es la imagen de la Tierra, finita y solitaria, de alguna manera vulnerable, portando a toda la especie humana a través de los océanos del espacio y del tiempo».

Carl Sagan, astrónomo y divulgador


Cuerpos del Sistema Solar donde ha llegado un objeto fabricado por la especie humana

Por Fernando Sa Ramón

Aunque el ser humano aún no ha ido más allá de la Luna, muchos de los objetos que ha construido sí han recorrido gran parte del sistema solar, y han visitado o aterrizado en casi todos sus planetas, en asteroides y en cometas. Este es un repaso de los cuerpos donde han llegado objetos de creación humana.


Concepción artística de la sonda Cassini en su maniobra de inserción en órbita alrededor de Saturno. @NASA

Es realmente asombroso el hecho de que la humanidad, hasta ahora, haya enviado naves no tripuladas a investigar todos los planetas del Sistema Solar y muchos de sus satélites, y asteroides, cometas, planetas enanos, y cuerpos transneptunianos (más allá de la órbita de Neptuno), aunque sería más justo decir que lo ha hecho la comunidad científica para el bien común. Si bien la mayor parte de todas estas sondas sólo se acercan y orbitan sus objetivos, lo más impresionante es que hay 14 cuerpos celestes que han recibido sobre su superficie alguna máquina de fabricación humana.

Cabe destacar que hasta 2019 eran 11, y en pocos meses hubo que añadir tres más a la lista. Los logros de la carrera espacial se suceden hoy día con tal rapidez que, al hablar de un tema, suele ocurrir que queda obsoleto o superado en poco tiempo. Así que, en este caso, y asegurando que pronto volverá a aumentar la lista a medida que lleguen nuevas sondas a nuevos objetivos (en especial, asteroides), los mundos que nos ocupan son: la Luna, Venus, Marte, Titán (satélite de Saturno), el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, los asteroides Eros, Itokawa, Ryugu y Bennu, y, con matices que después iremos aclarando, el cometa 9P/Tempel1, el asteroide Dimorfo, Júpiter, Mercurio y Saturno.

La Luna

Es la más cercana y «asequible», y la única que ha recibido astronautas (12 hasta la fecha, de los 24 que la han orbitado). De allí se han traído 382 kilos de rocas, pero en su superficie descansan 175 toneladas de materiales nuestros desde el comienzo de este hito espacial, repartidas en decenas de aparatos y restos de naves de varios países sobre los cuales hemos hablado extensamente en esta entrada.

Aparte de la Luna, sólo se han recopilado muestras del pequeño asteroide Itokawa con la nave japonesa Hayabusa, las muestras de Ruygu con Hayabusa 2 y de Bennu con OSIRIS, y polvo del cometa 81P/Wild 2 con la Stardust de la NASA, pero hay varios proyectos para Marte y para más cometas y asteroides.

El 3 de enero de 2019 se produjo un nuevo hecho histórico: China logró poner una nueva nave con un robot en la cara oculta de la Luna (Chang’e 4 y Yutu-2; la primera, en la cara visible, fue la Chang’e 3 y Yutu-1). Y el 11 de abril de 2019, se estrelló una nave de Israel que no logró aterrizar con éxito, la primera de ese país, y pagada con capital privado, lo que deja al margen las connotaciones religiosas de la misión y de la cápsula con datos de la humanidad que portaba.  

Venus

En Venus se encuentran al menos doce naves Venera más dos unidades de descenso Vega, todas soviéticas, y 5 Pioneer Venus estadounidenses; realizaron análisis y enviaron datos y fotografías durante unos minutos hasta que la infernal atmósfera de ácido sulfúrico, 500 grados y 90 atmósferas de presión, las inutilizó.

Marte

En Marte hay nueve naves de EEUU: Viking 1 y 2, no móviles y ya no operativas; la Pathfinder con su pequeño rover Sejourner (que fue el primero); los rover Opportunity (MER-B), el Spirit (MER-A), atascado en una duna y ya sin contacto con la Tierra, y el Curiosity, aún en funcionamiento; la nave Phoenix, no móvil, en el polo N; los recién llegados InSight (también fija) y el rover Perseverance. Tres naves soviéticas ya inactivas (Marsnik 3 y 6, y la 2 que se estrelló). Y los restos de las europeas Beagle 2 y Schiaparelli, que no tuvieron éxito al aterrizar.

Es de destacar la participación española en varias misiones de la Agencia Espacial Europea (ESA) y de la NASA, sobre todo en tecnología atmosférica y meteorológica.

Entre las estaciones que ya están fijadas en Marte, las que van instaladas en vehículos y las que irán llegando, se está creando la primera red global meteorológica y en tiempo real en otro mundo fuera de la Tierra, y que ya se puede consultar diariamente desde aquí. Y está la nave china Tianwen-1, que consta de un orbitador, un aterrizador y un rover (desde mayo de 2021).

En la Luna, Venus y Marte hay que añadir que también se encuentran numerosos restos de misiones fallidas o estrelladas a propósito, escudos de protección térmica de entrada, paracaídas de frenado, globos de aterrizaje, entre otras cosas.

Júpiter

La nave Galileo de la NASA, que estuvo estudiando este gigante gaseoso, desprendió una sonda en diciembre de 1995, que se hundió en la atmósfera del planeta, primero con un escudo térmico y, después, con un paracaídas, y ha transmitido valiosos datos durante unos 50 minutos y 200 km hasta que fue, seguramente, destruida por las altas temperaturas y presiones (dejó de comunicar a unas 22 atmósferas).

En septiembre de 2003 se hizo sumergir a Galileo en Júpiter para evitar que, una vez agotados su combustible y su misión, pudiera estrellarse en alguno de sus satélites y contaminarlos. Actualmente es Juno, una nave mucho mayor, la que ha tomado el relevo y nos sorprende con sus asombrosas fotos. De momento no sabemos cómo será su final, pero es probable que también sea introducida en Júpiter. 

