Meteoritos y construcciones humanas (Parte II: de la Prehistoria a la Era Moderna)

 Por Fernando Sa Ramón

Continuamos este recorrido iniciado en la entrada anterior para entender las mil formas en que se entrecruzan el pasado, el presente y el futuro, desde la Prehistoria y la Edad Antigua hasta la moderna civilización humana y la era espacial, todo manifestado en pequeños fragmentos de objetos que forman parte de nuestro entorno inmediato.

Daga elaborada en hierro meteorítico, de la tumba de Tutankhamon (imagen de Wikimedia Commons).

Es de suponer que quienes utilizaron en la antigüedad las rocas antes descritas no podían conocer su procedencia, porque esa información la averiguó la Geología moderna. Como tampoco pudieron saber todos los artesanos y trabajadores de los metales de épocas pasadas y actuales que las escorias de sus desechos serían utilizadas hoy para hacerlas pasar por meteoritos y estafar a las personas incautas. Así son las cosas.

Asimismo, los hispanos y los romanos de hace 2000 años no podrían haber imaginado que el plomo que extraían de las minas y usaban en sus construcciones y canalizaciones serviría, siglos después, para blindaje contra radiaciones en multitud de experimentos modernos sobre el estudio de la materia y del Universo en varios laboratorios subterráneos, como el de Canfranc.

Aún menos los seres humanos del paleolítico hubieran podido imaginar que el hollín de la quema de huesos que utilizaban para pintar sus obras rupestres serviría de inspiración para proteger una sonda espacial actual: la Solar Orbiter de la ESA, que se acercará a 4 millones de kilómetros del Sol, lleva un recubrimiento de fosfato de calcio negro elaborado a partir de carbón de huesos quemados (llamado «Negro Solar») integrado en el titanio y otros metales de su escudo de protección.           

Recientemente, se ha estudiado en varias canteras, sobre todo en el norte de Europa, que, según se van extrayendo placas de roca, aparecen algunos meteoritos que cayeron durante la formación de esas rocas. Se trata de un hecho muy importante para la comunidad científica, puesto que puede estudiar unos antiquísimos mensajeros espaciales preservados en su envoltorio pétreo. Por esto, es muy probable que numerosas baldosas, losas y encimeras por todo el mundo contengan meteoritos (o sus restos) caídos hace cientos de millones de años, y que alguien piense que son inclusiones inapropiadas o feas.

También debe de haber numerosos meteoritos englobados en diversas rocas antiguas, y es probable que algunos de los fragmentos que están a la vista en los conglomerados o en los cantos rodados de cualquier río sean meteoritos y no los hayamos visto, porque es muy difícil identificarlos.

¡Eh, un momento! Después de haber escrito tan atrevida afirmación personal, tuve que buscar en la web si me estaba pasando o no; en menos de cinco minutos ya pude encontrar un sitio donde se dice que algunos científicos ya han estudiado esto y tienen rebanadas de conglomerado con trozos de meteoritos*, y hay otro artículo en The Meteoritical Society sobre tectitas y microtectitas incluidas en rocas sedimentarias de China.

Conglomerados terrestres con inclusión de meteoritos (Museo Canario de Meteoritos).

Minerales extraterrestres en objetos de trabajo y de lujo

El asunto no acaba aquí. Al parecer, antes de que la humanidad comenzara a dominar la metalurgia del hierro, algo más de 3000 años atrás, se usaron meteoritos metálicos para forjar cuchillos, dagas, puntas de lanzas, adornos y otros objetos, y, posiblemente, hacer pigmentos. La razón fundamental es que entonces aún no se lograban alcanzar los más de 1500º necesarios para extraer el hierro de sus minerales, algo lejos de los 1000º necesarios aproximados para crear el bronce y otras aleaciones que sí se dominaban en la llamada Edad del Bronce, anterior a la Edad del Hierro, o con los que sí se puede trabajar el propio hierro (la forja).