Cometa 9P/Tempel 1

La sonda Deep Impact de la NASA lanzó un impactador de 375 kg a gran velocidad contra el cometa, y produjo un brillante destello y un cráter del tamaño de un campo de fútbol, acontecimiento que fue estudiado desde la propia nave y desde la Tierra para investigar la composición de estos cuerpos. Luego, la nave siguió camino para estudiar y fotografiar otros cometas, como hizo con el 103P/Hartley 2 en la misión denominada EPOXI, pero después se perdió la comunicación.

Superficie de Titán fotografiada por la sonda Huygens (NASA/ESA/ASI).
Las «rocas» son de agua congelada a unos -170º C.

Titán

Titán es el mayor de los satélites de Saturno y el segundo en tamaño de todo el Sistema Solar (de hecho, nuestra Luna es menor que Ganimedes, Calisto e Ío de Júpiter, y que Titán; Ganimedes y Titán son mayores que el planeta Mercurio).

La nave Cassini-Huygens que ha estado estudiando a Saturno, sus lunas y sus anillos, envió la sonda Huygens a la superficie de Titán en enero de 2005 y, desde entonces, envía fotografías y análisis de enorme importancia de su helada superficie y su gélida atmósfera de hidrocarburos, gracias a la colaboración entre NASA, ESA y ASI (Agencia Espacial Italiana). Huygens es la primera sonda en posarse en otro satélite que no sea la Luna y, además, del sistema solar exterior (más allá de Marte). 

Asteroide EROS

Fue el primer asteroide en ser orbitado por una nave espacial, la NEAR Shoemaker de la NASA, que, además, aterrizó después sobre él de forma improvisada, gracias a la baja gravedad, ya que no había sido diseñada para ello, pero aun así estuvo trasmitiendo durante medio mes desde la superficie (la misión finalizó). (433)Eros es el segundo asteroide cercano a la Tierra en tamaño, 33 x 13 x 11 km, después de (1036)Ganimedes (atención, no confundir con el satélite Ganimedes de Júpiter). Los acrónimos en inglés N.E.A.R. y N.E.O. se utilizan para misiones y estudios de objetos con órbitas cercanas a la Tierra (Near Earth Asteroid, Near Earth Objet). 

Asteroide ITOKAWA

La sonda japonesa Hayabusa lanzó un pequeño aterrizador-rebotador al acercarse al asteroide, pero un fallo hizo que no tacara la superficie y se perdiera en el espacio (se denominaba Minerva); días después, Hayabusa aterrizó en (25143)Itokawa, aunque más correcto sería decir «se posó» o «se sujetó», debido a la poca gravedad (mide 0,5 x 0,3 x 0,2 km), disparó unos pequeños proyectiles y recogió los fragmentos arrancados de roca con una especie de embudo, operación repetida en tres puntos. Luego regresó a la Tierra con ellos, tras cinco años de viaje. (Pausa valorativa). Resumido así parece que fuera como ir a buscar unos minerales al campo, pero el asunto es infinitamente más complejo (y lo mismo podemos decir de todas las demás misiones que se están nombrando), es un logro espectacular y sin precedentes, de una complejidad física y tecnológica difícil de asimilar, acaso sólo igualado por el siguiente en la lista.

Cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko

Por suerte, algunas veces, hay acontecimientos científicos que tienen una gran cobertura mediática (el que sea incorrecta muchas veces, ya es otra cuestión), como sucedió con la llegada de la nave Rosetta al cometa Chury en 2014. Así se puede comprender mejor un proyecto tan difícil y largo en el tiempo, en este caso de la ESA. Rosetta envió a su pequeña sonda Phillae, que no aterrizó bien y rebotó unos cientos de metros hasta quedar atascada en una grieta, pero aun así pudo realizar parte de su trabajo en conjunto con la nave principal, que orbitaba al cometa.

Meses después, al finalizar su misión, se hizo aterrizar y autodesconectarse a la propia Rosetta, que siguió recopilando datos y fotos hasta el último momento; así que, ahora, las dos naves viajan en el cometa hasta su final o hasta que alguna eyección de material cometario, cuando se acerque al Sol, las expulse al espacio… Entre la monumental cantidad de datos sobre el Churyumov que recogieron podríamos destacar el que encontraron 16 compuestos orgánicos (12 ya se conocían en otros cometas, y, además, isocianato de metilo, propanal, acetona y acetamida); algunos son aminoácidos precursores de la vida. La inmensa cantidad de datos recopilados por todas estas navecillas modernas daría para llenar varias enciclopedias y superordenadores.

 Mercurio

El 30 de abril de 2015, la nave Messenger fue estrellada contra Mercurio, el planeta más cercano al Sol, tras varios años de haber estado estudiándolo, maniobra que fue programada por la NASA después de que la misión había funcionado más años de lo previsto. Es lo que suele ocurrir con estas sondas, sólo hay que recordar que las Voyager todavía se comunican con la Red de Espacio Profundo en la Tierra más de 45 años después. Por tanto ha sido muy fructífera e importante por la enorme cantidad de datos recogidos y de facetas desconocidas de Mercurio que ahora se conocen. En 2018 se lanzó la misión BepiColombo (Europa y Japón) para realizar más estudios; se espera que llegue a Mercurio en marzo de 2026, y su misión se extenderá hasta 2028. Al finalizar, las tres naves que la componen también serían estrelladas contra el pequeño planeta.

Animación de la trayectoria de BepiColombo alrededor de Mercurio. CC BY-SA 4.0.

 Saturno

El 15 de septiembre de 2017, la nave Cassini, tras 20 años de impresionante misión, también fue obligada a introducirse en la atmósfera gaseosa de Saturno con el fin de que no hubiera la posibilidad de estrellarse y contaminar alguno de sus intrigantes satélites. Después de haber visitado Júpiter (sólo de paso y para recibir un tirón gravitatorio) y haber dejado la sonda Huygens en Titán, la misión también pudo alargarse varias veces, y Cassini envió algunas de las fotografías más espectaculares de la historia, del planeta y de su polo norte con nubes que forman un hexágono, sus tormentas descomunales, los anillos, los satélites, y de los geiseres de Encélado, de hielo de agua y otros componentes. También fue la primera nave en pasar varias veces entre Saturno y sus anillos, justo antes de su apoteósico y romántico final.

Asteroide RYUGU

(162173)1999JU3 (Ryugu) es el asteroide de unos 900 metros recientemente visitado por la sonda japonesa Hayabusa 2, que portó 4 pequeños aparatos que han estudiado su superficie. Primero los Minerva II 1A y 1B, luego el MASCOT (franco-alemán) y Minerva II 2. En marzo de 2019, la sonda tocó la superficie, disparó un pequeño proyectil, y aspiró el material; en abril realizó un cráter con otro proyectil mayor para recoger muestras de más adentro, que recogió en julio (segunda vez en tocar la superficie) para traerlas todas a la Tierra, como hizo su predecesora Hayabusa en el asteroide Itokawa. Además, en el caso de Ryugu, los aparatos nos enviaron fotos y vídeos desde allí.              


Asteroides Bennu, Ryugu e Itokawa a escala (JAXA/NASA)

Asteroide BENNU

La sonda OSIRIS-REx de la NASA orbitó y estudió durante casi dos años este pequeño cuerpo de unos 490 m; en octubre de 2020, un brazo robótico se posó y hundió unos centímetros en su poco consolidada superficie, sopló nitrógeno comprimido y absorbió unos gramos de polvo y rocas. Llegaron a la Tierra en setiembre de 2023, aunque hubo que esperar unos meses para poder verlas, hasta que se pudieron sacar dos tornillos del contenedor, que se atascaron.

Asteroide DIMORFO

El asteroide Dídimo, de tipo Apolo cercano a la Tierra, tiene un pequeño satélite llamado Dimorfo; la nave DART de la NASA se construyó para hacer una prueba de «defensa planetaria» y hacerla chocar contra Dimorfo para evaluar los resultados y la desviación de su órbita alrededor de Dídimo. El 26 de septiembre de 2022, la DART de la NASA realizó el impacto, que fue grabado por dos cámaras de una pequeña sonda que portaba DART (denominada LICIACube) y por aparatos en la Tierra y en su órbita. Es el segundo choque intencionado contra un objeto (recordemos que el primero se hizo contra el cometa Tempel 1), pero este resulta más interesante por el hecho de que es la primera vez que se prueba si seríamos capaces de desviar un cuerpo que viniera contra nuestro planeta. Y, aunque no se deben extrapolar los resultados a otros asteroides o situaciones con ellos, fue un éxito, y la órbita alrededor de Dídimo cambió entre 1 y 4 por ciento. Además, una nube y una cola de escombros acompañó al conjunto, durante un tiempo, como si de un pequeño cometa se tratara. 

«Tenemos su satélite. Si lo quieren de vuelta envíen 20 mil millones en moneda marciana. No intenten nada gracioso o no lo verán nunca más». 

Broma que apareció escrita en el hall del Jet Laboratory Propulsion de la NASA después de que se perdiera contacto con el Mars Polar Lander, diciembre de 1999.


Mi café con Gagarin

 Por Luis Escaned

El 12 de abril de 1961 se llevó a cabo el primer vuelo espacial tripulado, donde el soviético Yuri Gagarin, devenido en héroe nacional para su país (y leyenda para el mundo), orbitó la Tierra durante 108 minutos en la nave Vostok 1. En el aniversario nº 64 de tan importante hito de la carrera espacial, compartimos este relato de una viviencia desde la cotidianidad de un pueblo de Aragón.

Representación asrtística de Yuri Gagarin con Vostok 1. Dominio público.

El antiguo televisor Telefunken en blanco y negro parpadeaba en la esquina de la cafetería, sus imágenes granuladas contrastando con la luminosa tarde primaveral que bañaba Monzón. El sol de abril se derramaba por los ventanales mientras el aroma del café recién molido y el tabaco negro impregnaban el ambiente. Afuera la vida transcurría con su cadencia habitual, adentro, sin embargo, se respiraba una atmósfera eléctrica, casi palpable.

Los parroquianos, inclinados sobre sus mesas de mármol, observaban la pantalla con una mezcla de asombro y recelo. Las noticias llegaban desde la enigmática Unión Soviética, ese gigante que muchos españoles solo conocían a través de relatos fragmentados y propaganda.

—Un hombre en el espacio —anunciaba el locutor con voz seria, institucional, como si fuera un aviso del Gobierno—. El cosmonauta soviético Yuri Gagarin ha completado una órbita alrededor de nuestro planeta.

En la pantalla, un joven de sonrisa serena y con uniforme militar se convertía instantáneamente en leyenda, en el primer ser humano que había contemplado la curvatura terrestre desde las estrellas. Las imágenes del colosal cohete elevándose desde Baikonur hipnotizaban a todos, su estela de fuego rasgaba el firmamento como una herida luminosa.

Mi mente bullía con interrogantes vertiginosas: ¿Qué habría sentido aquel piloto de 27 años al verse suspendido en la negrura infinita? ¿Qué peligros insospechados habría enfrentado en aquel vacío hostil?

La Crisis de Berlín aún pesaba como una sombra amenazante, recordatorio de cuán cerca habíamos estado del abismo nuclear. Ahora, comprendía, la Guerra Fría ascendía hacia un nuevo escenario, el Cosmos se convertía en el tablero donde las superpotencias medían sus fuerzas, y este vuelo representaba tanto una proeza científica como una contundente declaración geopolítica.