No cabe duda, además, del uso con motivos rituales, simbólicos y religiosos, ya que utilizaban un extraño metal «caído del cielo de la mano de los dioses», más raro que el oro y el cobre en ese tiempo, y de resistencia y características asombrosas, por lo cual estaba reservado, en muchos casos, a las altas esferas sociales, como los faraones egipcios. Otras culturas en las que también se han encontrado objetos hechos con hierro meteorítico son los sumerios, los hititas, la antigua China, pueblos de la Sudamérica precolombina y los inuit del Ártico.

Cabe preguntarse cómo saber si ese hierro procede de afuera de nuestro planeta o si esas rocas se han creado de esa manera. La ciencia, la computación y la tecnología de que disponemos avanza muy rápido y, lógicamente, desde numerosos campos científicos se pueden demostrar estos supuestos hace tiempo. En los laboratorios preparados para tal fin, y en España hay varios dependientes del Centro Superior de Investigaciones Científicas y de diversas universidades, se analizan miles de meteoritos y objetos, y aparte de la complejidad técnica que supone, lo más significativo es que estos objetos contienen composiciones químicas y estructuras cristalinas que no se dan en la Tierra de forma natural, y que presentan una proporción de isótopos diferente a la de nuestro planeta, huellas inequívocas de su origen espacial.** 

Como curiosidades, también se han encontrado instrumentos paleolíticos y ornamentos realizados en moldavitas y en vidrio de Libia, y actualmente, se utilizan meteoritos, tectitas, vidrio de Libia y lechatelieritas para hacer piezas de bisutería, joyería, relojería  y escultura***. En 2014, la marca Swarovsky puso en el mercado una serie muy limitada (y muy cara) de piezas que contenían fragmentos de varios meteoritos, entre ellos, uno de origen marciano. Y, en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi 2014 (Rusia), se insertaron meteoritos procedentes del extraordinario bólido de Cheliàbinsk en varias medallas de oro (caído un año antes, en febrero de 2013). 

Estos son solo algunos ejemplos de las cosas inesperadas que aprendemos acerca de nosotros mismos y de nuestra civilización; la Astronomía, la Geología y la Paleontología nos hablan del pasado y de por qué estamos aquí… pero hay que saber escucharlas.

El hierro de un meteorito, el de nuestra sangre y el del mástil de un reloj de Sol, así como el calcio y el carbono de la pared que lo sostiene, el de un fósil, de una planta y de nuestro cuerpo y nuestros huesos, provienen del núcleo de algunas estrellas. En el Cosmos todo se originó en hechos que han sucedido antes; en la mayoría de las historias de la humanidad también. En los objetos y en los edificios que construimos coexisten los materiales provenientes de la evolución del Universo y de la vida con las marcas de canteros, con los agujeros de balas y de bombas, con el arte, con la ciencia, con la tecnología, con las aspiraciones humanas, con la radiación, con el engaño y con la tozuda realidad, con el paso del tiempo, con la Antropología... Después de todo, quizá sí haga falta una visión más amplia y múltiple sobre lo que nos rodea, por insignificante que parezca. 

«Lo que siempre me ha gustado en el hombre es que, siendo capaz de construir Louvres, pirámides eternas y basílicas de San Pedro, pueda contemplar fascinado la celdilla de un panal de abejas o la concha de un caracol».
Georg Christoph Lichtenberg, científico y escritor del siglo XVIII

Notas

(*) Revista Meteoritos, del Museo Canario de Meteoritos, n.º 9, mayo 2018, artículo ode José García (incluye imágenes).

(**) Los isótopos son átomos de un mismo elemento químico, con sus mismas características, pero con un número distinto de neutrones en su núcleo, lo que ofrece sutiles diferencias o radiactividad.

(***) Recordemos que las tectitas y el vidrio de Libia son los vidrios resultantes de choques de asteroides en la Tierra, arenas que fueron fundidas, eyectadas y re-solidificadas; y las lechatelieritas son los vidrios formados por impactos de rayos en suelos arenosos.


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