Cápsula habitable de Vostok 1, ocupada por Gagarin en su primer y único vuelo orbital,
ahora expuesta en el Museo de RKK Energía, a las afueras de Moscú. Licencia CC BY-SA 3.0.

La noticia se esparció rápidamente por las calles empedradas. Algunos veían en Gagarin la encarnación del heroísmo, otros interpretaban el acontecimiento como una amenaza velada:

—Si pueden poner a un hombre ahí arriba, pueden poner bombas que nos caigan en la cabeza —vaticinó un cliente mientras el recién llegado argumentaba:

—Es el triunfo de la ciencia, del conocimiento humano. Somos la primera generación capaz de abandonar la cuna terrestre.

La hazaña resonaba con matices particulares en la España de 1961. Los Pactos de Madrid habían permitido la instalación de bases militares norteamericanas en territorio español. La cercana base de Zaragoza albergaba ya escuadrones estadounidenses que dividían las opiniones:

—Estamos en el punto de mira soviético —advertían unos en susurros urgentes.

—Los americanos nos protegerán —afirmaban otros.

No faltaban quienes, cansados del ostracismo de la posguerra, celebraban aquellos acuerdos como la primera brecha en el muro que había separado a España del concierto internacional.

Permanecí apoyado en la barra, sintiendo que vivía un momento histórico y con el convencimiento que en pocos años viviría otros igual de emotivos. La humanidad acababa de traspasar un umbral milenario rompiendo las cadenas que la ataban a su origen terrestre. El firmamento que había contemplado desde niño ya no sería nunca más un espacio inaccesible, sino un océano que comenzábamos a surcar.

Y mientras los parroquianos regresaban gradualmente a sus conversaciones cotidianas, yo seguía con la mirada fija en la pantalla donde Gagarin saludaba al mundo. Me pregunté qué otros misterios nos aguardaban en aquella inmensidad silenciosa, qué revelaciones y prodigios nos reservaba el Cosmos ahora que habíamos dado el primer paso hacia las estrellas.

Una crónica del Messier: Monzón se ilumina con la pasión astronómica

 Por el Grupo Astronómico de Monzón (GAM)

El sábado 29 de marzo, la ciudad de Monzón se convirtió en el epicentro de la Astronomía aficionada con la celebración del XVIII Maratón Messier, acompañado de una jornada de charlas y la observación del eclipse parcial de Sol, que nos ha servido de aperitivo para el gan eclipse total de 2026.

Telescopios montados en Hoz de Barbastro tras la puesta del Sol, todo listo para iniciar el Maratón Messier. Foto de Manuel Meliz (AAHU).

Organizado por la Agrupación Astronómica de Huesca (AAHU) a través de su sede local, el Grupo Astronómico de Monzón (GAM), la jornada congregó a entusiastas de la Astronomía de diversos puntos geográficos.  

Se inauguró el evento con una cálida bienvenida a cargo del concejal del Ayuntamiento de Monzón, José Luis Mora, en el emblemático auditorio San Francisco, y en él se destacó una emotiva charla de Jordi Lopesino, quien profundizó en la figura de José Luis Comellas, un catedrático, historiador y astrónomo cuya influencia en la comunidad amateur trascendió las expectativas de muchas personas presentes.

Descubriendo facetas desconocidas del astrónomo amateur español José Luis Comellas, por Jordi Lopesino. Foto de AAHU.

Un sentido homenaje a un legado estelar

La conferencia de Jordi Lopesino sirvió de homenaje a José Luis Comellas, cuyo trabajo y dedicación han inspirado a generaciones de astrónomos aficionados. Lopesino logró revelar la faceta más humana y apasionada de Comellas a través de anécdotas y detalles poco conocidos, con los que dibujó un retrato íntimo del astrónomo resaltando su pasión por compartir el conocimiento y su incansable labor por acercar la Astronomía al público general.

Sistemas de proyección del eclipse colocados a la entrada del Auditorio San Francisco. Foto de Juan Castiella Llorente (AAHU).

Observación pública del eclipse parcial de Sol

Entre las 11:00 y las 12:00 de la mañana, la Plaza Aragón, a las puertas del auditorio San Francisco, se convirtió en un observatorio improvisado para presenciar el eclipse parcial de Sol. La AAHU y GAM proporcionaron los medios necesarios para que las personas asistentes disfrutaran del fenómeno de forma segura. Se repartieron gafas protectoras, se instalaron dos telescopios solares de proyección y un telescopio solar Lunt que permitió seguir el eclipse proyectado en una pantalla y, además, transmitirlo en directo a través de las redes sociales de la Agrupación Astronómica de Huesca.

Observando el eclipse con las gafas de protección frente al Auditorio San Francisco, Monzón. Foto de Juan Castiella Llorente (AAHU).

La ocultación de Betelgeuse revelada

Tras la observación del eclipse, Fernando Campos y Luis Escaned, socios de la AAHU, compartieron sus experiencias y resultados sobre la reciente ocultación de Betelgeuse por el asteroide Leona. Fernando Campos, con un telescopio, y Luis Escaned, con una cámara de fotos DSLR, lograron capturar el fenómeno con éxito. Estos astrónomos aficionados explicaron las técnicas que emplearon y presentaron las publicaciones científicas que surgieron a raíz de las observaciones realizadas por numerosos astrónomos aficionados desde diversas ubicaciones.

Fernando Campos y Luis Escaned revelan los datos de la ocultación de Betelgeuse. Foto de AAHU.

Explorando el cosmos en Hoz de Barbastro: un encuentro para compartir y aprender

Luego de la enriquecedora jornada de charlas y la observación del eclipse, las personas participantes se trasladaron a Hoz de Barbastro, un enclave privilegiado para la observación astronómica. Bajo un cielo despejado, los telescopios apuntaron hacia las profundidades del Universo en busca de los «objetos Messier», un catálogo de cuerpos celestes que desafía la habilidad de los observadores.

En Hoz de Barbastro durante el XVIII Maratón  Messier. Foto de Manuel Méliz (AAHU)

El maratón no ha sido solo una oportunidad para poner a prueba nuestras habilidades de observación, sino también un espacio para el intercambio de conocimientos y experiencias, y también de diversión y buenos momentos. Astrónomos de diversos niveles y experiencias compartieron sus técnicas, equipos y descubrimientos, lo que creó un ambiente de camaradería y aprendizaje mutuo.

Monzón, un referente para la Astronomía amateur

Con esta edición, el Maratón Messier de Monzón se consolida como un evento de referencia en el calendario astronómico amateur español. La combinación de charlas divulgativas, observaciones prácticas y el homenaje a figuras españolas destacadas hacen de este encuentro una cita ineludible para las personas amantes del cosmos. ¡Os esperamos el año que viene en una próxima edición!


Asteroides y cometas visitados por sondas espaciales

Por Fernando Sa Ramón 

Para quienes nos apasionamos por el cosmos y los misterios que entraña el Universo, una parte muy fascinante de la industria espacial es el lanzamiento de sondas que visitan y nos traen imágenes y muestras de los rincones más remotos a los que la humanidad aún no llega.

Representación artística de la sonda espacial Stardust de NASA. Imagen de dominio público.

Además de los planetas y varios de sus satélites, nuestras sondas espaciales han visitado 31 cuerpos en misiones que constituyen solo una parte de la industria espacial: 14 asteroides, otros 3 de forma demasiado lejana como para obtener datos fiables (marcados con un *), 4 objetos transneptunianos (3 de ellos, con *), Ceres y el conjunto de Plutón-Caronte, que son planetas enanos, y 8 cometas.

Una de las cosas más impresionantes de estas misiones es que ¡casi todas ellas han visitado más de un cuerpo menor del Sistema Solar! Aparte de sus misiones concretas, también hay que recordar que reciben impulso por asistencia gravitatoria, con lo cual, además, algunas también aprovechan para fotografiar planetas y recopilar datos al aproximarse para obtener ese empujón gravitatorio y ganar velocidad mediante la citada maniobra. Aquí compartimos una lista, por cronología y por naves, de estas misiones:

1985: la nave de la NASA, un observador solar denominado I.C.E. en segundo nombre, ya que previamente fue I.S.E.E.-3, fue enviada a 7800 km del cometa 21P/Giacobini- Zinner, de aproximadamente 2 km, que también es un PHC, peligroso para la Tierra. Fue la primera vez que se logró algo así, y también se acercó, en 1986, al cometa 1P/Halley, junto con una flotilla de naves espaciales que se envió al paso del cometa y que se van a ir citando.

1986: las naves de la antigua URSS, Vega 1 y Vega 2, habían pasado primero por Venus y dejaron allí sus aterrizadores, y se acercaron a 8900 y 8000 km del famoso 1P/Halley, de 16 x 8 x 8 km. Las sondas japonesas Suisei y Sakigake pasaron a 151 000 y 7 000 000 km (*éxito parcial, por tanto). La Giotto de la ESA (Agencia Espacial Europea) se acercó a sólo 596 km y se tomaron fotos de un núcleo cometario por primera vez; y, como sobrevivió a tan peligroso encuentro, fue enviada al cometa 26 P/Grigg-Skejellerup, de 2,6 km, al que llegó en 1992 acercándose a 200 km; pero no pudo hacerle fotos porque la cámara se había dañado en la aproximación al Halley.

1991: la nave Galileo, de la NASA + Alemania, pasó a 1200 km del asteroide (951)Gaspra, de 18,2 x 10,5 x 8,9 km, del cinturón principal de asteroides, tipo S, siendo el primer asteroide visitado por una sonda espacial. En 1993, esta sonda se acercó a 2390 km del asteroide (243)Ida, 58,8 x 25,4 x 18,6 km, también del cinturón, coronis tipo S, y descubrió su satélite Dactylo, 1,6 x 1,4 x 1,2 km. Seguidamente, continuó su viaje hasta Júpiter, donde una pequeña sonda que incluía se sumergió para enviarnos datos durante unos minutos. Años después de su imponente misión y de recabar una ingente cantidad de información, la propia nave Galileo se hundió en Júpiter para evitar posibles contaminaciones en sus satélites, como hizo el 15-9-17 la Cassini en Saturno (cuando se comenzó a preparar este artículo, hace un tiempo, estos dos hechos aún no habían sucedido, y las visitas a los últimos asteroides, tampoco, lo cual ha obligado a cambiar los textos varias veces).


Composición comparativa, a la misma escala y con fotos reales, de algunos de los 31 asteroides y cometas visitados y fotografiados hasta hoy (Emily Lakdawalla, The Planetary Society).

1997: la NEAR-Shoemaker de la NASA (recordemos, NEA = asteroides cercanos a la Tierra) llegó a 1200 km del (253)Mathilde, 66 x 48 x 44 km., del cinturón principal, tipo C. Y, entre 1998 y 2001 orbitó el (433)Eros, 33 x 13 x 11 km., clase Amor (más allá de la órbita terrestre), tipo S. Fue el primer asteroide en ser orbitado y, además, el primero en el que se aterrizó, aunque fue de manera más o menos imprevista y casual, debido a pequeños fallos no calculados.

1999: la Deep Space 1 de la NASA, estuvo a 21 km del asterd. (9969)Braille, 2,1 x 1 x 0,6 km, un cruzador de la órbita de Marte, tipo Q. Y a 2171 km del cometa 19P/Borelli, 8 x 4 x 4 km en 2001; después falló y se perdió.

2000: la nave Cassini- Huygens del grupo conjunto NASA + ESA + Italia, de camino a Saturno (donde se encontraba hasta hace poco deslumbrándonos con sus fotografías y datos, como se ha nombrado), fotografió al asterd. (2685)Masursky * a 1,6 millones de km, por lo que solo se tienen datos aproximados del mismo (unos 20 x 15 km); del cinturón y tipo S.

2002: la Stardust de la NASA visitó el asterd. del cinturón (5535)Annefrank, 6,6 x 5 x 3,4 km, a 3100 km, y en 2004, pasó a 240 km del cometa 81P/Wild 2, de 5,5 x 4 x 3 km, siendo la primera en recolectar y traer a la Tierra unas muestras de polvo de la cola de un cometa, dos años después.

2005: la Hayabusa, de Japón, llegó al asterd. (25143)Itokawa, un Apolo (que cruza la órbita terrestre), tipo S, de 0,5 x 0,3 x 0,2 km, el más pequeño visitado hasta el momento; en él aterrizó (aunque, quizá, es más acertado decir «se posó» o «se sujetó», debido a la poca gravedad), extrajo unas muestras de rocas y regresó a la Tierra con ellas cinco años después. Dicho así parece tan sencillo como ir al campo a recoger unas rocas, pero es algo infinitamente más complejo y una hazaña sin precedentes. También fue la primera nave que no era de la NASA en ir a un asteroide.

2005: la nave Deep Impact de la NASA estuvo a 80 km del cometa 9P/Tempel 1, de 7,6 x 4,9 km, y lanzó contra este un impactador para estudiar el efecto producido. Se amplió esta misión con el nombre de Deep Impact/EPOXI y, en el 2010, pasó a 700 km del cometa 103P/Hartley 2, de 2,2 x 0,5 km, el más pequeño visitado hasta ahora.

Representación artística de la sonda espacial Deep Impact. Imagen de dominio Público.

2008: la famosa nave Rosetta, de la ESA, pasó a 800 km del asterd. (2867)Steins, de 6,7 x 5,9 x 4 km, del cinturón, tipo E; luego, en 2010, a 3160 km del asterd. (21)Lutetia, 132 x 101 x 76 km (el mayor visitado hasta ese momento), del cinturón, tipo M. Y continuó su hibernado y silencioso viaje hasta llegar al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, 5 x 4 x 3 km, en 2014. Fue el primer cometa en ser orbitado, y el módulo Phillae, enviado desde Rosetta, aterrizó primero sobre él. Tras meses de estudios, la propia Rosetta también se envió a su superficie, y, ahora, cometa y sondas viajan unidos en la cambiante órbita de este cuerpo menor.

2010: la sonda Stardust/NExT de la NASA llegó a 58 km del cometa 9P/Tempel 1 (segunda visita) y fotografió el cráter dejado por su predecesora, Deep Impact, cinco años antes.

2012: la nave Chang’E 2, de China, pasó a sólo 3,2 km del asterd. (4179)Toutatis, un Apolo PHA (peligroso), tipo Sk, de 4,6 x 2,3 x 1,9 km. Lo hizo después de su misión orbitando la Luna, y es la primera epopeya China de estas características, aunque parece que no va a ser la última.

2011: la Dawn de la NASA llegó, orbitó y estudió el asteroide mayor del cinturón principal, o protoplaneta, (4)Vesta, de 530 x 470 km, durante 14 meses. Después lo dejó y fue al planeta enano del cinturón (1)Ceres, 965,2 x 961,2 x 891,2 km, en el que se encuentra en la actualidad. Por tanto, fue la primera nave interplanetaria que orbitó dos cuerpos distintos en un solo viaje, y, de momento, la única. A principios de noviembre de 2018 se dio por perdida (pocos días después del adiós al telescopio espacial Kepler), ya que los científicos no se han podido volver a comunicar y se ha debido agotar su combustible. Presumiblemente, permanecerá unos cincuenta años en órbita antes de estrellarse sobre Ceres.

2014: como se ha visto, Rosetta en el Churyumov.

2015: en su viaje a las zonas más alejadas del Sistema Solar, la New Horizons primero fotografió al asterd. (132524)APL *, de unos 2,3 km, del cinturón, tipo S, desde 101 900 km (por tanto, tampoco se considera como visita auténtica) y continuó su camino. Es una de las naves más veloces que se encuentran en nuestro sistema Solar, y la más rápida sin contar con las que realizan órbitas en los grandes planetas y en el Sol (que alcanzan velocidades mucho mayores para contrarrestar la atracción gravitatoria), y en 2015 pasó a unos 12 500 km del planeta enano Plutón, o (134340)Pluto, maravillándonos a todos con las inesperadas imágenes del conjunto Plutón-Caronte y sus satélites. Fue el primer transneptuniano visitado, y, seguidamente, la nave se dirigió al siguiente objetivo, 2014MU69, en el cinturón de Kuiper; estudió el transneptuniano 1994JR1 *, de camino, y, así, se pudo descartar que fuera un cuasisatélite de Plutón, como se pensaba; y ha fotografiado a los objetos 2012HZ84 * y 2012HE85 * (las fotografías más lejanas de la historia hasta ese momento). Pero su viaje continúa.

Composición comparativa, a la misma escala y con fotos reales, de algunos cometas y asteroides con los recién visitados Ryugu, Bennu y el rojizo transneptuniano MU69 Arrokoth (NASA/The Planetary Society, con retoque de color del autor).

2018: la sonda japonesa Hayabusa-2 llegó, a finales de junio, al asteroide (162173)1999JU3 (Ryugu), de unos 900 m y forma aproximada de octaedro redondeado. En su superficie han estado 4 pequeños aparatos que portaba la nave principal (Minerva II 1A y 1B, MASCOT y Minerva II 2) que han realizado diversos estudios. Por último, en marzo y en abril de 2019 la nave se acercó hasta la superficie y recolectó material, superficial la primera vez y más interior la segunda (tras hacer un cráter artificial con un proyectil) para traer muestras a la Tierra como hizo su predecesora Hayabusa, del asteroide Itokawa.

2018: la nave y misión de la NASA llamada OSIRIS-REx llegó al asteroide (101955)Bennu el 3 de diciembre; permaneció en órbita alrededor de este cuerpo, de unos 490 m de diámetro (el más pequeño orbitado hasta ahora) y de forma parecida al Ryugu durante unos meses realizando varios estudios y, finalmente, recogió unas muestras «absorbidas» por un brazo especial para traerlas a la Tierra a finales de 2023. La muy baja gravedad y la rotación rápida de este asteroide hacen que algunas rocas escapen de su superficie; unas regresan, otras quedan en inestables órbitas y otras se escapan al espacio, algo inesperado que, unido al rocoso e irregular terreno, obligó a rediseñar el «aterrizaje» (más bien, solo posarse).

2019: la New Horizons pasó a unos 3500 km del transneptuniano 2014MU69 (llamado Arrokoth, nombre oficial de la I.A.U., antes Ultima Thule) el primer día del año, y esto supone otro hecho histórico, al ser el objeto más lejano visitado. Es un antiquísimo resto de los principios de la formación del Sistema Solar, y un curioso cuerpo doble con forma de cacahuete o de muñeco de nieve (binario de contacto), aunque más aplanado, de color marrón-anaranjado y un tamaño de unos 33,5 x 19,5 km.

2022: la nave DART de la NASA llegó al asteroide Dídimo, de casi 800 m, que tiene un pequeño satélite, Dimorfo, de unos 160 m. La misión se preparó para que la sonda chocara contra Dimorfo y estudiar los resultados en una prueba de «defensa planetaria» desviando un asteroide por primera e histórica vez, desde varios telescopios en la Tierra y en órbita, y desde allí, con un pequeño cubesat con cámaras que se desprendió de DART poco antes del choque. Esto fue el 26 de setiembre.

Hay más misiones proyectadas para el futuro cercano, como la HERA al asteroide Dimorfo para ver el cráter del impacto de DART, (16)Psyche con una nave del mismo nombre, Lucy, de la NASA, ¡a siete asteroides troyanos en una sola misión! China planea enviar dos naves al Cinturón de Kuiper, además de las que volverán a planetas y sus satélites. 

Cabe destacar que todo lo anterior no es más que un breve resumen de unos hechos asombrosos, y resumirlos en estas líneas es casi injusto; por eso, quien quiera, puede investigar por su cuenta estos hechos históricos y maravillarse de cómo se hace algo así, con los datos que hablan de sus éxitos y sus descubrimientos, y con las numerosas vicisitudes y contratiempos que se producen en estas y otras misiones, aun cuando salen bien. Y, quizá, sentir una «sana envidia» de las personas que pueden proyectar algo tan complejo, unos hitos portentosos en la historia de la humanidad, aunque no siempre se les da el debido reconocimiento. 

¿Se ha mencionado que se dan algunos fallos?

Por descontado que ha habido errores, pero no hacen sombra a los fascinantes éxitos. Veamos unos pocos ejemplos:

  • La nave japonesa Sakigake observó de lejos al cometa Halley, y tenía previsto dirigirse a los cometas 45P/Honda-Mrkos-Pajdusakova y 21P/Giacobini-Zinner, pero se perdió la comunicación; y la Suisei, que también casi visitó al Halley, debía dirigirse luego al Giacobini y al 55P/Tempel-Tuttle, pero, en este caso, no lo logró por falta de combustible.
  • La sonda Contour de la NASA tenía previstos 3 cometas, 2P/Encke, 73P/Schwassman-Wachmann y 6P/d’Arrest, pero perdió contacto al poco de despegar.
  • La Hayabusa japonesa realizó con éxito su misión, pero también portaba una pequeña sonda de 500 gramos llamada Minerva que se envió hacia el asterd. Itokawa, y falló, al parecer, por unos problemas de medición de las distancias, con lo que pasó de largo y se perdió en el espacio.
  • Rosetta no estaba determinada para el cometa Chury, pero los científicos se las arreglaron para que llegara a él tras fallar el lanzamiento que la hubiese llevado al 46P/Wirtanen (el cual, por cierto, cambió dos veces de órbita en poco tiempo al acercarse a Júpiter).
  • La pequeña Phillae no aterrizó bien en el Churyumov y rebotó hasta quedar atascada en unas rocas, pero, aun así, pudo realizar parte de su misión.

Otras naves han «visitado» varios objetos planetarios, pero ha sido de pasada mientras se dirigían a su objetivo final, como la New Horizons, que pasó muy cerca de Plutón mientras se dirigía a la zona del cinturón de Kuiper; o la Cassini que pasó por Júpiter, o bien para recibir un tirón gravitatorio con el fin de ganar velocidad e impulso ahorrando combustible. Estos métodos no son para entrar en órbita, aunque sí permiten realizar numerosos estudios y fotografías aprovechando la maniobra.

Somos afortunados

Nuestras generaciones han tenido la impresionante suerte de poder estudiar el pasado, de ver el desarrollo de la Astronomía moderna y de asistir a todos estos hechos y muchos más; es de suponer que las generaciones futuras contemplarán más todavía. Sólo es de esperar que no se diluya la inmensa importancia de todo ello por falta de divulgación o por la rutinaria sucesión de tan extraordinarios acontecimientos.  

«En 5000 millones de años, la Tierra será absorbida por el Sol. Lejos de casa, inalteradas por tan remotos acontecimientos, las sondas Voyager, portadoras de la memoria de un mundo perdido, continuarán navegando por el espacio».

Carl Sagan, astrónomo y divulgador


El primer paseo espacial: Una aventura contada por el abuelo Alexei

 Por Luis Escaned

El 18 de marzo del 1965, hace 60 años, el astronauta soviético Alexei Leónov se convirtió en la primera persona del mundo en hacer un paseo espacial y flotar libremente en el espacio fuera de la cápsula durante la misión Voskhod 2.
Esta historia de ficción, en formato de cuento para dormir y con Leónov como protagonista, está inspirada en la novela La princesa prometida, donde el abuelo le cuenta una historia a su nieto que está en cama por un resfriado.

Cuadro de Alekséi Leónov. Recreación de la primera caminata espacial, protagonizada por el propio Leónov. Imagen de Soviet Russia en Flickr, con licencia de uso no comercial. 

El teléfono sonó cortando el silencio de la tarde como un cuchillo. Alexei contestó con esa voz grave que parecía cargar con el peso de la historia. Al otro lado, la voz de su hija Oksana resonaba con mezcla de urgencia y preocupación:

—Papá, Svetlana está resfriada. Necesito que alguien la cuide. ¿Podrías venir?

Alexei no lo dudó, su nieta era su alegría. La imagen de la niña con la nariz enrojecida y esa tos persistente que le sacudía el pecho lo conmovió. Se vistió con parsimonia, como si aún llevara el traje espacial que lo había mantenido con vida en el frío del cosmos, y se dirigió a casa de Oksana.

 Al llegar, encontró a Svetlana en la cama, rodeada de libros y muñecos de peluche. A pesar del resfriado, la niña sonrió al verlo.

—¡Abuelo! Cuéntame un cuento —pidió con esos ojitos que brillaban como estrellas. Alexei se sentó a su lado, tomó la pequeña mano y comenzó a narrar. No sería un cuento de hadas, sino la historia de su propia odisea, la que lo llevó más allá de la Tierra.

—Svetlana, ¿sabes lo que es el espacio? —comenzó, con esa voz que parecía salir de un lugar profundo—. Es un lugar inmenso, oscuro, lleno de estrellas que titilan como diamantes sobre un manto negro. Hace mucho tiempo, yo fui la primera persona en salir de una nave y flotar en ese vacío. Como un pez en un océano infinito. Fue… fue como un sueño.

La niña lo miró fascinada.

—Cuéntame más, abuelo.

—Bien —continuó Alexei mientras se ajustaba a la silla como si aún llevara el traje espacial—: Hace muchos años, me embarqué en la misión Vosjod 2. Cuando llegamos al espacio, me preparé para salir. Pero no era tan sencillo como abrir una puerta y salir a pasear. Tenía que ponerme un traje espacial. ¿Sabes cómo es un traje espacial? Es como una nave en miniatura. Pesado, incómodo. Te mueves como un pingüino. ¿Te imaginas a tu abuelo caminando como un pingüino? —Svetlana se rio, y Alexei continuó:

—Cada pieza, cada hebilla, cada tubo tenía que estar perfectamente ajustado. ¿Sabes por qué? Porque si no, perdería el aire. Y sin aire no hay respiración. Y sin respiración... bueno, no habría historia que contar.

Por una vez, creyó que no sería capaz de terminar la historia y que se le quebraría la voz al ver la mirada de orgullo de su nieta. A él, Alexei Leónov, astronauta, doctor en Ciencias y Filosofía, héroe de la Unión Soviética.... que estuvo a punto de morir en el espacio o carbonizado cuando el módulo de servicio no se separaba de la cápsula de reentrada, y el guiado automático no funcionaba, lo que hizo que cayeran en los bosques de los Urales y estuvieran a punto de morir de frío o devorados por lobos y osos, y aún así conteniendo siempre el muro de miedo que ahora una niña enferma amenazaba con derribar. Su nieta lo miró con seriedad:

—¿Tuviste miedo, abuelo?

Alexei hizo una pausa.

—Sí, Svetlana. Tuve miedo. Pero el miedo no es malo. Te mantiene alerta. Te hace sobrevivir. Aunque, en ese momento, no sabía si sobreviviría. Pero no sufras, terminó bien, estoy aquí. ¿Sabes? Te veo un poco nerviosa, mejor lo dejamos y continuo más tarde.

—¡Nooo! Continúa, por favor, estoy bien, de verdad.

Continuó relatando cómo, al intentar regresar a la nave, su traje se había hinchado como un globo, lo que imposibilitaba su entrada.

—Imagina a tu abuelo, atrapado en un traje de muñeco Michelin, intentando entrar en una nave que no daba para más. 

—¿Y luego? —preguntó Svetlana con los ojos como platos.

—Tuve que desinflar el traje, soltar el aire poco a poco, hasta que pude entrar. Pero con las prisas entré al revés, la puerta estaba a mis pies, y no podía cerrarla. Fue como tratar de girar en una caja de cerillas.

—Debió ser muy difícil —dijo Svetlana.

—Sí, nunca había sudado tanto, ¡perdí 6 kilos! —sonrió mientras le tocaba la frente para ver si aún tenía fiebre. La niña lo miró con admiración.

—Eres un héroe, abuelo.

Alexei se rio con un sonido grave y cálido.

—No, Svetlana. Solo un hombre que tuvo suerte. Y que orinó en la rueda del autobús que nos llevó al cohete. Eso, según la tradición, asegura que nada malo te pasará.

—¡Abuelo! Eso no está bien. ¿Lo sabe mamá? —preguntó la niña escandalizada. 

—Creo que sí. No es un secreto —respondió Alexei con una sonrisa.

—No lo creo abuelo, de todas formas, yo no se lo diré, no creo que le guste, pero me tienes que contar el resto de la historia.

—A sus órdenes —respondió el abuelo con un saludo militar.


Parche conmemorativo de OneWeb para el lanzamiento de su satélite,
dedicado a Alexei Leónov en el aniversario 55 de su caminata espacial.

Cuando Oksana regresó, encontró a su padre y a su hija profundamente unidos por la historia. Alexei Leónov, el cosmonauta que había conquistado el espacio, había conquistado también el corazón de su nieta. Su aventura espacial se había convertido en un cuento de hadas, real y mágico, contado por el hombre que lo vivió. Y Svetlana, con la fiebre bajando y una sonrisa en los labios, dormía tranquila, soñando con estrellas y pingüinos espaciales.

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